LA CALLE, NUESTRA CANCHA
El hombrecito de pelo alborotado se para frente a un auditorio de personas que representan distintas formas de poder en el mundo económico y político. Su sueño nunca fue jugar un Mundial. Apenas, en algún momento de su juventud, defendió un arco. Ahí estaba, dispuesto a todo, convencido de entrar a la historia aunque fuera por unos instantes.
Se paró y dijo lo que viene repitiendo hace un tiempo, no mucho. En apenas dos años de participaciones televisivas permanentes y redes sociales que supo alimentar con sinsentidos y odio, mucho odio, el hombrecito es elegido presidente de Argentina en elecciones democráticas. Ungido por el voto del pueblo decide avanzar y arrasar, en nombre de una libertad que es una farsa. No sabe, o no le interesa saber, que apenas es, una circunstancia de la historia y un penal a favor de los pavorosos y cada vez más grandes intereses económicos.
Vocifera y entre su lista de enemigos del mundo le dedica unos segundos al feminismo, al cambio climático y a la “agenda de sangre del aborto”. Destila resentimiento, saca su masculinidad rancia para referirse al orden natural y a la equidad entre géneros que, desde sus ideas, vendría dada desde el origen de la humanidad. Apoyado en sus pies pequeños, a pesar de que intentó hace unas semanas demostrar que no lo eran, alertó al mundo poderoso sobre el peligro que corre Occidente, como si toda la historia universal empezara a correr a partir de sus ideas, tan pequeñas como sus pies.
El feminismo en Argentina supo ser el primer movimiento en enfrentar las políticas represivas y de ajuste de su padrino y colaborador Mauricio Macri. El movimiento de mujeres protagonizó hace unos años, una de las mayores gestas callejeras de las que se tenga memoria. En un país que sabe de luchas, de batallas cotidianas, de levantarse y de volver a andar. Que sabe de Memoria, Verdad y Justicia.
Los gobiernos van y vienen. Distintos avatares de gestiones son los que atraviesan, con mayor o menor presencia del Estado, indispensable para equilibrar la balanza. Los movimientos políticos y sociales siempre estamos. Para impedir los retrocesos. Para encontrar en la fuerza colectiva la posibilidad de ser nosotras y nosotros. Con identidad y soberanía, con nuestros clubes, con nuestros barrios, con nuestra música. Esa que nunca se cansa de cantar quienes somos.
El hombrecito de pies pequeños odia la forma de organizarnos y de juntarnos. Defenestra sin argumentos, grita, se indigna. Nosotras, nosotros, nos reunimos en mesas largas. Nos peleamos, discutimos, reímos, lloramos, vivimos.
Julieta Lanteri, Cecilia Grierson, Alicia Moreau de Justo, Eva Perón, Hebe de Bonafini, Estela Carlotto, Nora Cortiñas… lista que no termina de la selección feminista en la que todas y todes jugamos, con aciertos y errores, con la cabeza levantada buscando los espacios.
Nuestra cancha será la calle. Volveremos a ser muchas y muches. No somos moda, nos empuja y sostiene la lucha de millones. No somos enemigas de nadie. Somos quienes queremos vivir en un mundo más justo, sin privilegios. Y pensar en la política como la herramienta que en manos de la comunidad hará posible la equidad.
Sin feminismo no hay justicia social. Por todas, por todes. Nos vemos el 24. El partido acaba de empezar.