BRAIAN TOLEDO: APUNTAR AL INFINITO
Jueves 8 de agosto del 2024, 15.25 horas. Stade de France. Salen a la pista los finalistas de lanzamiento de jabalina y entre ellos se encuentra él, uno de los seres más queridos de la República Argentina. Uno a uno van pasando todos los participantes, lanzando marcas realmente excepcionales, siempre por encima de los 85 metros. Pero el de Marcos Paz no tenía miedo, pues ya sabía lo que era estar en ese terreno. En Río 2016 había sorprendido al mundo al terminar en el décimo lugar y cinco años después, en Tokio, había avanzado hasta el sexto puesto, llevándose un más que merecido diploma olímpico. Pero iba por más. A sus 30 años estaba en la cúspide de su talento, ya había conseguido romper con sus propias marcas e incluso llegaba como subcampeón panamericano. Ahora solo era cuestión de enfocarse, mirar al horizonte buscando una buena marca y lanzar con la esperanza de hacer historia…
Braian Ezequiel Toledo nació un 8 de septiembre de 1993 en Marcos Paz, provincia de Buenos Aires. Había llegado a este mundo en el seno de una familia carenciada, con una madre que lloraba por no saber si podría darles de comer a él y a sus dos hermanos menores (su padre los dejó cuando Braian tenía tan solo nueve meses de vida).
Para Toledo, el refugio ante esta situación terminaría siendo el colegio, donde se ponía a realizar deportes. Y es que, a decir verdad, todo se le daba bien. Aunque sería en los Torneos Bonaerenses en donde terminaría demostrando su potencial como lanzador de jabalina, llamando la atención de los entrenadores que estaban allí, por lo que su siguiente destino estaría en el Enard.
«En mí infancia jugué al fútbol entre los seis y los doce años”, expresaría Toledo en una entrevista que le realizaron desde World Athletics cuando recién se estaba dando a conocer al mundo . “A los doce años comencé con el atletismo. La jabalina me llamó la atención y le pregunté al entrenador si podía comenzar a lanzar. Una vez que comencé, el entrenador me dijo que no podía hacer fútbol y atletismo. Fue entonces cuando decidí continuar con el atletismo. Supongo que porque era algo diferente; algo que realmente me interesaba”.
A los nueve años conoció a quién sería su entrenador, Gustavo Osorio, quién al ver que tenía algo especial lo invitaría a formar parte de su grupo de entrenamiento. Desde entonces se volverían un duo inseparable.»Lo adopte como un hijo más y ahí lo fuimos educando. Vivió en casa mucho tiempo y se fue formando como persona», contaría en TyC Sports.
Braian entrenaba en un óvalo que hicieron en el año 2000 en Marcos Paz, donde el campo estaba partido ya que allí estaban unas vías de tren. No estaba preparada para la competición, pero al joven talento aquello poco le importaba, porque estaba poniéndose a punto para empezar a desplegar en su carrera. «Cuando estábamos en un campo de entrenamiento en Formia, Italia, le mostramos algunas fotos y videos de nuestro campo de entrenamiento a Yelena Isinbayeva. Ella no podía creer cómo podemos entrenar aquí” manifestaría el argentino.
Su crecimiento fue explosivo, alcanzando su primer record nacional en La Plata, en un torneo Sub 16 (57,64m), mismo al que había llegado tras un largo viaje en moto junto con Osorio y sin haber comido nada en todo el día. Pero al año siguiente, en el Mundial Juvenil de Bressanone (Sudtirol, Italia) conseguiría alcanzar los 73,74m en su quinto intento de la final, alcanzando el último lugar del podio. Le bastó aquel lanzamiento maravilloso para darse cuenta de que su vida cambiaría para siempre.
En el 2010, y mientras se preparaba para los primeros Juegos Olímpicos de la Juventud que se realizarían en Singapur, viviría otro momento estelar, lanzando nada menos que 89,34m el 6 de marzo en Mar del Plata, consiguiendo de esta forma un récord juvenil (no homologado por la World Athletics debido a que en estas categorías las jabalinas son un poco más livianas).
Ya en tierras asiáticas alcanzaría la final en su primer intento, donde lanzó 73.90m, aunque gracias a su quinto intento (77.27m) terminaría como el mejor de las eliminatorias, enviándole un claro mensaje a sus competidores: él había llegado para llevarse toda la gloria. Y lo consiguió el 22 de agosto en el Estadio Bishan, donde ya con su primer intento (81.78m) destrozó a la competencia, obligando incluso a cuatro de los ocho participantes a alcanzar sus mejores marcas personales para poder hacerle algo de sombra. Para ese entonces Toledo tenía tan solo 16 años de edad y un futuro más que brillante.
