LA DAMA EN EL AGUA
El agua es, tal cual le explicaría Kitana a Liu Kang en la icónica película de Mortal Kombat de 1995, el elemento que da vida. Sin él no solo nosotros, sino el planeta mismo, no seríamos nada. Y eso lo entendió muy bien ella, que le ha confiado tanto su confianza como su espíritu al mismo. Analuz Pellitero nacida el 10 de marzo de 1997, en General Pico, La Pampa, es feliz cada vez que se tiene que arrojar a una piscina, ya que allí no solo puede competir ante otras nadadoras en búsqueda de medallas, sino también para superarse y conquistar una versión aún mejor de sí misma. Porque no hay sensación mejor que sentir que siempre se puede dar un poco más.
Para Anita el mundo deportivo siempre fue un hecho cotidiano, dado que en su casa era un tema recurrente. La menor de cinco hermanos siempre acompañó a los suyos en todo lo que hacían: los tres varones jugaban al fútbol, mientras que la otra mujer hizo de todo (vóley, tenis, fútbol). Ella sabía que ese mundo también la llamaba y no dudó cuando tuvo la oportunidad. Pellitero me cuenta que “cuando era chiquita empecé por natación y atletismo –más o menos al mismo tiempo-, quizás porque por el tema de mi discapacidad no tenía muchas opciones de deportes colectivos o de deportes en general y porque los podía practicar bien digamos”.
La nadadora nació con una discapacidad visual llamada microcórnea bilateral, hecho que pudo haberla limitado en su búsqueda inicial, aunque lo cierto es que para ella el deporte se volvió una parte importante en su vida. Como todo niño, sus primeros pasos fueron más a modo de pasatiempo que imaginándose en grandes torneos. Sin embargo, su talento era más que evidente, por lo que empezaría a escalar muy rápido: primero disputaría los torneos provinciales y luego los Juegos Evita, donde su potencial sería detectado por los entrenadores nacionales, quienes la invitarían a concentrar en el CENARD para poder ver su evolución tanto en la natación como en el atletismo. A todo esto, había dejado su primer club, el Pico Fútbol Club, para pasar al All Boys de Santa Rosa, donde podría entrenarse con José Weigandt, el Chino, su primer gran maestro.
Cuando se tuvo que decantar por un deporte no lo dudo, ya que sabía que la natación definitivamente era lo suyo. Desde entonces, el tiempo pasó volando: “A finales del 2012 o principios del 2013 fue cuando me convocan a la Selección y ahí empecé a entrenar de otra manera y, desde entonces, se fueron dando muy rápido las cosas: en el 2015 fue mi primer Mundial y el primer Panamericano y en el 2016 los primeros Juegos Paralímpicos. Tres años es mucho tiempo, pero en lo deportivo no es nada y tu vida cambia básicamente, porque le dedicas todo a lo que es el entrenamiento y, además, te privás de cosas que normalmente haría una chica de quince, dieciséis años. Te dedicas 100% a lo que es el deporte, pero yo siempre estuve convencida de que era lo que a mí me gustaba, lo que disfruto y me apasiona, entonces siempre elegí hacerlo con ese profesionalismo y nunca me replanteé nada. Fue quizás difícil adaptarse al comienzo, pero una vez que estás en movimiento y participando de distintos torneos internacionales te dan más ganas de entrenarte y competir”.
La natación paralímpica está dividida en diferentes categorías, siempre dependiendo de la discapacidad del atleta en cuestión. Las clases S11 a S13 son las pertenecientes a las discapacidades visuales, siempre dependiendo del grado de las mismas. Pellitero, cuando empezó a competir, lo hizo justo en el medio, la S12, misma que está dedicada a deportistas con un campo de visión restringido y en donde algunos, incluso, no pueden ver la línea negra del fondo de la piscina.
