
CANTANDO AL SOL
Nora Cortiñas está en la Plaza de Mayo después de morir. Fallecer, en definitiva, es una situación más. Triste, sí, aunque la curiosidad debería indicarnos que no hay ninguna imagen suya llorando de angustia. Nora Cortiñas siempre sonríe, en presente, porque el pasado le cabe a los corazones que no se sienten.
Gerardo Szalkowicz, su biógrafo, dice que “ella transformó ese dolor para encarar la vida con alegría. Logró defender la alegría como una trinchera, como decía Benedetti”.
Memoria, verdad y sonrisa. Nora Cortiñas no pierde porque sigue ahí: la forma fotográfica, por cierto sonriente, es solo un detalle. Una imagen vale, a veces, mil sentidos: no hace falta respirar para estar presente en una ronda. Su ronda. Hoy es jueves.
Razones
Si uno tuviera que pensar un esquema de los organismos más importantes de derechos humanos de la historia argentina, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas no puede faltar. Nacido en Córdoba antes del comienzo de la dictadura, en enero de 1976, se desarrolló mientras el número de desaparecidos iba subiendo de un centenar a decenas de miles. Uno de sus valores fundamentales está, lógicamente, en el nombre. El concepto de “razones políticas” es un grito de lucha: perseguido, encarcelado, torturado y asesinado aquel que pelea por un mundo mejor. El organismo se destacó peleando en las penumbras con solicitadas públicas, manifestaciones e incluso una reconocida volanteada a la luz del público el 14 de junio de 1978, antes de un Francia-Italia en el Estadio Monumental, por el Mundial de fútbol.
Más conocida posiblemente sea la historia de las Madres, reunidas desde abril de 1977 en Plaza de Mayo sin jamás abandonarla, hasta encontrar a todos y cada uno de los hijos y los hijos de sus hijos. Mujeres como Nora Cortiñas, Elia Espen, Hebe de Bonafini, Lidia Stella Mercedes Miy Uranga (Taty Almeida), se reunían y transitaban el dolor de no saber. Un policía les dijo “circulen” y ellas, como si luchar fuera pintar, dieron a nuestro mundo el mejor óleo sobre tela.
Lo mismo vale para las Abuelas. El 24 de noviembre de 1976, María Isabel Chorobik de Mariani, mejor conocida como “Chicha”, tejía para su nieta Clara Anahí. Nunca más la vería, pero sí decidiría que había que juntarse con otras madres que se encontraran en la misma situación. Para luego pensar que tenía que organizarse con aquellas que tuvieran hijos de hijos sin conocimiento de su paradero. Para luego empalmar con historias como la de Nélida Gómez de Navajas, Enriqueta Estela Barnes de Carlotto y 11 casos más en 1977 que en 1983 serían 190. Para luego formar una agrupación que se llamara Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos que posteriormente se resumiera a Abuelas de Plaza de Mayo. Para luego lograr no solamente poner un grito en el cielo sino generar una política de concientización y el impulso del Banco Nacional de Datos Genéticos y avanzar en la recuperación de niños y niñas apropiados que hoy llega al número 139.
Otros organismos también hicieron historia. H.I.J.O.S, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, la Asamblea Permanente, la Liga por los Derechos del Hombre, el SERPAJ, el CELS, los organismos que hoy forman parte del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.
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Mirta Israel, militante de Hermanas y Hermanos Detenidos, Desaparecidos y Asesinados por el Terrorismo de Estado, agarra un megáfono y dice: “hoy como todos los jueves”. La frase tiene un peligro interpretativo: hacer lo mismo siempre puede ser rutinario y aburrido. Pero el espíritu de la entonación sugiere otra cosa. “Vamos a hacer la ronda de las Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora”. Genera hasta envidia: ¿cómo será repetir lo mismo y que sea, una y otra vez, algo especial? No es para cualquiera. En la reja que bordea el contorno de la caminata hay telas con forma de pañuelo que portan nombres de detenidos desaparecidos, así como consignas, que van desde la apertura de los archivos hasta el pedido por la restitución de identidad.
—Carvalho, Luis Alberto— se oye con volumen.
—Presente— responde el coro.
La mujer se transforma en la portavoz de un camino, monótono pero sumamente emocionante, en el que durante un lapso de más o menos media hora un grupo de gente camina alrededor de la Pirámide de Mayo, en la plaza que homenajea al mismo mes, al compás de un ritmo peculiar. El rol de Mirta consiste en mencionar uno por uno los nombres de compañeros detenidos-desaparecidos, prolijamente escritos en orden alfabético en un cuaderno con tapa, anillado. Cada nombre vociferado se acompaña con un “presente” al unísono. Parece un grito de guerra, pero es solo una indicación de que cada uno está ahí.
