
VOLVER
La noticia del regreso de Ángel Di María al Club Atlético Rosario Central mantiene a la ciudad de Rosario en una leve inclinación hacia el norte. Si se habla de fútbol, no se habla de otra cosa. Y en el barrio, se sabía.
Lo cuenta de primera mano, Germán Ángel, presidente del Torito que lo vio nacer:
– Teníamos rumores… El barrio es como un pueblo: veníamos imaginándonos, soñando, hasta que ayer se anunció oficialmente que vuelve a Central. Había muchas expectativas entre los amigos. ¡La vuelta del ídolo!
Ayer, cuando Central dio la noticia, los pibes directamente no entrenaron… festejaron como si fuera otro campeonato. Vinieron de los medios de todos lados a hacer entrevistas, y los pibes estaban ahí, contestando, hablando, contando la alegría, lo que significa la vuelta de Ángel Di María a Central. Imaginate que Ángel, para Torito, es sentido de pertenencia.
Si Ángel supiera la repercusión que tienen sus movimientos en cada uno de los corazones de esos pibitos, advertiría, también, lo que se juega cuando se reparten las moneditas al final de cada partido, se termina la Coca, y cada quien vuelve a su casa, con aire cansado, pero sabiendo que al otro día hay un lugar donde volver. A entrenar, sí. Y a estrenar el sueño, una vez más.
Y que la pelota, como la utopía, sirve para caminar.
– Estamos felices. Nos llaman de todos los medios del país, incluso desde otras partes del mundo, hasta de la hinchada del Benfica. Uno no se da cuenta de lo que representa un jugador de nivel internacional como Ángel para un club de barrio como el nuestro. Estamos muy contentos porque nosotros, día a día, trabajamos con el chico que entra al club con ilusión, que viene del barrio, de una familia laburante —en este caso, de una familia obrera— y que llegó a lo más alto del fútbol.
Si Ángel cerrara los ojos, se vería de arriba, en vuelo de pájaro: niño, pelota, piedras, zanjas. El suelo inestable. Los amigos. El picadito y la picardía. Y las zancadas, que cruzan todas las fronteras.
Si Ángel pudiera establecer diferenciaciones, acabaría por entender que algunas cosas son intransferibles. En Europa se invierten millones para intentar reproducir los saberes detrás de la magia de los futbolistas como él, que llegan de lejos, con la creatividad de quien aprende a jugar entre los pozos.
Sin embargo, desde allá arriba, la cima es alta. Y después, el precipicio. No se juega solo por ambición. Ahí no hay cielo. Solo simulación. Y acumulación. Igual pero distinto.
– Por eso: pasión de barrio que alcanzó el mundo. Si él pudo, ¿por qué yo no? Eso es lo que dicen los pibes cuando vienen al club. Ya estamos muy agradecidos con la gente de Central, que nos invitó a la presentación. En las imágenes de bienvenida de Ángel Di María ya aparece Torito, y es una expectativa enorme que vuelva a pasar por el club. Es una alegría enorme.»
Si Ángel estuviese de vuelta en el Torito, seguro se arrodillaría, apoyaría sus manos en la tierra, haría un montoncito, y lo fundaría, una vez más. De ahora en adelante, la Perdriel, Torito, Central, la infancia, volverán a ser su país.
Las verdaderas fiestas se celebran en castillos con puertas de cielo y alfombra de horizonte.
Y el precio, preciso, de nacer ahí para saber. De sentirse parte, indivisible, de ese ambiente.
El cuerpo recuerda, en cada célula, como era correr con la pelota sin mirar para adelante.