Al año siguiente, en los Panamericanos de Guadalajara, conseguiría llegar hasta los 79,53m -ya con una jabalina más pesada- y terminaría llevándose nada menos que el bronce, algo que lo clasificó para sus primeros Juegos Olimpicos. En Londres no podría superar el corte, terminando en el puesto 28 gracias a su mejor intento (76,28m). «En los Juegos Olímpicos no me fue como quería; sabía que tenía más para dar pero no se me dio. Lo disfruté mucho, me hicieron crecer mucho, pero fui un espectador, no un competidor, cosa que no va a volver a pasar. Vi a los mejores, que son de carne y hueso como yo, no son de otro planeta», le contó a La Voz. Estaba claro que el bonaerense no se quedaría de brazos cruzados, sino que los seguiría abriendo para lanzar cada vez más alto y más lejos.
El camino rumbo a Río lo tuvo ganando los Sudamericanos Sub 23 del 2012 y 2013 y siendo segundo del Sudamericano de Mayores de Lima en el 2015, antes de finalizar en el cuarto lugar del Panamericano de Toronto, donde consiguió una marca de 77.68m. Pero antes de los Juegos conseguiría su mayor hazaña, ya que en el Mundial de Beijing terminaría décimo, si, pero con su mejor registro: 83.32m.
En el Estadio Olimpico de Río, en el 2016, conseguiría meterse en la final en el último lugar (el 12º) gracias a un segundo intento de 81.96. En la gran final no pudo quedar entre los ocho que tendrían tres lanzamientos extra buscando las medallas, pero finalizaría en el décimo lugar con un intento de 79.81m.
Toledo, que había sufrido la pobreza y varios maltratos siendo chico, había conseguido dejar en claro que ya no iba como espectador a los torneos, sino que ahora intentaría dejarlo todo para ganarlos, como ocurrió en el 2017 en Asunción, donde terminaría quedándose con el primer lugar en el Sudamericano. Para ese entonces ya no había discusión: él era uno de los mejores, sino el mejor, atleta de la Argentina. Tan fuerte era su presencia que incluso hasta la mismísima multicampeona Yelena Isinbayeva lo ayudaba a mejorar constantemente, otorgándole su amistad cuando Braian era todavía un juvenil.
Antes de la pandemia llegarían una lesión que lo apartaría de las pistas por un tiempo, una mudanza a la ciudad de Kuortane en Finlandia para seguir perfeccionándose y retornos a su querida ciudad, donde recibiria constantemente el amor de los suyos. Lamentablemente el sueño de Braian se terminó apagando una triste noche. Él había vuelto al pueblo para regalarle utiles escolares a unos familiares (como contó su novia, Sofía Lamarque, especialista en tiro y que solía acompañarlo en sus viajes, aunque aquella vez no había podido estar con él), pero la noche del 26 de febrero del 2020 ocurrió lo peor: Toledo sufrió un accidente fatal con su moto por no haber visto una loma de burro recientemente puesta y mal señalizada.
El luto se hizo carne en todo el ambiente deportivo del país aquel día, ya que Braian era un ser sumamente querido por todos sus compañeros y rivales debido a su calidez y excepcionalidad como ser humano. Se nos iba un hombre en esa trágica noche, pero nacía una leyenda. Lamentablemente no podremos saber que hubiera pasado tanto en Tokio como ahora en París, aunque si podríamos presuponer una cosa: él dejaría su alma en aquellos torneos, ya que era algo propio de su personalidad.
«El infinito es no ponerte límites. Yo puedo soñar con lanzar 90 metros, pero no me tengo que limitar a eso. Tengo que apuntar al infinito. El infinito es hasta donde llegue, sean 88 o 95. El infinito es donde cada uno puede llegar. Recién cuando termine mi carrera voy a poder decir ‘el infinito era eso’. El infinito será todo lo que pude hacer, el infinito es haber dado lo máximo de mí» manifestó alguna vez, además de expresar que su pico lo podríamos ver entre Tokio y París. El destino quiso que esto no fuera así, aunque seguramente su espíritu si haya participado en los Juegos.