PASÓ BLATTER Y DIJO QUE ERA MUCHO
Bajan un ataúd de una ambulancia en el aeropuerto de Daca, capital de Bangladesh. Después bajan otro, y otro, hasta contar diez. Fueron personas que dejaron su ciudad natal para trabajar en Arabia Saudita. Ahora son cuerpos. “Se van con los sueños de su familia sobre sus hombros”, relató en marzo pasado el periodista y fotógrafo Pete Pattinson, “y ahora regresan en una caja de madera”. Sobre el féretro, un papelito: “Causa de muerte: natural. Autopsia: no deseada. Compensación: no”. Entre 2008 y 2022, unos 13.685 bangladesíes murieron “de causa natural” en la monarquía que organizará el Mundial 2034. Sólo en 2022 fueron 1.502, más de cuatro por día. Organismos de derechos humanos, en cambio, acusan la cifra a las condiciones inhumanas de trabajo y de vida, golpes de calor. La esclavitud moderna.
Algo similar experimentó Qatar en su Mundial. De aquí a los 10 años que restan para el suyo, Arabia también levantará sus fastuosos estadios con trabajadores inmigrantes del sur de Asia. El pueblo bangladesí, que se sumó a la euforia de la Scaloneta, aporta además mano de obra y muertos para la gran fiesta del fútbol.
“Si la FIFA ha aprendido algo”, advertía Ella Knight, de Amnistía Internacional, “es que debe prestar mucha atención a los riesgos para los derechos humanos antes de concederles la Copa Mundial”. La candidatura sacó una puntuación media récord de 4,2 sobre 5. La monarquía saudí reprime mujeres, criminaliza la homosexualidad, no respeta la libertad de expresión y hace uso permanente de la pena de muerte. Desde el inicio del año hasta su confirmación como sede en 2034, fueron ejecutadas unas 300 personas. Otro récord. En su evaluación, sin embargo, la FIFA de los derechos humanos (en 2017 “implementó” políticas al respecto) consideró de “riesgo medio” la situación en esa materia. Ante eso, el ministro de Deportes saudí, Abdulaziz bin Turki al-Faisal, invitó a “celebrar nuestra cultura”.
Australia quiso dar la pelea, pero Infantino le dio menos de un mes para preparar la candidatura. El presidente de la FIFA mantiene relaciones carnales con Arabia Saudita: le otorgó el Mundial de Clubes 2023 a cambio de un potente acuerdo con la petrolera estatal saudí Aramco. También desde allí llegarían fuertes inversiones (en transmisiones de streaming) para el chiche nuevo de Gianni: el super Mundial de Clubes 2025.
Lejos de la fastuosidad del salón suizo en el que sacaron los sobres de Rusia y Qatar, Infantino anunció a los nuevos anfitriones detrás de una pantalla. Una elección virtual. Insistió ahora con lo del “en un mundo dividido, ustedes han demostrado unidad” para justificar la decisión unánime: “Estamos aprendiendo a vivir con nuestras diferencias”.
Dan Roan, editor de Deportes de la BBC, escribió que “la única forma en que las asociaciones nacionales disidentes pueden expresar su oposición es abstenerse de aplaudir”. La federación noruega, de poco peso, se abstuvo en soledad. La suiza y la danesa votaron a favor pero en disidencia por el proceso de licitación y exigieron un monitoreo sobre DDHH. Reconocidos juristas le advirtieron a la FIFA –en una carta nunca respondida– que “está tratando con el diablo”. Alguna vez lo admitió un viejo secretario de la entidad, Jerome Valcke, luego cesado por corrupción: “Para organizar un Mundial, a veces es mejor que haya menos democracia”.
La poderosa asociación inglesa, por su parte, insinuó darle la espalda al torneo, pero fue acusada de hipócrita si a la vez participa en él. “Dios no permita que alguien en el fútbol acabe pareciendo un hipócrita”, ironiza Juan Brewin en The Guardian.
La Conmebol, en tanto, poco tiene para reprochar sobre la designación de Arabia. Quedó contenta porque en Sudamérica (Argentina, Uruguay y Paraguay) se jugarán 3 de los 104 partidos del Mundial 2030, que continuará en España, Portugal y Marruecos, país africano donde la homosexualidad es ilegal. Amnistía Internacional también cuestionó por falta de garantías de los derechos humanos a los Estados Unidos de Donald Trump, anfitrión principal de la próxima Copa del Mundo que ya se quedó con la Copa América 2024 (cuando no le corresponde por jurisdicción), el Mundial de Clubes 2025 (donde se metió de prepo al Inter de Messi), y hasta con parte de la sede de la FIFA. Además, media Premier League (el torneo más visto del planeta) es de dueños yanquis, lo mismo que el flamante campeón de la Copa Libertadores, el Botafogo de John Textor.
Tampoco AFA se hace mucho drama por las condiciones de países como Arabia. En su película Elijo creer, presenta a la vecina Qatar (en la voz de Darín) como una “nación con una visión audaz”, de “espíritu inquebrantable”. Si hasta hubo brindis y sonrisas, tras la designación, entre Chiqui Tapia y Karina Milei, separados por las SAD, unidos por las casas de apuestas (AFA tiene varios anunciantes del rubro y uno hasta lleva el nombre del actual torneo. El Gobierno puso en Niñez y Adolescencia, vaya paradoja, a un ex Codere; y sus legisladores se opusieron al proyecto que limita la publicidad de casinos online).
Volviendo a las designaciones mundialistas, justamente hubo un anfitrión que no ocupó las primeras planas como otrora: Qatar. Cuántos dolores de cabeza le trajo a la FIFA de Joseph Blatter. Ahora se quedó con los próximos cinco mundiales Sub 17. Pobre Sepp. Por mucho menos tuvo que renunciar y casi fue preso.