LOS MURCIÉLAGOS, UNA MARCA REGISTRADA
Corría el año 2002, más precisamente el 7 de diciembre. La Selección Argentina de fútbol para ciegos estaba preparándose para su partido más importante, nada menos que la gran final de la Copa Mundial, la cual se estaba disputando en Río de Janeiro. El equipo había salido subcampeón en las dos primeras ediciones del certamen (1998 y 2000) y ahora buscaban hacer cierta esa frase que reza que “la tercera es la vencida”. Enfrente estaría una España que llegaba rebosante de confianza, debido a que había vapuleado por 4-1 al dueño de casa en las semifinales, justamente aquel seleccionado que había derrotado a los nuestros en las definiciones anteriores.
Ya de por si el haber llegado a una nueva definición era bastante meritorio si se tenía en cuenta el contexto anterior: quince días antes de dar inicio el torneo no sabían si iban a poder ir dado que no contaban con el presupuesto suficiente. Los jugadores, como prácticamente todos los deportistas amateurs de nuestro país, se la rebuscaban como podían para poder subsistir mientras hacían lo que más amaban, que era patear una pelota. Pero, a diferencia de los demás, ellos debían soportar también que se los mirara como seres extraños, con una mezcla particular de condescendencia y rechazo, solo por tener una discapacidad visual. Finalmente, la Secretaría de Deportes de la Nación les daría el dinero necesario para los pasajes y una casa de apuestas les donaría la indumentaria.
“Nos sentíamos muy solos, abandonados, sin nada de apoyo. Nadie nos consideraba una Selección Nacional, excepto nosotros mismos. Tal vez eso fue lo único que nos hizo más fuertes como equipo, sabíamos que la única forma de crecer y ganarnos un lugar en el alto rendimiento de nuestro país era estando unidos, creyendo en nosotros y trabajando como un equipo de alto rendimiento, aunque los demás no lo considerasen así”, escribiría el entrenador físico y futuro seleccionador de aquella escuadra, Gonzalo Vilariño, en su libro autobiográfico, La Otra Mirada.
Aquel equipo, en donde se destacaban Gonzalo Abbas, Diego Cerega, Lucas Rodríguez o Darío Lencina –un jugador que, a sus 45 años, sigue vigente en el seleccionado-, lograría afianzarse luego de victorias un tanto deslucidas ante Grecia y Francia (1-0 ambas) para empezar a dar que hablar, goleando a Paraguay por 4-1 en el último partido de la fase de grupos y luego a Colombia por 5-0 en las semifinales. La final ante los españoles fue sumamente disputada, terminando 2-2 en el tiempo regular, por lo que se debió disputar un suplementario. Y allí sí, se dio el momento más esperado: con tantos de Silvio Velo (que completaba un maravilloso triplete) y Rodríguez la Argentina terminaría dando la vuelta gracias al 4-2. Pero ahí no acababa la cuestión, sino que tras el encuentro llegaría el momento en el que este equipo redefiniría tanto a su deporte como al mapa deportivo del país.
Victor Hugo Morales, que había estado atento a las acciones del encuentro, se movió para poder sacar al aire en su programa de Radio Continental al mejor futbolista del torneo, el Maradona de la pelota con cascabeles. En un momento de la entrevista el uruguayo le preguntó si ellos también se habían puesto un apodo como había hecho la Selección Femenina de Hockey sobre Césped, más conocidas como Las Leonas tras su epopeya en los Juegos de Sydney 2000. Velo, con su sentido del humor a pleno, respondería que “si hay que elegir un animal, pongamos “Murciélagos”, son los que más se nos parecen, no ven y se guían por el sonido, ¡igual que nosotros! ¡ja ja!”. Victor Hugo tomó el guante e instó a sus colegas para que las tapas de los diarios del día siguiente los mencionasen de esa forma. Curiosamente, Las Leonas también ganarían su primer mundial al día siguiente. Ellas terminaron de afianzar su leyenda. Y ellos la habían empezado a construir.
El seleccionado se había creado 11 años antes, fruto de un trabajo excepcional realizado por Enrique Nardone, un profesor de educación física del Instituto Román Rosell, el primero que acogió al fútbol para ciegos dentro de sus actividades. Hasta ese entonces esta modalidad apenas era practicada en pocos países (España, Brasil y Colombia habían sido las pioneras), aunque los jugadores eran vistos como bichos raros, sin entender que, en realidad, el fútbol es el deporte más democrático de todos. Si siempre se dice que solo se necesita un objeto pateable para poder jugar, para los ciegos solo es necesario poder meterle a dicho elemento algo que haga ruido (como una chapita de gaseosa por ejemplo) para despuntar el vicio. Nardone tuvo que luchar ante los prejuicios de los demás (incluido el de los propios padres de los jugadores), pero finalmente terminaría formando una escuadra que comenzaría a dar cátedra. Y sus frutos se verían en aquel maravilloso 2002, con él como seleccionador.
