JUSTO AHORA
Ahora, justo ahora, cumplo cinco años y mi papá me da la camiseta de Perfumo. Y quiero devolverle la mirada de hombre encantado que le brota porque ve mi felicidad con esa camiseta y, lo juro, aunque quiero, no puedo. No puedo devolverle la mirada a mi papá y no a causa de que ya soy abuelo y me quedan lejos los cinco años. Ocurre que ahora, también justo ahora, tengo la existencia abrazada al pie derecho de Roger, y porque disfruto de los oídos endulzados por el eco de una multitud que afinan la palabra campeón, y porque conservo todavía mi cuerpo cansado, pero el corazón se me fuga y ya no le pertenece a mi cuerpo, no le pertenece a nada, es un corazón libre que vuela como si la felicidad consistiera en ser corazón y volar en este día. Y, aun así, aunque inclusive Costas viene hasta el pie de la tribuna en la que respiro hace infinitas horas, mi papá me sigue mirando con mi camiseta de Perfumo de pibito de cinco años mientras Racing, mi Racing que es mi Racing desde los días de esa camiseta, celebra, en Asunción, la Sudamericana, y mientras mis gentes amadas me envían mensajes que condensan la ternura del mundo y mientras mis hijos me lloran en los hombros sus llantos mejor soñados. Y mientras tiemblo. Tiemblo como en el estreno de la camiseta de Perfumo. O tiemblo porque mi mamá me besa los rulos canosos como lo hacía cuando no eran canosos y mi Racing perdía un partido. Tal vez los besa en este instante porque me ve un brillo que no es mi brillo sino el reflejo de lo que brilla la copa que alza mi club. O porque ahora, justo ahora, tampoco puedo devolverle esos besos. Pasa que canto: «Los momentos que viví, todo lo que yo dejé, por seguir a la Academia». Y cuando canto eso canto sin parar. Pero mi mamá me besa igual. Y me enfoca y me dice «Dale, campeón». Y yo, entonces, me acerco a mi papá y de nuevo estreno la camiseta de Perfumo. Y les grito gracias a mi papá, a mi mamá, a Perfumo, a los jugadores que festejan la gloria acá adelante, a la multitud que afina, al aire de Asunción, al corazón libre, a la vida que se hermosea y me guiña un ojo, a mi Racing y a mis hijos, que ahora, justo ahora, me prestan los hombros para que yo también me ponga a llorar.