En el Mundial de Glasgow del 2015 comenzaría el camino que empezaría a depositar a la pampeana dentro de la élite. En tierras escocesas lograría un sexto lugar en los 100 metros espalda y un octavo puesto en los 100 metros libres, por lo que conseguiría un cupo para los Juegos de Río, donde alcanzó la final en los 100 metros espalda, llevándose su primer diploma paralímpico gracias a un sexto lugar. “Clasificar al Mundial de Glasgow y haber podido meter dos finales fue algo muy lindo, porque hacía muy poquito había iniciado en el alto rendimiento. Y por eso no me esperaba clasificar a mis primeros Juegos a los dieciocho o diecinueve años. Pero una vez que estuvo confirmada la plaza me lo tomé con mucho entusiasmo, mucho profesionalismo y le metí lo mejor que pude para poder clasificar a una final, que al final pude conseguir y traer un buen resultado. Disfruté mucho de los Juegos de Río, ya que fue mi primer gran torneo. Pude estar en una Villa Paralímpica, donde había deportistas que conocía de nombre, pero nunca había visto personalmente, así que fue una experiencia que disfruté mucho”.
Su evolución como deportista continuaría durante el siguiente ciclo paralímpico rumbo a Tokio 2020, logrando tres quintos lugares en el Mundial de Ciudad de México, tanto en las categorías antes mencionadas como en los 50 metros libres. Parecía que sería cuestión de tiempo para poder dar el golpe máximo, pero al final la pandemia acabaría por golpear la puerta del mundo entero. El encierro fue duro para todos, pero a los atletas olímpicos y paralímpicos los golpeó sobremanera, ya que, en muchos casos, tuvieron que rebuscárselas como pudieron para poder mantenerse en una forma relativamente competitiva.
Según cuenta Pellitero, “la ida a Tokio fue bastante complicada por la pandemia, por como costó poder entrenar. Creo que ahora, con el paso de los años, estamos todos de acuerdo con que quizás hubiera sido lo mejor que Tokio no se hiciese porque las condiciones no estaban dadas a nivel mundial, pero era difícil que un Juego no se hiciera y que un ciclo olímpico-paralímpico durase ocho años, así que creo que se hizo más que nada por eso, pero si, era muy complicado lidiar con un hisopado todos los días (y no saber si te ibas a contagiar o no). La primera etapa de los entrenamientos los hice en mi casa, habíamos improvisado con mi familia una especie de gimnasio en mi casa. Entrenaba con un tensor en la pileta de mi casa como para no perder contacto con el agua. Invertimos en climatizar la pileta de mi casa. Fue mucha inversión para Tokio. Fue muy complicado, lo trabajé mucho con mi psicóloga Lorena Galvizzo, con quién trabajo desde el 2017, que en todo ese proceso fue fundamental”.
A pesar de los hisopados, la falta de público, la preparación precaria y unos resultados que no la acompañaron como ella hubiera deseado, sí que es verdad que pudo llevarse de Japón una nueva experiencia paralímpica, además de poder enfrentarse ante una de las grandes figuras de aquella cita –y también de París 2024-, la brasileña María Carolina Gomes Santiago, una de las mejores nadadoras de la historia de su país y que, a la postre, terminaría por convertirse tanto en una inspiración para Pellitero como en una compañera valiosa para los años venideros. “Es un gran ejemplo de deportista y de ser humano, porque por más que fuéramos rivales siempre hubo buena onda, compartimos compañerismo, me ha ayudado a mejorar”. Si bien Pellitero deseaba con todas sus fuerzas volver a la Argentina con una medalla, lo cierto es que haber alcanzado la final en los 100 metros espalda fue un gran logro teniendo en cuenta todas las trabas que debió superar en el camino. Había dejado en claro que, con mayores recursos, podía dar un gran golpe.
Si bien para Anita el practicar deporte desde pequeña fue algo normal (y hasta casi una necesidad), lo cierto es que entiende que, a pesar de los tiempos que corren, siguen mirándola de forma diferencial. Según cuenta, “no se trata de igual manera al deportista paralímpico que al olímpico. No lo siento personal, sino que es algo general, porque la sociedad no conoce el deporte paralímpico o se piensa que porque tenemos una discapacidad no vamos a entrenar de manera intensa o de alto rendimiento. Pero nosotros entrenamos fuerte como un deportista olímpico e incluso más y se lo toma con la misma responsabilidad. Creo que, quizás, la sociedad no está acostumbrada a eso y por eso no nos trata de igual a igual. Pero no lo siento como algo discriminatorio, sino que va más por el lado de la ignorancia de no conocer a un deportista paralímpico”.
