JUEGOS OLÍMPICOS EN CLAVE DE ESI
La nueva edición de los Juegos Olímpicos representa una oportunidad para problematizar algunas prácticas deportivas que, según la perspectiva de la Educación Sexual Integral, se encuentran naturalizadas e invisibilizadas.
La ESI aspira a una educación sin violencias, basada en el cuidado del cuerpo, el respeto por la diversidad, con perspectiva de género y en clave de Derechos Humanos.
La carrera de un deportista profesional inicia a muy temprana edad, bajo un entrenamiento intensivo, precoz y altamente rutinario. En ocasiones, debe alejarse de su casa, de su familia y abandonar la escuela para hospedarse en una pensión cuando todavía es menor de edad.
Crecer en un ambiente que prioriza el rendimiento, señala los errores y sanciona las caídas… ¿forma parte del universo infantil?
La dimensión del tiempo y el entrenamiento intensivo precoz
Las fechas de los torneos, la planificación anual, la preparación física, la pretemporada, son aspectos que se encuentran impuestos por les entrenadores, los clubes, las asociaciones y federaciones. Les niñes ingresan en este circuito de competencias que van estructurando el día a día de su práctica. Cada clase tendrá una finalidad: arribar al resultado esperado. En la inmensa mayoría de los casos lo esperado es ganar.
En lo que respecta al entrenamiento, existe una tendencia a transmitir los gestos del deporte mediante un acondicionamiento rutinario y rígido donde la imagen de la acción a realizar proviene del exterior y es copiada y repetida por el deportista. Cada gesto es segmentado mediante cálculos y análisis biomecánicos, como si se tratase de una máquina. Con la pretensión de inculcar la técnica correcta para que aprendan lo más pronto posible y comiencen a competir. Esta especialización temprana les empuja a la disciplina, el metodismo y rigor técnico, las órdenes de lxs entrenadorxs, las reglas, lxs juradxs, lxs jueces.
Niñeces sometidas a este tipo de entrenamiento van creando condiciones internas de supervivencia que les permiten mantener una estabilidad frente a las cargas cada vez más feroces y restrictivas. Se desarrollan las capas musculares externas frente a aquellas que se ocupan del sostén interno. Se acostumbran a moverse bajo la imposición de las formas legitimadas que les adultes establecen, según los parámetros de evaluación de resultados. Aquello que surgía por curiosidad, por un genuino placer de la acción, adviene prescripción, deber, sacrificio, voluntad.
Los objetivos se encuentran “arriba y adelante”, y el modo más eficiente de arribar a ellos es la línea recta. Sin tiempo para procesos singulares, los espacios internos empiezan a reducirse. Las cavidades articulares se coaptan y carecen de amplitud para moverse libremente. Van fijándose a las formas preestablecidas bajo mensajes binarios, ceros y unos, aquello que está bien o mal, para arribar a lo esperado.
Si podemos pensar al movimiento de un modo más amplio, como la manera que poseen les niñxs para expresar su subjetividad, su ser con el mundo, su vinculación con las personas, con la naturaleza, con los objetos que lo rodean. Para construir sus posibilidades de hacer, de sentir y de pensar, el deporte competitivo, su concepción del tiempo y sus mecanismos de entrenamiento, limita y restringe los grados de libertad de los movimientos. Un cuerpo preparado para rendir por sus producciones, evaluadas en términos de éxito y de fracaso, sin apropiación.
Tempranamente, les pequeñes aprenden las reglas del deporte: el movimiento debe producir ganancia. Más rápido, mejor. Cualquier sensación que entorpezca la dirección de los resultados deberá deslegitimarse. Esto incluye los lazos con la dimensión afectiva, el propio cuerpo y el cuerpo de les otres.
Si aprender implica curiosidad, pregunta, deseo de experimentar sin ser sancionado, estos mecanismos de entrenamiento tienen importantes implicancias en el desarrollo de la expresión personal y del pensamiento propio. Niñes y adolescentes se van moldeando, como plastilina, bajo esos efectos fragmentarios y alienantes.