Los tiene anotados y los va diciendo en orden. Cuando ya pasa un tiempo y hay que terminar, marca la hoja doblando la punta. Y el jueves que viene se vuelve a empezar desde ahí. “Vos pensá que esta ronda tiene más de 40 años”, dice Mirta, que solo recuerda una interrupción durante la pandemia, que igualmente las encontraba en un zoom, como no, todos los jueves. En efecto, son 48 años de ronda de Plaza de Mayo, desde el 30 abril de 1977. Curiosa lección: en los tiempos en los que la “realpolitik” desborda discursos transformadores, calificados normalmente de utópicos e izquierdistas, un grupo de mujeres enfrentó a un ejército de genocidas y caminó, caminó y caminó hasta que la Memoria, la Verdad y la Justicia fueran el apellido de un país y el apodo de un pueblo. A veces, muchas veces, retomar es la tarea.
Estado y luchas populares
“El tema de no perder los derechos humanos es no perder los derechos humanos desde lo más elemental de hoy en día. Estamos peleando por el derecho a manifestarnos, el derecho a circular, el derecho a estar, el derecho a ir a pelear por nuestros derechos”, comenta Mónica, del Archivo General de la Memoria.
Es evidente que los organismos que pelearon contra la dictadura jugaron un papel de movilización contra la impunidad una vez finalizada la dictadura. Desde el cartel de “No hay Democracia Sin Derechos Humanos” de “Familiares” en la asunción de Alfonsín, las Marchas de la Resistencia, las movilizaciones y escraches en los años noventa, la presión política para el enjuiciamiento y encarcelamiento de una parte de los cómplices del terrorismo de Estado. También en la construcción de valores de identidad que permiten, hoy en día, enfrentar a la dictadura y todas sus herencias: frente a un gobierno negacionista, un nieto recuperado es un acto político. Esto, que se construye hoy, es lo que permitió que se llene la Plaza de Mayo contra el “2×1” en la época macrista o que Jorge Julio López haya sido bandera, más allá de esfuerzos discursivos oficialistas de la etapa.
Hay un debate claro, en los organismos, sobre el rol del Estado pero, más precisamente, sobre la independencia política que hay que tener de él. Carlos “Sueco” Lordkipanisse, detenido desaparecido en la ex ESMA y militante del Encuentro Cachito Fukman y del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia, dice: “Siempre existieron esas diferencias. De hecho, el 24 de marzo hay dos marchas desde hace 18 años. El tema es coincidente con un hecho político ocurrido en el país que fue la asunción de un modelo de gobierno denominado kirchnerismo, que se dio una política hacia algunos organismos de derechos humanos. Éstos, de alguna manera u otra, perdieron su independencia. Existió otro sector que se opuso en función de que los derechos humanos los violan los gobiernos”. El Sueco recuerda, por ejemplo, la imposibilidad de esos organismos de luchar contra la Ley Antiterrorista, promulgada por Cristina Fernández de Kirchner.
Lucía García Itzigsohn, militante de HIJOS La Plata, plantea que siempre hay una discusión para hacer una marcha en conjunto pero que “algunas organizaciones, por algunos matices, entienden que no”. “Igualmente -indica- no nos parece algo ni grave ni central. Es importante que se movilice gente masivamente y que muchas personas que no son militantes sientan el compromiso democrático de participar y estar”.
Gerardo Szalkowicz recuerda algo que marcaba Nora Cortiñas: “Nora siempre decía que cualquier persona puede ser partidaria y simpatizante de cualquier gobierno, pero que como organismos de derechos humanos era fundamental la independencia política”.
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La caminata va sumando gente y la voz de Mirta es la flauta de Hamelín. La tropa, se respeta, tiene su humilde conducción política. Elia Espen se esfuerza pero no le pifia a ningún “presente”. Se mueve en una silla de ruedas gris y se viste con un jean largo hasta el tobillo, zapatillas Fila, su pañuelo histórico, una campera blanca y una camisa roja y azul. Ella no se queja del calor de febrero pero quienes la conocen la cuidan: la tapan con un paraguas rojo y blanco de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Lleva colgada, del cuello y del corazón, una foto de Hugo Miedan, su hijo, con la fecha de su desaparición: 18-02-1977. Ya terminada la ronda, Elia acerca el cachete porque dice que no escucha. Reprocha políticamente a las injusticias (“¿dónde están los jueces?”, dice, irónicamente). Comenta, también, que detesta que los pibes no tengan para comer.
