
LA INDUSTRIA DE FABRICAR HIJOS E HIJAS EXITOSOS
La certeza de que un niño cree en lo que dice y hace un adulto la podemos poner de manifiesto con uno de los ejemplos más universales de todos los tiempos. El niño cree que hay un ratón llamado Pérez que recoge sus dientes y les deja plata debajo de su almohada, lo cree sencillamente porque un adulto, su referente, se lo dice. Los niños nos creen, confían en nosotros, los adultos y bajo esa premisa es que no debemos engañarlos y ser cuidadosos en el uso de las palabras.
Para poner en palabras escenas típicas que se suelen observar frecuentemente en canchas de fútbol infantil citamos solo algunos ejemplos que suceden delante de los niños o niñas, tanto los que se destacan en un deporte como delante de aquellos que no.
“Te falta fuerza, tenés que correr más, tenés que dar más pases, no se la des a tu compañero que no la devuelve, hoy hay que ganar, sos un perro, hay que bajar la panza, tenés las piernas flaquitas, todos los padres hablan de lo bien que jugas, te voy a llevar a otro club porque sos muy bueno”. etc.
En la primera práctica de fútbol que el niño hace en el club, su papá se acerca a otro papá que integra la subcomisión de fútbol infantil y se da el siguiente diálogo:
-Hoy es el primer día que traigo al pibe mío.
-¿Cuántos años tiene?
-Ocho años recién cumplidos.
-¿Es la primera vez en un club?
-No, empezó en uno, a los seis años, estuvo seis meses en ese club. Eran muy competitivos y no lo convocaban casi a ningún partido. Era una categoría ganadora. Después me lo llevé a otro club que queda un poco más cerca de casa. Ahí estuvo hasta hace 15 días. Lo convocaban, pero lo ponían cinco minutos solamente y al final del partido.
Pasados tres meses de este diálogo, el hombre se llevó a su hijo de este tercer club, porque decía que, si bien jugaba todos los partidos de titular, el equipo era malo y no ganaban nunca y el nene se frustraba.
Este contexto que a primera vista pareciese un cuento, es hoy en día una realidad repetida en las primeras infancias deportivas.
Padres que trasladan sus frustraciones a hijos que solo quieren jugar.
Poniendo en debate el ser, el parecer y el pertenecer.
Padres que buscan para sus hijos un entorno de éxito deportivo (ganar) descuidando las formas.
¿Sirve formar parte de un equipo competitivo en la niñez siendo nuestro hijo un niño con algunas dificultades a la hora de la práctica de cierta disciplina deportiva?
¿De que sirve pasear a un niño por diferentes clubes a la edad de jugar y comenzar a sentir pertenencia?. ¿En qué momento el niño se siente parte de un equipo?
Estas y otras preguntas comienzan a circular en las ligas de fútbol infantil impulsadas muchas veces por el formato del torneo. ¿Es justo que un niño o niña dispute semifinales y finales a los 8 años de edad?
El domingo habrá un ganador, todos se sacarán una foto y las redes sociales de sus padres estarán colmadas de comentarios y “me gusta”. ¿Con el subcampeón sucede lo mismo?, ¿o el segundo, es el mejor de los perdedores? ¿y el tercero?
Los niños comienzan cada vez más a temprana edad a formar parte de una industria futbolera, algunos clubes excluyen por peso, talla o habilidades a niños en primera infancia. Y de la misma manera los van cotizando en una falsa bolsa de comercio.
Estas fábricas de futbolistas encubiertas bajos los carteles de Club Social y Deportivo, en épocas de individualismos, contratos, preparadores físicos y tácticas, empujan muchas veces a los padres a ser cómplices de algo que lejos queda de lo lúdico y divertido.
Los niños que se destacan futbolísticamente hablando, en muchos de los casos pasan a ser una mercancía. Se les hace un seguimiento, se los vincula con clubes de otras provincias, se contratan productoras audiovisuales para grabar partidos y entrenamientos, se les crea, en algunos casos, perfiles de redes sociales donde alcanzan importantes cantidades de seguidores. En definitiva, se les invita a quemar etapas.
Algunos dirigentes de clubes barriales aseguran que muchas veces son los mismos padres los que exigen resultados deportivos bajo la amenaza de llevarse a los niños a otro club. Lo que genera una discusión interna dentro de los clubes donde empieza a primar la idea del éxito resultadista.
¿Cuándo arma equipo un director técnico? ¿Cuándo gana un campeonato, cuando juega un fútbol vistoso o cuando uno de los niños invita a su cumpleaños a los amiguitos de fútbol?
Estos interrogantes no encontrarán las respuestas en este texto. Esta columna solo nos interpela como adultos, como padres, como eslabones de una cadena de fabricar hijos exitosos, aunque a la corta o a la larga terminen siendo empleados del súper de la esquina.