MAR DEL PLATA. PRIMERA ESTACIÓN ESPERANZA
De Cachi, provincia de Salta, a Mar del Plata, provincia de Buenos Aires hay exactamente 2.054 kilómetros. De Tierra del Fuego a la ciudad balnearia hay 2906 kilómetros. Si medimos la distancia desde Misiones nos da alrededor de 1447 km y si viajamos desde San Juan, vamos a recorrer más o menos 1395 km.
Estos son algunos pocos ejemplos de la cantidad de kilómetros que recorrieron más de ciento cincuenta compañeros y compañeras, dirigentes y dirigentas de clubes de barrio en semana santa, para llegar al complejo de hoteles de Chapadmalal y participar del Primer Encuentro Federal de clubes y organizaciones deportivas, convocados por F.O.D.A. (Federación de organizaciones deportivas de la Argentina).
Más de 15 provincias representadas por sus dirigentes y dirigentas de clubes y organizaciones deportivas, se encontraron en ese emblemático complejo de hoteles, hoy recuperado por la gestión del gobierno nacional.
La obra de la Unidad hotelera de Chapadmalal fue iniciada por el entonces ministro de Obras Públicas, Gral. Juan Pistarini del gobierno de Juan Domingo Perón, en 1948 y finalizada por la Fundación Eva Perón. Su lema fue en si mismo una definición política: “usted se paga el viaje, el gobierno el hospedaje”. Alojar a los más necesitados. A los que menos tienen. Brindarles un espacio para disfrutar y para encontrarse.
Los clubes de barrio son también, cada uno en su territorio, espacios de encuentro. Espacios colectivos de socialización donde pibes, pibas, adultos y adultos mayores comparten gran parte de sus días. Allí juegan, intercambian experiencias, sueñan, disfrutan, no sólo de algún deporte o actividad recreativa si no, también de encontrarse con sus pares. Ejercen, en cada club, esa cultura del encuentro tan ponderada. Una noción de encuentro que hoy está atravesada por los nuevos tiempos. Después de la sequía de abrazos, estamos volviendo poco a poco a escucharnos cara a cara, a abrazarnos, a jugar, a discutir, a pensar y proyectar juntos y juntas.
En tiempos tan difíciles como los vividos en pandemia, los clubes atravesaron la crisis poniendo el cuerpo. Siendo protagonistas. Acompañando. Estando presentes. Abrieron sus puertas para acompañar las políticas públicas contra la pandemia. Hicieron ollas populares, algunos abrieron sus espacios como vacunatorios, otros incluso, allá por junio del 2020, abrieron sus puertas para hacer en el club pequeños centros hospitalarios, con camas en sus canchas para alojar infectados.
Y no es casualidad, porque justamente la noción de hospitalidad está presente en los espacios deportivos comunitarios.
Una noción de hospitalidad que, en términos concretos, significa abrir las puertas y crear las condiciones para que aquellxs que participan de estos espacios, se sientan alojadxs, se sientan parte de un proyecto, se sientan incluidos e incluidas y puedan participar de la vida social y comunitaria del club. Hospitalidad que debe ser un imperativo ético, político y social, para seguir construyendo los espacios deportivos en ámbitos saludables, inclusivos y protectores de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Emmanuel Levinas, filósofo lituano, de origen judio, perseguido por el nazismo, ha abordado en sus escritos las nociones de hospitalidad y acogida referidas a un otro, que se presenta como diferente, y en tanto tal, me conforma. Para Levinas, el único valor absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad al Otro por encima del yo: ese es el ideal de la santidad.
Ese Otro es el que se presenta y golpea las puertas de las instituciones para formar comunidad. En tanto espacios colectivos somos parte de una comunidad que debe pensar y pensarse con ese carácter hospitalario que permita alojar al otro en sus demandas, en sus deseos y en sus derechos.
