Diegologías
DIEGO ARMANDO MARADONA, SIN PATRÓN

DIEGO ARMANDO MARADONA, SIN PATRÓN

La imagen parece simple, pero no lo es. Un cuerpo rodeado gira esquivando la patada trapera, engaña con una finta hermosa a tres y empieza la carrera mas famosa de la historia. Su objetivo está lejos y está solo, pero qué importa, siempre le costó todo en el potrero. Corre por un campo que parece minado y sus adversarios quieren quitarlo del camino, lo manotean, lo persiguen, los últimos van por lo imposible: uno se le para enfrente y le tapa todo el arco, otro patea su pie de apoyo, un sorpresivo defensor aparece a toda máquina detrás del arquero y estira su pierna para evitar la caída. Nada sirve, ni los pozos, ni los rivales, ni el que se le para enfrente, ni la patada final. La historia no se detiene, la pelota cruza la línea y millones de personas en el planeta tierra se asombran, gritan, lloran, celebran, se emocionan, les duele el pecho, los lastiman los recuerdos, los hiere el pasado, los ilusiona un momento inolvidable. Millones lo endiosan en su patria; en tierras más lejanas lo toman como un vengador contra pasados imperiales. Unos chicos de su misma edad, lastimados por la guerra, reviven la rabia y desahogan la tristeza por un momento. Un cuerpo, solo un cuerpo marcado por la pobreza y la miseria “de estas crueles provincias” como diría Borges, esquivando ingleses como si fueran los salarios de hambre de la infancia; corre solito y va sanando las heridas de otros cuerpos abismados por la cotidiana, por la diaria, la que duele. Un cuerpo que nos regala de forma eterna la alegría que dará décadas de oxigeno a ese orgullo magullado, exhibido solo cuando pensamos en el. 

Pero la belleza de su querida presencia se agiganta día a día y sigue hablando, en presente. Ese joven que eludió ingleses en un campo interminable para que nunca mas podamos olvidarlo, no dejó tema sin responder, desafiando la servidumbre voluntaria de tantos. Y como sigue hablando cuando quiere, como quiere y donde quiere, ahora, que parece que no está, se le animan personajes menores, y a diferencia de los ingleses (que al menos se le ponían adelante, lo manoteaban y lo corrían) estos cobardes odian no poder callarlo. Porque está ahí, mas presente que nunca, regalando esa alegría por el placer de hacerlo, sin mas.  No hay silencio u obediencia posible para Diego. Hizo mucho, fue y es, como dice el músico Juanka Rodriguez, “el que más nos quiso”. Los que heredaron fortunas y poder político aun hoy se asustan de ese cuerpo, que encima les recuerda que es villero y que no es empleado de nadie. Les preocupa ese cuerpo siempre en desobediencia, al tiempo que otros corren desesperados atrás de los billetes que tiran los patrones de estancia, incluso metiéndose en negocios turbios o evasiones mezquinas de sus inmensas riquezas.  

Diego Armando Maradona es, finalmente, el instante que desafía la física del tiempo, diciendo que un momento puede ser eterno y que no somos iguales cada vez que lo revivimos. Es una vida permanente en el momento justo y en el lugar indicado. Sin pedir nada a cambio, sin recibir dádivas, sin exigir pleitesía. Diego, mal que les pese a los cobardes, no tiene patrón. Y ya nunca lo tendrá. 

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