Ensayos
EL GOL QUE GENERÓ UNA PANDEMIA

EL GOL QUE GENERÓ UNA PANDEMIA

Hace cuatro años el covid-19 encerró al mundo. Nadie lo sabe, pero el planeta entero se dio
vuelta por un par de cosas muy sencillas: un gol y el amor de un hincha en la tribuna.

“Que el mundo se venga abajo”. 1

Lo dice. Está en una tribuna y lo dice. El éxtasis no permite medir las palabras. Ni su
significante ni su concepto. A veces es legítimo pedir cualquier cosa por una alegría
efímera, poco relevante. El valor, discutido por un sinfín de escuelas económicas, pierde los
parámetros lógicos en los momentos de éxtasis y de agonía. Podemos decir cualquier cosa
si sentimos, aunque sea falsamente, que nuestra vida está en peligro. La del señor lo
estuvo. No de verdad, pero lo estuvo.

Cuando Walter Montoya pegó una pelota en el travesaño, durante el primer tiempo, el
hincha percibió que el trámite tendría complicaciones. Pero las evidencias de tal hipótesis
quedaron más expuestas cuando Gabriel Arias metió la mano afuera del área para impedir
un gol de Independiente. Ley del último hombre. Roja. No hay arquero. En el primer minuto
de la segunda mitad, un manotazo que pareció codazo dejó a su equipo con nueve.

Faltaban jugar 44 minutos.

La cosa se complicaba con un partido jugado casi completamente cerca de su arco. Lo
aquejaba la paternidad. Veintidós partidos lo separaban de su rival en el historial. Es cierto
que en los últimos años la cosa venía cambiando, pero la sensación de fracaso próximo
primaba. La ilusión de un “dos a uno con goles del ídolo Lisandro López” quedaban atrás:
tres tapadas de Javi García fueron la comprobación empírica de que el empate estaba bien.
Todo hasta que a Marcelo “Chelo” Díaz le tiraron una banana que, según la leyenda, le dio
fuerzas para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Minutos después, le tiraron un
pelotazo largo a Darío Cvitanich.

Lo que no sabe en el momento en el que dice que cambia un encuentro de fútbol por el
futuro cercano de la humanidad es que el destino lo desafía en serio. Y en serio es en serio.
Un mes después de la tertulia, el planeta vivirá cambios y angustias. El mundo se dará
vuelta. Habrá masacres. La vida dejará de ser como era. Todo cambiará.

Vendrán meses y años de mirar la vida por la ventana. De recordar la tribuna, el asado, el
encuentro familiar con un anhelo del pasado. Como un rincón de la memoria. La
normalidad será el encierro y el aire siempre estará afuera. Igual que el sol. Las salidas a
pasear al perro serán un hecho disfrutable, como las compras del supermercado. Nuestra
vida estará limitada entre cuatro paredes y, quizás, solo por momentos, en un radio de
cuatro o cinco cuadras.

La fortuna del rebote fue un detalle en el camino del héroe. Cvitanich se impuso y tiró el
centro atrás. Lolo Miranda la dejó pasar con un gesto casi artístico. La pelota le quedó al

“Chelo” Díaz que hizo del tiempo infartante una virtud: la frenó y acarició el balón con pierna
derecha. Estruendoso el sonido del aire, como si el cielo de los dioses lanzara oraciones a
la eternidad. Racing 1 – Independiente 0. Ese día y para siempre.

Entonces el señor, atado a la vida y al cemento de la tribuna, lanza las palabras al cielo de
Avellaneda. “No me importa nada, que el mundo se venga abajo”. La frase pone al desnudo
un sentimiento, limitado por suerte: que la vida termine ahí. Y sí, hermano, porque en el
minuto 86, el volante central, figura, entró al área de sorpresa y la mandó a guardar. De
local, contra ellos. Con nueve. Que termine la vida ahí hermano. Y sí.
El tránsito del hincha es así: dar todo sin esperar nada. Es el amor incuestionable,
impagable, sublime. Es, también, un estado: por noventa minutos solamente importa una
tribuna, un equipo, una camiseta. Amor.
Un mes después de aquel 9 de febrero del 2020, la pandemia del COVID – 19 cambiará al
mundo. Cuarentena, enfermedad, malaria, encierro. El mundo se vendrá, casi literalmente,
abajo.
Cuando el partido termina dice lo que dice. ¿Es culpable? A cantarle a Gardel. Él está ahí,
con la sonrisa enmarcada y las lágrimas acariciando al viento. Si alguien le dijera lo que va
a pasar, no se arrepentiría. Diría la frase de vuelta.

1. Si bien el autor no recuerda la fecha, la idea del cuento proviene de una frase que utilizó el
periodista Ezequiel Scher en Cenital.

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