—Cassataro Hector Daniel.
—Presente.
El peregrinaje circular incorpora, una y otra vez, a las luchas de todo tipo del pueblo argentino y mundial. Hay referencias contra el fascismo, en alusión al gobierno de Javier Milei: «Tenga memoria, no sea facho». Flamean banderas palestinas contra el genocidio del Estado de Israel. Un grupo de personas pide por la absolución del periodista australiano Julián Assange. En la radio abierta del final hay un saludo a todos los brigadistas que están en la Patagonia luchando contra el fuego. También hay menciones al pueblo kurdo. Siempre aparecen las referencias contra el ajuste. Los reclamos sobre las jubilaciones. En un nuevo aniversario del “Operativo Independencia”, hay un repudio a Isabel Perón. Cada ronda es un foco de otras luchas.
Puentes
—¿En qué cambió tu vida la desaparición de tus padres?
Lucía García Itzigsohn dice que esa pregunta apareció en los juicios de lesa humanidad. Intentar responderla, cada uno a su modo, permitió “dar cuenta de las marcas transgeneracionales del genocidio en nuestro país”.
La agrupación Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S) nació formalmente en la Semana Santa de 1995 en un campamento de Río Ceballos (Córdoba), cuando familiares que tenían generalmente en común la pérdida de sus padres en la última dictadura decidieron un nucleamiento propio. Según el sociólogo Santiago Cuesto Rúa, organismos como HIJOS “fueron actores clave en la denuncia del terror estatal. Su militancia fue decisiva para visibilizar, tanto a escala local como internacional, el horror de la represión ilegal llevada a cabo por la dictadura —y en alguna medida por el gobierno anterior—. Además, estas organizaciones fueron centrales en el armado de redes de relaciones interpersonales, de contención mutua, fundamentales para el sostenimiento emocional de esas familias destruidas por la represión”.
Además del factor contención, ya en el nombre, opuesto al silencio y al perdón, se ve un objetivo: visibilizar lo invisible. García Itzigsohn recuerda que en aquella época la coyuntura trabajaba en esa orientación: “El origen es en el contexto del menemismo, con la impunidad, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final vigentes, los indultos y estas discusiones anuladas en los medios de comunicación”.
En ese sentido, ella destaca dos instancias fundamentales como aportes de la agrupación. La primera, famosa: “Nosotros creamos como herramienta de denuncia el escrache, que era una acción política que consistía en investigar el prontuario de un represor, ubicar donde estaba viviendo, visitar el barrio los días previos y, el día del acto, ir a la puerta de la casa por una manifestación. En La Plata íbamos con una murga, tocando de fondo. En la puerta, un compañero o compañera leía un texto en el que se desarrollaba quien era la persona. Nuestra consigna era: no hay justicia, hay escrache”. Hacer ver lo que no se ve. La militante recuerda los testimonios de los juicios, también, como un elemento fundamental para construir “puentes” en tanto sus abuelas, por cuestiones biológicas, se iban muriendo.
Destaca hoy las campañas de difusión y comunicación, así como también recuerda la consigna que tenían cuando empezaron con todo esto: “Lo imposible solo cuesta un poco más”.
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¿Cómo se hace para afrontar el dolor sin perder la sonrisa? La dictadura, para vivir, destruía linajes familiares enteros. Las familias de luchadores los reconstruyeron, paradójicamente, con el mismo sentido del lado opuesto: luchar es vivir. “La moralización se mantiene porque cuando uno pone el cuerpo, pero además lo pone colectivamente el dolor se reparte de otra manera. La angustia se reparte de otra manera. No es la soledad, no es lo individual, es lo colectivo. Esa es la alegría de estar juntos, la alegría de saber que seguimos sosteniendo banderas justas, por la Memoria, Verdad y Justicia. Y eso nos mantiene vivos, nos mantiene bien”, comenta Mirta. Catalina Guanini, fundadora de Familiares, madre de tres hijos desaparecidos y dirigente del Partido Obrero, decía que dejaba en su casa una caja con sus sentimientos, que volvía a atender al llegar.
—Chiaravalle Juan Carlos.
—Presente.
Tantos jueves, ¿cuántos jueves más se pueden? Mirta responde sobre cómo será el último. “Va a ser un jueves triunfante, no un jueves de dejar la lucha”. El último jueves es el que falta para vencer. O sea, el que viene.
