
UNA FIRMA DEL 10
El fútbol, un espacio acogedor
En las canchas del Bois de Vincennes, en la frontera oeste de París, en unos terrenos de tierra se reunían a jugar todos los sábados. Algunos habían llegado a Francia desde Costa de Marfil, Togo, Camerún, Senegal, Túnez, Argelia, otros de Irán o Afganistán. Participaban en un campeonato con la asociación Remise en Jeu que acompañaba los pedidos de asilo, proporcionaba refugio y ayudaba a conseguir alguna formación, o en el mejor de los casos, un empleo temporal.
El fútbol era un espacio de respiro que les permitía olvidarse de los problemas por un instante al aire libre, hiciera frío con esa llovizna caraterística del invierno de París, o bien el tierno clima primaveral a partir de abril. La jornada entregaba vestuarios con duchas, camisetas, pantalones cortos y botines, así como una confraternización alrededor de una vianda. El cronista de estas líneas venía jugando desde hacía unos meses en una modalidad de estudio de campo[1]. Observaba hasta qué punto el fútbol -como juego y como tema de conversación- era importante en las rutinas semanales de los participantes. Diego Maradona ocupaba un lugar especial en ese contexto. Algunos no lo habían disfrutado en su apogeo, pero lo tenían en un trono reservado. Lo percibían como a un héroe, alguien que se había entregado cuerpo y alma a este deporte.
Maradona en Marsella, 2009
En febrero de aquel invierno europeo, la selección nacional dirigida precisamente por Maradona se presentaría en Marsella. Mediante algunos malabares, conseguí la acreditación vía el periódico La Arena, de La Pampa. Pedí una camiseta de Remise en Jeu y surgió una osada idea. Tal vez conseguir un autógrafo podría ser especial para los jugadores de aquel campeonato.
Argentina estaba hospedada en un lujoso hotel con vista al mar, desde el cual se vislumbraba la isla de Frioul y el Château d´If. Al llegar, le pregunté a unos periodistas con quién se podía hablar para entregar algo al director técnico de la albiceleste. Me sugirieron a Fernando Molina, su asistente personal. En el ambiente se oía hablar francés, español, inglés, portugués, ruso, japonés y vaya saber cuántos idiomas más. Cada vez que surgía el rumor que Maradona iba a bajar, los corresponsales se apresuraban. Más que para el partido versus Francia, estaban congregados ahí por él. En medio de todo ese tumulto ubiqué a Fernando Molina. Le expliqué que había tomado un tren para ver si Diego podía firmar una camiseta para un grupo de jugadores sin hogar. Mientras le llovían pedidos me dijo: “Dame la camiseta y ven a buscarla mañana”.
En la conferencia de prensa, esa misma tarde, no cabía un alfiler. Maradona habló distendido, se lo percibía feliz. Entrada la noche, el estadio trasmitía ansiedad. El equipo argentino salió a calentar. Unos minutos después, apareció la silueta tan esperada. Cruzó el césped con pecho inflado. Luego pateó una serie de tiros libres. El público deliraba. Argentina ganó 2 a 0. El segundo gol lo hizo un joven Messi luego de una serie de gambetas. Cada vez que Maradona emergía a dar alguna indicación se multiplicaban los aplausos.
Al día siguiente, el volumen de corresponsales nada tenía que ver con el día anterior. Carlos Tevez se paseaba tranquilo por la planta baja. No tuve que esperar mucho para encontrar a Fernando Molina. Bajó y me entregó la camiseta. La firma del 10 brillaba como una orgullosa bandera flameando en su asta. El tamaño de la caligrafía era perfecto, como si Maradona la hubiera sellado. Molina dijo: “Diego les desea mucha suerte y los felicita por el trabajo”. Lo abracé y le expresé que toda mi vida estaría agradecido.
Un trofeo inesperado
Al regresar a París, como todo sábado por la mañana fui al Bois de Vincennes, pero sin que nadie supiera lo que cargaba en mi mochila. Con todos los jugadores ya reunidos para el calentamiento avisé que tenía una sorpresa. Al mostrar la camiseta se quedaron helados, algunos se abalanzaron para certificar que se trataba de su firma, otros pidieron sostenerla unos instantes y tomarse una foto. Samir, argelino, con lágrimas: “¿Te das cuenta? ¡Maradona!”. Walter, emocionado: “Toda mi infancia lo admiré, era mi ídolo, si muestro esta foto a mis amigos en Camerún no me creerán”. Hermann, oriundo de Costa de Marfil, reflexionó: “El mejor futbolista de la historia se tomó el tiempo de regalarnos una firma”.
Más tarde, el presidente de Remise en Jeu, Benoît, comunicó que para el sábado siguiente había reservado un complejo de fútbol 5 para presentar oficialmente la camiseta a una serie de invitados. Llegado el momento, reunió a los jugadores, entrenadores, periodistas y personas cercanas a las asociaciones presentes. Anunció que Maradona había bendecido al proyecto. Toussaint, originario de Benín, tomó la palabra: “-Maradona no aceptó dar entrevistas a la televisión francesa, pero cuando le hablaron de nuestro proyecto no lo dudó”.
De ahí en más el trofeo en tinta negra plasmado en la tela blanca de algodón y nylon quedó en manos de Remise en Jeu. En cada jornada importante aparecía para que los presentes pudieran acreditar una foto. El atuendo transitó así por las reuniones de candidatura para organizar un Mundial de personas sin hogar en París. En las jornadas de rechazo a la miseria todos los 17 de octubre. En instalaciones de la Alcaldía parisina, en los Consejos de Administración y en las Asambleas de Remise en Jeu. Durante la Copa del Mundo para las personas sin hogar, realizada a los pies de la Torre Eiffel, lució en uno de los stands bajo atenta supervisión. Los curiosos que preguntaban por ese autógrafo. Los jugadores de Palestina exclamaban con euforia ¡Maradona, Maradona!
El recuerdo
En el Mundial Brasil 2014, gracias a la generosidad de Víctor Hugo Morales, estuve una tarde donde estaba hospedado Maradona. Se comportaba como un pibe, tal como alguna vez lo definió el antropólogo Eduardo Archetti. Para ese entonces, el campeonato que solía frecuentar en el Bois de Vincennes no existía más. Algunos de sus antiguos participantes contaban ya con sus permisos para residir en Francia. Trabajaban intermitentemente en el sector de la construcción y se reunían a jugar por su cuenta. El 25 de noviembre de 2020, aquel fatídico día en el que los noticieros anunciaban el fallecimiento de Diego, recibí desde Francia la foto de aquella camiseta en mi número mexicano. ¡Los recuerdos no se manchan!
[1] El estudio que se convirtió en la tesis: La Homeless World Cup et le Championnat de lutte contre l´exclusion sociale en France. Analyse de parcours d´exception. Doctorado en sociología, EHESS-Paris, 2011.
Este texto està dedicado a mi madre, Laura Josefina Trejo Campos.