Los clubes de barrio han sido, históricamente (y lo son actualmente), espacios de socialización y contención. Hoy, además, se han convertido en una barricada desde donde dar pelea a las políticas de descarte que muchos pibes y pibas sufren ante la falta de oportunidades y la desigualdad social. Un lugar donde estar y proyectar sus deseos.
Y así como la hospitalidad debe ser parte constitutiva de los clubes, la inclusión social debe ser su columna vertebral. No hay club de barrio y pueblo sin inclusión social y sin un proyecto que permita un espacio colectivo donde los pibes y los pibes puedan ejercer sus derechos, participen, se sientan escuchados y sean protagonistas.
Por eso, cuando el virus parece alejarse de nuestras vidas, llevar esas experiencias a un encuentro federal es importante. Y eso sucedió en Chapadmalal en el encuentro de FODA. Un encuentro pensado y diseñado para escuchar y escucharse. Para compartir lo vivido y proyectar la construcción colectiva. Para pensarse Nacional. Para diseñar de manera colectiva la organización de la Federación que no para de crecer y tiene presencia en más de 17 provincias de nuestro país.
La presencia de funcionarios y funcionarias de distintas áreas de gobierno marcan un poco el pulso de este trabajo. Inés Arrondo, secretaria de Deportes de la Nación; Francisco Chiban director nacional de Clubes del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación, Ernesto Migone, director nacional de Formación y Terminalidad Educativa del Ministerio de Desarrollo Social, Guillermina Gordoa , directora nacional de Políticas de Género; Juan Ignacio Santeiro, se hicieron presentes para acompañar y aportar al debate sobre el rol de los clubes de barrio y su trabajo territorial ya no solo como espacio para la práctica deportiva sino como espacios formativos.
Las mesas temáticas sobre “dirigencias en clave de igualdad de oportunidades, prevención y erradicación de la violencia por motivo de género en el deporte”, “formación permanente de dirigentes y dirigentas deportivas”, y el taller de “fortalecimiento institucional y formación dirigencial” marcaron el primer paso del debate. En la siguiente jornada, la discusión estuvo centrada en la organización y el desarrollo federativo, atravesada, a la vez, por los ejes de trabajo: gestión deportiva; género y deporte y formación continua de dirigentes y dirigentas.
En Chapadmalal se vivieron dos jornadas intensas de trabajo para repensar qué clubes y organizaciones deportivas queremos tener. Los clubes de barrio continúan en un rico proceso de resignificar su rol. Pensarlos y diseñarlos como espacios formativos, igualitarios, sin discriminación y libres de violencia es el gran desafío que se presenta en adelante.
En tiempos de fe y nuevas esperanzas colectivas, de reconstrucción del tejido social, podemos tender puentes y repensar los encuentros tomando como faro palabras de Martín Luther King sobre aquel “primer paso a dar con fe”. Mar del Plata, primera estación esperanza, fue el primer paso para una nueva organización nacional de clubes de barrio y organizaciones deportivas.
Las experiencias compartidas, el debate político y las arengas que escuchamos en Chapadmalal dan cuenta de eso y dejaron el mandato: “Hay que seguir acompañando a las pibas y a los pibes, hay que estar presentes, y la fórmula es tan vieja como el viento, decía la compañera de Almirante Brown, provincia de Buenos Aires: “trabajar, trabar y trabajar…” propuesta que el compañero de Mar de Plata refuerza con lógica militante: “estamos acá, para construir el futuro de nuestros clubes, desde el deporte pero también desde la lucha y la organización política”.
Las mochilas volvieron más cargadas a las provincias en las espaldas de los dirigentes y dirigentas. Seguramente más pesadas. Con muchas ideas, muchos proyectos, muchas responsabilidades y con la certeza de ser parte de un espacio que como Federación sólo tiene sentido si lograr alojar al otro y entender que, más allá de los kilómetros de distancia y de las particularidades de cada región, los clubes están en la misma: demandando ser escuchados y repensándose como espacios sociales y políticos para desde allí seguir construyendo organización popular y ser parte esencial de las transformaciones sociales que están pendientes.