Tortura
“Vas a la derecha, doblas ahí, caminas por la callecita y llegás. Te lo marco en el mapa”. La Casa de la Identidad es un edificio gestionado por Abuelas de Plaza de Mayo en los terrenos de la ex ESMA. Hay silencio en el predio: el día anterior el gobierno de Javier MIlei censuró un recital del cantante Milo J y el ambiente todavía hace sonar el escarmiento. En la puerta principal te da la bienvenida el logo de la organización, con una especie de medialuna que hace brillar tres palabras. Identidad. Familia. Libertad.
Es 1985. Miguel “el Tano” Santucho tiene 10 años y vuelve a Argentina, lugar del que se fue con su padre Julio, perseguido, luego del secuestro de su madre. Nélida Navajas de Santucho lo lleva a la sede de Abuelas para que sus compañeras conozcan al nieto del que tanto les habló. Miguel, pispeando, observa algo que le cambia la vida. “En el librito de los casos de las Abuelas me encuentro una foto de mi mamá y al lado una foto en blanco que decía: ´nene o nena nacida entre enero y febrero del 77´”, cuenta ahora en su oficina, que lo tiene como integrante de la Comisión Directiva de Abuelas.
“Para mi, en parte, el proceso de búsqueda fue una tortura”. El Tano cuenta que es ansioso y que cada momento que pasaba sin encontrar a su hermana pensaba que era más difícil. ¿Cómo es un proceso de restitución? Es colectivo, en principio, no sólo por vocación sino por materialidad: no se puede ni nadie quiso buscar una persona en particular. Abuelas cuenta con el equipo legal, de abogados, el de difusión, que es prensa, tiene la parte de investigación, las filiales y la administración. También el espacio de presentación espontánea, que recibe los llamados. Los hermanos o familiares, cuenta el Tano, no pueden estar en la parte de investigación, para no generar falsas expectativas.
Es un trabajo social, lógicamente, que incluye no solamente cada proceso puntual sino la confrontación con el proyecto político y económico de la dictadura. “El motivo por el que estamos acá es encontrar a los nietos. Más allá de eso, hoy es una demostración muy fuerte, frente a un gobierno negacionista, salir a plantear con cada hecho que esto es lo que pasó realmente. No se puede negar lo evidente”.
El Tano cuenta que sus compañeros le tuvieron que pedir que por favor dejara de abrazar a su hermano Daniel cuando restituyeron su identidad, en julio del 2023 . “Se va a ir”. También que, si bien el tiempo perdido no puede recuperarse, sí se puede mirar para adelante y aprovechar. Miguel explica que, cuando murió el apropiador de su hermano, lo llamó triste, porque no paraba de pensar que se había ido de este mundo sin pagar. Del otro lado del teléfono le dijeron que se quedara tranquilo, que pagó acá y que por eso pasó lo que pasó.
Frente al desfinanciamiento de los órganos gubernamentales (de hecho, a Miguel le bajaron el sueldo en términos reales a la mitad), tuvieron que aparecer otras fuentes de financiamiento. “Se acabó el curro del gobierno, ahora es el curro de las tazas y las agendas”, se ríe, mientras muestra una mesa llena de productos para vender. Apuestan, además, a la donación, algo que permite, según su concepción, una campaña de legitimación social. La mayor parte de la sociedad, sostiene Miguel, está a favor de las políticas de Abuelas.
Ser libre es saber lo que pasó. Que es pelear por el linaje. Que es luchar contra eso que quisieron borrar pero que no pudieron.
Identidad. Familia. Libertad.
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Cuando el megáfono dice el último nombre de la tarde, el ritual termina. “30.000 compañerxs detenidxs desaparecidxs, presentes. Aparición con vida de Jorge Julio López. Hasta la victoria, siempre”. El “venceremos” se abre paso con la fuerza del todos juntos.
La finalización de la jornada se da con una radio abierta en el gazebo, cerca de donde actualmente reposan las cenizas de Nora Cortiñas que, una vez más, no necesita respirar para estar. Mucho más que una foto. Hay una repartija del micrófono y una invitación a que el jueves que viene vengan todas las personas invitando a un integrante más a la ronda.
Elia Espen lee. Después de los aplausos, vuelve a tomar el micrófono y le pide a todo el mundo que se ponga a cantar “Como la Cigarra”, de María Elena Walsh. Y entonces la ronda termina con algunos versos tirados al viento. “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo sigo aquí resucitando”.
Entrevista publicada en nuestra revista especial en papel: Con la esperanza entre los dientes. Comprala acá.
Foto: Germán Darío de los Santos.