Los Murciélagos, desde entonces, se transformaron en una de las marcas deportivas más conocidas de la Argentina. Cualquier persona, incluso sin conocer nada acerca de los deportes paralímpicos, sabe quiénes son ellos, ya que supieron ganarse el corazón de todos de la misma forma que lo hicieron en aquellos 2000s las Leonas o la Generación Dorada de básquet. Aquel triunfo en Brasil les abrió las puertas para poder tener una mejor indumentaria, nuevos sponsors o hasta el poder entrenarse en el predio de Ezeiza.
Ángel Deldo, Froilán Padilla, German Muleck o Maximiliano Espinillo (el sucesor de Velo debido a su enorme categoría) fueron alguno de los grandes nombres que se fueron sumando con los años, mismos que vieron como la Argentina se llenaba de gloria ganando dos mundiales más (Buenos Aires 2006 y Birmingham 2023), unos Juegos Mundiales (2015), cuatro Copas América (1999, 2005, 2017 y 2022) o tres Grand Prix (2018, 2019 y 2021). Eso sí, todo ganado a pulso, ya que las ayudas solían escasear con facilidad.
A horas de enfrentar a Francia en la gran final de los Juegos Paralímpicos y tras vencer por primera vez a Brasil en este certamen (fue la primera caída de los vecinos en este torneo, mismo que habían obtenido siempre desde que entrara en el calendario paralímpico allá por el 2004 en Atenas) todo es alegría y esperanza. Sin embargo, debemos recordar que Los Murciélagos estuvieron muy cerca de no acudir a París. En un duro comunicado escrito en junio los jugadores manifestaron que “se nos llegó a decir que no estamos a la altura de otros seleccionados de gran prestigio, lo cual consideramos una falta de respeto a nuestro esfuerzo y trayectoria (…) Hemos recibido amenazas respecto a la posibilidad de que nos quiten las becas, lo cual nos pone en una situación de inestabilidad e intranquilidad constante y consideramos un abuso por parte de la comisión directiva”.
El comunicado también manifestaba que los jugadores necesitaban “enfatizar que somos una selección de élite y necesitamos trabajar y prepararnos en condiciones acordes a nuestro historial de éxitos y compromiso con dejar al país siempre en lo más alto” y que si no había una solución rápida y clara a sus pedidos el seleccionado no viajaría a los Juegos. Recién el 2 de julio tanto los jugadores como la Secretaria de Deportes, el Comité Paralímpico Argentino y la FADEC (Federación Argentina de Deportes para Ciegos) lograron llegar a un acuerdo para evitar lo que pudo ser un papelón histórico.
Ya en tierras galas el equipo mostró que los problemas habían terminado por mermar la forma de los futbolistas, que no llegaron a brillar como lo hicieran hace un año en Inglaterra. Ante Colombia y Marruecos solo se pudo rescatar un punto producto de sendos empates sin goles, mientras que a Japón se lo derrotó con un tanto de Osvaldo Fernández.
Es por ello por lo que el candidato en las semifinales era la todavía invicta Brasil, que había ganado con comodidad su zona y contaba con cracks de la talla de Nonato, Maicon o Ricardinho, posiblemente uno de los dos mejores futbolistas de la historia junto con Velo. El encuentro, disputado en el Estadio Torre Eiffel -por estar armado justamente a los pies de la icónica estructura- fue bastante duro, aunque con Brasil siendo el equipo más incisivo, obligando a Muleck a tener que intervenir de manera magistral en más de una ocasión. Pese a todo el cero no se movió del marcador y el encuentro terminó yendo a los penales. Y allí, por fin, los que festejaron fueron los Murciélagos gracias a que el remate de Ricardinho terminaría dando de lleno en el poste.
Tras lo ocurrido entre el Sub 23 dirigido por Mascherano y los locales llegará un nuevo partido en esta insipiente rivalidad entre ambas naciones. Para los galos ésta será su segunda final tras la disputada en Londres 2012. Mientras que para los de Antonio Figueroa será la tercera tras las experiencias en Atenas 2004 y Tokio 2020. Solo uno podrá hacer historia, aunque la Argentina se merece cerrar tantos años de heridas.
“Estos jugadores han marcado un hito en la historia del deporte para discapacitados. Han logrado que la gente comience a valorarlos como lo que realmente son: deportistas de alto rendimiento. Ese reconocimiento, ese cambio de conciencia social, ha trascendido a este equipo y se ha expandido a todos los deportes especiales. Los Murcielagos han hecho camino al andar y eso vale mucho más que cualquier medalla”, escribiría Vilariño en el 2014, aunque esta frase puede usarse hoy para un plantel que sigue emocionando por su forma de mover la pelota, defender con hidalguía, ensayar jugadas de ensueño y, sobre todo, dejar en claro que el fútbol, al final, si que es para todos.