Ensayos
LA DAMA DE FIERRO

LA DAMA DE FIERRO

Hay quienes consideran al ajedrez como un simple juego, un pasatiempo, una distensión a la tensión mental que suele ejercer las presiones, un suspender la vida para sumergirse en la fantasía de jugar, pero ¿nos puede decir algo un juego a cerca de una persona? Hay un efecto de trasluz, teatro de sombras. Cuando alguien se compenetra y se enlaza algo de su inconsciente, muestra su personalidad en estado crudo, sin más limitaciones que las reglas donde nos delimita el juego. Y como en el ajedrez no hay azar, como aquel ajedrez originario donde la estrategia se combinaba con dados, ni contingencia porque las posiciones mal que mal se disponen con el juego de cada uno, del juego emerge ciertas características, uno es lo que juega. Entonces sucede que la persona proyecta, cuenta con movimientos de trama literaria ajedrecística lo que a veces con palabras es más difícil de decir.

Cuando llegué a la casa Simón Rodríguez (Residencia Semicerrada, Penal Juvenil), la televisión encendida murmuraba de mañana y tarde, inclusive en el almuerzo. Algunos tenían sus momentos de acompañamiento escolar, a uno le gustaba dibujar y Gabriel pasaba mucho rato frente al televisor, solo esperaba que pase el tiempo. Tenía otro perfil que los chicos con los que convivía. Él estaba cursando quinto año en una secundaria cerca de Parque Patricios pero había discontinuado su cursada por el hecho que había detenido su vida. Nunca me habló de su situación legal, yo tampoco le pregunté en concreto. Todos los días se comunicaba con su madre, que se encontraba en el penal de Ezeiza. Directamente no participaba del taller, se encerraba y no hablaba con nadie. En algunas ocasiones, la rabia se apoderaba de él y destruía todo lo que se encontraba al alcance de su habitación. De a poco fue abriendo su historia, la traba emocional, aquello que lo acosaba. Yo sí estaba al tanto, había leído su legajo y había intercambiado con el equipo técnico. Lo curioso fue que no me lo contó con palabras, sino desde la trama literaria que emergió del tablero de ajedrez.

Empezó de cero como todos sus compañeros. no conocía el movimiento de la mayor parte de las piezas, Inclusive algunos nombres los confundía, nunca le había prestado atención. Tan solo era eso, porque capacidad le sobraba. Progresaba semana a semana y me pedía que le dejara problemas de jaque mate en uno, en dos, también aceptaba de tres movimientos. 

Un día le recomendé que no saliera con la Dama, para andar recorriendo todo el tablero y después volverla a la posición inicial. Es más peligroso para vos que para el contrincante y además es una pérdida de tiempo. Tiempo tengo, respondía y probaba situaciones, todas con la Dama. A las semanas, no sacaba la Dama, pero su juego continuaba girando sobre la pieza, ahora la sobreprotegía. Es el momento, ya tenés el juego desarrollado. No, es peligroso, no quiero correr riesgos, sentenciaba. Cuando estaba animado y agresivo, salía a cazar con su Dama piezas sueltas. Todo su juego lo centraba en su Dama. Yo trataba de proponer distintos elementos para enriquecer su juego pero también buscaba entenderlo, respetar el estilo, aquella búsqueda genuina por donde él intentaba, aquella modalidad donde él se reconocía y desplegaba efectos. En definitiva, el ajedrez moderno, que nació en Valencia alrededor de unos quinientos años atrás fue el que le dió el dinamismo al juego. Su antecesor, el ajedrez arábigo, era más pantanoso. Al tener la lenta Alferza, que movía de una casilla en diagonal, y no tener el alcance de la Dama, el juego era más predecible, como cuando uno duda de cambiar Damas en el comienzo de la partida para que el juego no vaya con freno de mano, perdiendo la sorpresa que propone un ataque de columnas, filas y diagonales a la vez. Vos jugás a la “Rabiosa” (cuando el ajedrez Valenciano pasó a Italia y convivían los distintos ajedreces, se ponían de acuerdo con qué reglas se iban a enfrentar. Porque era muy común que se apostara, y donde hay espadas y dinero sobre la mesa, a la menor diferencia corría sangre. Se lo denominó a la “Rabiosa”  por la velocidad y la adrenalina que posibilitaba el nuevo juego). Y él se reía, sí, a veces me pongo rabioso. ¿Por qué moviste la Dama que no la amenazaba ninguna pieza?, ¿no viste lo urgente?, que el peón te amenazaba el Caballo. Sí, pero no me importa, yo siempre voy a defender a la Dama, afirmaba Gabriel sin dudarlo.

Vamos todos, repitió la madre. Es peligroso que se queden solos en casa. Son muy chiquitos. Y partieron los dos chiquititos, Gabito con sus dieciséis y la madre que se calzó la campera grande. El chiquito del medio se puso a llorar porque Gabriel solo le daba la mano al más pequeño, con la otra sujetaba, debajo de su piloto, un fierro de obra. Ni se te ocurra usarlo dijo la madre y ustedes dos se quedan uno en cada esquina y avisan, no se distraigan. Y entraron a la disquería. La madre desenfundó el caño que estaba dispuesto a usar. El comerciante titubeó e hizo un movimiento inesperado, extraño, impredecible, peligroso, lo definió Gabito unos meses más tarde en la Residencia donde cumplió su condena. 

¿Qué es lo que enlaza dos hechos? ¿La realidad ata los nudos de las acciones humanas y las sirve en bandeja? ¿Qué herramientas pedagógicas permiten pensar al educador, analizar, sacar conclusiones para generar estrategias y poder acompañar? El mundo lo interpretamos necesariamente con metáforas, las palabras no se desprenden de las cosas. El ajedrez como juego del inconsciente, como metáfora de la vida, propone un medio oculto que permite llegar al pensamiento, a las preocupaciones pero fundamentalmente al deseo de los jóvenes.

Autor

  • Agustín Teglia

    Licenciado y Profesor en Sociología (UBA). Educador en área Penal Juvenil (CABA) y en el Centro de salud mental Sumay Simi. Publicaciones: Caballito de Troya (2020), Editorial Marat. La hoja en blanco (2022), Editorial Santa María.

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