El tratamiento de las lesiones
Es muy común que frente a una lesión se habilite niñes o adolescentes a participar de la competencia utilizando analgésicos o inhibidores con posibles consecuencias en la misma lesión que se está recuperando. También deben continuar con la preparación física, sin involucrar la zona afectada, de modo de “no perder” el ritmo. Suele ocurrir que sean lxs mismos niñxs o adolescentes quienes no quieran dejar de competir o de entrenar, como iniciativa propia.
Bajo estas condiciones, lxs deportistas, poco a poco, se acostumbran a callar: “Atleta de salto con garrocha se accidenta durante la competencia y debe recibir oxígeno por el dolor causado por la lesión. Nadadora se desmaya y cae al fondo de la pileta y es rescatada por su entrenadora. Fondista colapsa unos metros antes de llegar a la línea de meta y es trasladada en silla de ruedas al hospital. Jugador de fútbol se descompensa y convulsiona en pleno partido”
¿Entrenar en alto rendimiento representa una práctica respetuosa? ¿Por qué les deportistas se lesionan? ¿Existe una sobrecarga en estos niveles? ¿Acaso se encuentra instalado, visto como “malo”, “flojo”, “falto de valentía” aquel/aquella que exprese un dolor y deje de competir por ello? ¿Están legitimados aquelles que se la bancan igual, aunque les duela? ¿Es un refuerzo sobre el estereotipo de masculinidad?
Las lesiones sufridas en la infancia o adolescencia perduran en el tiempo, algunas de por vida. Las secuelas o dolores residuales son frecuentes y dañan conexiones fundamentales. Hernias discales en toda la columna, protusiones, pubalgias y lumbalgias crónicas, tendinitis, fracturas mal curadas, microtraumatismos, entre tantas otras, dejan sus perdurables marcas.
Si las experiencias que les niñes y adolescentes atraviesan durante su desarrollo producen subjetividad, los golpes, las caídas, los dolores, las lesiones, también.
El saber no ocupa lugar, el cuerpo sí
Las restricciones alimentarias y el control del peso constituyen una de las prácticas más cuestionables del deporte profesional. Abundan los relatos de atletas que, para “estar en peso”, recurren a todo tipos de prácticas: no comer durante un día entero, salir a correr si comió de más o vomitar antes del control. También los castigos deportivos por estas fluctuaciones que, por lo demás, son muy comunes en quienes se encuentran en pleno crecimiento. Cuerpos “vigilados” que deben ingresar en los parámetros establecidos. De otro modo, se castigan y se desechan.
Sostener las preguntas
Los Juegos Olímpicos representan una oportunidad para continuar interrogándonos:
¿Qué valores se priorizan en la competencia? ¿Es lo mismo jugar que competir? ¿Qué es ganar? ¿Qué gana quién gana? ¿Qué es triunfar? ¿Qué es perder? ¿Qué pierde quien pierde? ¿Por qué les ganadores suben a un lugar más alto? ¿El deporte es un juego? ¿Se puede pensar la experiencia infantil en términos éxito o fracaso? ¿Quién/quienes fracasan?
¿El deporte profesional está pensado en clave de derechos? ¿Qué sucede con quienes “no fueron seleccionados”? ¿De qué depende que un deportista ocupe o no un lugar en la Selección Nacional? ¿Las prácticas deportivas competitivas se encuentran centradas en el niñe, en sus necesidades y desarrollo?
Para finalizar, una invitación a reflexionar acerca del tiempo. La duración de las cosas, su fugacidad, los deseos, las prioridades, las imposiciones, las elecciones. Las horas de entrenamiento que demanda un deporte de élite para un niñe en desarrollo, en detrimento de otras experiencias, puede ser una manera de acercarse a lo más humano de quienes ocupan un lugar en el seleccionado nacional. De la pregunta de qué están hechos los superhéroes, a pensar a lxs deportistas como sujetos dentro de una trama compleja y repleta de paradojas.
Así como el punto fijo no puede prescindir del horizonte para distinguirse, y para aprender la alegría es preciso experimentar la tristeza, ganar puede estar compuesto, también, por innumerables pérdidas…