
LAS ESTROFAS DE MIS CANCIONES
Hace unos días me acordé del campeonato que Boca ganó en el año 1992 después de once años de sequía. Quizás con algo de ingenuidad, en una de esas también con cierta pereza para el análisis sociológico, me lamentaba por estos tiempos tan ansiosos en los que el imperio de los contenidos clickbaiteros impone que todo sean bombas de último momento y chismes baratos.
Rumiando sobre estos asuntos, se me cruzó una lectura que motivó este texto. Dice Irene Vallejo en ‘El inifinito en un junco’: “Durante sus últimos meses, mi padre dedicó muchas horas, y las pocas fuerzas que le quedaban, a navegar por webs de deporte. Buscaba fotos de partidos de fútbol de la buena época -la suya, claro-, allá por los finales de los años cincuenta y los primeros sesenta del pasado siglo. Para mi padre, cualquier fútbol pasado fue mejor. Si algo le emocionaba era encontrar alguna vieja alineación que había memorizado de chico. Primero la cantaba en voz alta, leyéndola en la pantalla, saboreando el orden preciso de las palabras. Después la apuntaba en un cuaderno de espiral y hojas cuadriculadas que aún conservo. Me enseñaba con orgullo sus listas, equipos de fantasmas, filas y filas de nombres escritos con su bonita letra, ya un poco temblorosa por el estrago de la enfermedad. Las estrofas de esas canciones -once apellidos aprendidos de carrerilla y luego olvidados- tenían el poder de devolverle a su infancia. Los listados son también parte íntima de la autobiografía de cada persona”.
Bien podría terminar acá el texto (y lo bien que haría), pero esto me llevó a pensar otra cosa. ¿Qué hacía Benetti ahí? Lo había olvidado. Mi memoria me decía que Boca formaba de la siguiente manera en aquel campeonato: Navarro Montoya; Soñora, Medero, Giuntini y Mac Allister; Giunta, Villarreal, Márcico y Tapia; Martínez y Cabañas. Eso era lo que recordaba. Entonces, por segunda vez: ¿Qué hacía Claudio Edgar Benetti jugando de titular un partido definitorio y metiendo el gol del empate contra San Martín de Tucumán para que La Bombonera sea una fiesta definitiva?
Como dice el Indio, hay recuerdos que mienten un poco. Hurgando en las páginas webs de Boca (como el padre de Irene) me vengo a dar cuenta de que hubo mucha rotación en aquel campeonato. Empezó jugando Simón de 2 y Charles de delantero. Más allá de las lesiones, existieron también cambios tácticos y planteos de acuerdo al partido. De hecho, la formación que yo guardo en mi memoria fue la del superclásico que ganamos con gol del Manteca Martínez (quien arrancó el torneo como suplente). Toda esta información junta le quitó un poco de mística a la epopeya, pero estoy seguro de que la voy a olvidar pronto, como corresponde.
Lo cierto es que si bien sigo pensando que este fútbol Tinder (el polvito rápido de los resúmenes, la reacción de la reacción y las cinco cosas que tiene Román en la cabeza para el futuro de la gestión) no tiene nada que hacer al lado de los gladiadores del Apertura y el Clausura; también me pregunto si no es que me estoy volviendo un poco grande. Spinetta me hubiera dicho que “No todo tiempo por pasado fue mejor”, pero era de River, así que todo bien Flaco, pero este asunto lo tenemos que resolver entre nosotros.
De lo que estoy seguro es que no voy a permitir que el exceso de información se atreva a reescribir mi autobiografía futbolística. Las estrofas de mis canciones seguirán sonando igual, sin importar qué es cierto y qué no. No se le puede abrir la puerta a la duda en ciertas casas. Además, el fútbol es la única religión que tiene pruebas científicas de la existencia de D10s.