A pesar de los prejuicios que siguen existiendo, su rutina, desde hace ya más de una década, es sumamente intensa, justamente para poder estar a la altura de la élite global, sentirse parte de la misma. “El entrenamiento de un atleta olímpico es exactamente igual que uno paralímpico, son la misma cantidad de horas y a veces hasta más, ya que por las distintas patologías tenés que apuntar a muchas cosas además de lo que es el entrenamiento físico. En mi caso, al no tener visión, a la hora de entrenar siempre tengo que hacerlo con un asistente técnico en las dos cabeceras de la pileta.
En mi caso mi entrenadora va y vuelve de un lado a otro para poder hacerme los toques, que es cuando te aproximas a la pared y te tocan con un bastón con una pelotita de tenis (que se llama tapper) en la espalda o en la cabeza (eso es a preferencia del nadador) y con eso nos están avisando que estamos aproximándonos a la pared, porque sin eso obviamente no sabemos, no identificamos cuando estamos próximos. Hace más de diez años que estoy en el alto rendimiento y todos los días lo tomo con mucha responsabilidad y entusiasmo y trato de hacerlo cada día mejor. Siempre digo que quizás llegar es fácil, pero lo más difícil de todo es poder mantenerse con los años. París fue mi tercer Juego Paralímpico, siempre estuve en el top ocho y en los últimos años incluso en el top cinco o top tres, entonces es como que todos los días te vas poniendo desafíos más importantes para poder seguir estando en lo más alto del deporte paralímpico”.
Su llegada a Francia, a diferencia de tres años atrás, fue totalmente distinta. La pampeana se terminó de instalar definitivamente entre las mejores nadadoras gracias, primero, a lograr su primer podio en un Mundial gracias a su tercer puesto en los 100 metros espalda en Manchester), pero sobre todo a su excelsa participación en los Parapanamericanos de Santiago 2023, donde se llevó tres oros (en los 100 metros espalda y libre y los 50 metros libre), dos platas (200 metros estilos y 400 metros libres) y un bronce (en la posta 4×100 estilos).
Todo esto lo consiguió en una nueva categoría, más precisamente la S11, la más baja de todas a nivel visual, ya que debido a su enfermedad perdió aún más visión, por lo que pasó a nadar ante rivales que si tienen una ceguera completa, hecho que hace que ella deba usar gafas oscuras para no tener ningún tipo de ventaja. El 2023 lo cerró por todo lo alto, debido a que la abanderada argentina de la ceremonia de clausura de Santiago sería galardonada con el Olimpia de Plata como mejor deportista paralímpica, dejando atrás a otros grandes nombres como lo son los de los atletas Maximiliano Gómez y Antonella Ruiz Díaz.
Todo este impulso hizo que pudiera llegar de mejor manera a Francia. Para la hincha fanática de Boca (y admiradora de Juan Román Riquelme) el haber podido participar con un público que llenaba las gradas cada día y alcanzar, de paso, una nueva final, fue signo de su constante progresión. Su quinto puesto en los 100 metros espalda, quedando a solo dos segundos de conseguir una medalla, la volvió a recompensar con un diploma paralímpico, aunque para su espíritu competitivo al final esto terminaría teniendo nuevamente gusto a poco, ya que ella se había proyectado ganando, ahora sí, una presea por primera vez. Pero será esa espinita clavada la que le dará ese impulso tan necesario para poder afrontar Los Ángeles 2028 de la mejor forma posible. Ya no lo hará como una completa desconocida o como una joven inexperta, sino que arribará con el peso de tres Juegos previos sobre su espalda y el respeto de todas sus rivales.