Ensayos
¡NO ES NADA!

¡NO ES NADA!

Apenas empezó el partido, uno de los chicos me metió una trabada y me hizo caer. Vinieron mis amigos a preguntarme si estaba bien y, en eso, desde afuera, el profe Diego me grita:

—¡Dale, Martín, no es nada!

Y yo…

Yo escuché…

El profe me había dicho que no era nada.

Pero a mí me dolía. ¡Me dolía un montón!

Entonces, le pedí salir.

Mientras miraba el partido, me acordé de un sueño en el que me caía y me lastimaba la rodilla. Yo lloraba y mi mamá me decía:

—¡No es nada!

Entonces, venía mi abuelo Juan. Y empezaba:

—Cuando te duele algo, tenés que poner una mano en el corazón. Y escuchar. Así vas a saber si ese dolor es chiquito como un bicho bolita o grande como un camión con acoplado. Es de valiente sentirlo. Y no hacerse el tonto y mirar para el costado.

En el sueño yo me mataba de risa. Y mi abuelo Juan también. Pero después le hacía caso y me ponía una mano en el corazón. Y notaba que la rodilla me dolía. Entonces, la miraba a mi mamá y le decía:

—Mamá, ¿cómo que no es nada? Me acabo de golpear. Y me duele.

Mi mamá se quedaba pensando.

Entonces, al final, le decía:

—Lo que para vos puede ser nada, para otros puede ser un montón.

Y los tres nos matábamos de risa.

En eso, mi cabeza volvió al partido. El sueño, el dolor en el tobillo, los gritos del profe. ¡Necesitaba la paciencia de mi abuelo Juan!

Pero al toque me dí cuenta.

Me puse una mano en el corazón…

Y escuché…

Mi abuelo Juan estaba conmigo.

Había llegado el momento. Ahora podía entender.

Lo llamé al profe y le dije que no iba a volver a entrar porque me dolía mucho el tobillo. Y necesitaba parar la pelota.

El profe se enojó, pero después, cuando le conté todo lo que había pensado, me dijo que yo tenía razón.

—¡Dale profe, no es nada! —le contesté.

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