
CAMISETA MEMORABLE
Rebeldes y soñadores, hombres de fuertes vínculos con la Patagonia, Osvaldo Bayer y Osvaldo Soriano arrancaron mal su relación. En sus inicios como periodista, al Gordo le encargaron una nota sobre Severino Di Giovanni que copió descaradamente del libro que Bayer le dedicó al militante anarquista fusilado por el régimen de Uriburu. Enterado, el autor lo llamó para cantarle las cuarenta. No se hablaron más hasta que coincidieron en el exilio en Alemania. Allí, ya amigos, nació la famosa anécdota en que Bayer le dijo aquello de “no sé cómo podés ser hincha de un club que tiene el nombre de un cura”, por San Lorenzo; y que días después, Soriano contraatacó con “no sé cómo podés ser hincha de un club que tiene el nombre de esos adminículos con los que rezan las viejas”, en alusión a Rosario Central.
Bayer –cuyo monumento en Río Gallegos fue derribado por Vialidad Nacional, el organismo que el Gobierno de “la memoria completa” no usa para hacer/arreglar rutas y sí para dar rienda suelta a su odio– podría presumir hoy ante Soriano de la camiseta que usó Central ante River, con la estampa del pañuelo de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Iniciativa de La Memoria es Central, espacio de derechos humanos del club de Arroyito, el canaya usa ese símbolo en el pecho ante cada 24 de marzo desde 2019. También lo usaron Lanús, Argentinos Juniors y Temperley. Alguna vez lo lució el arquero Nahuel Guzmán en Newell’s.
Para respaldar su iniciativa, desde La Memoria es Central recordaron que en las tribunas del Gigante “se gritó hasta el hartazgo en los tiempos del horror aquello de «se va acabar, se va acabar la dictadura militar»”. Tomás Labrador, referente de ese espacio y de Hijos Rosario, y cuya familia fue atravesada por el horror de la dictadura, también celebró: “Central juega de Memoria. Qué orgullo”. Su familia, –en Palmiro Labrador y Miguel Ángel Labrador, padre y tío– figura en la lista de socios canayas desaparecidos.
Soriano, de infancia en el sur, tiene mucho de la Patagonia en su obra literaria. Cuarteles de invierno es para él su mejor libro, y a su vez –se queja en 1989–, es del que menos se habla. Novela ambientada en la dictadura militar, un boxeador en decadencia y un cantor de tango son sus protagonistas. “Creo que se debe a que es un enjuiciamiento implícito a la sociedad argentina de aquellos tiempos cuando cerraban los ojos al genocidio”. Y agrega que “sólo las Madres de Plaza de Mayo rompieron el cerco de silencio en torno al terrorismo de Estado”.
Pero si hasta en democracia, aunque reducida a su mínima expresión, persiste ese “silencio de los cementerios”, como dijo el Gordo en una Feria del Libro. El sábado a la noche en el estadio Monumental, la transmisión televisiva oficial hizo caso omiso al indisimulable pañuelo en la camiseta auriazul. Un “estridente silencio”, lamentó el periodista rosarino y dirigente político Carlos del Frade, que “define la mediocridad intelectual y la bajeza espiritual de los que transmiten” el partido.
Supongamos que no existan camisetas que hablan, sí existen camisetas que dan que hablar, pese a las omisiones. Como existen y cobran vigencia autores pese (y gracias) a la censura.
Entre su vasta obra, Bayer escribió Fútbol Argentino. Además de repasar viejas glorias, hazañas y fracasos, el historiador cuestiona allí el avance del negocio en el fútbol (y también en la dictadura), “en nombre de la tan cacareada libertad de comercio, que en el fondo es la única libertad que les interesa”. En el prólogo, Soriano aclara: “No es otro Bayer éste del fútbol, es el mismo que ha comprometido su vida y su obra para que los argentinos conozcan la verdadera historia, tan ajetreada y deformada”. Una caricia para este Cuervo y este Canaya, las bibliotecas de los clubes de los que son hinchas llevan sus nombres.
En 1996, Soriano viajó a Rosario y charló de fútbol, para el ciclo televisivo Tercer Ojo (TyC Sports), con otro centralista: Roberto Fontanarrosa. Las camisetas invadidas por la publicidad fue uno de los temas de conversación. “Hay camisetas que han perdido identidad”, se quejaba el Negro por los diseños. Cuando se emitió el programa, al año siguiente, el Gordo ya había muerto. Ninguno de ellos pudo ver este pequeño pañuelo que lucha en la camiseta por la identidad, contra las marcas, contra el mercado. Y, sobre todo, contra el olvido.