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LA NADADORA QUE CAMBIÓ LA PILETA POR LA BARRICADA

LA NADADORA QUE CAMBIÓ LA PILETA POR LA BARRICADA

Se celebraron en el mismo estadio donde acaba de coronarse campeón de Europa, pero en 1936 España no dio el presente en los Juegos Olímpicos de Berlín. Hay un documental cinematográfico cuya introducción trasciende la mirada exclusivamente deportiva y vincula el acontecimiento que había organizado la dictadura nazi con el culto griego a la belleza del cuerpo. Fue concreción de Leni Riefenstahl, la cineasta que entronizó el régimen y se titula “Olympia” (1938). Después de la apertura poética, se detiene en el desfile de algunas delegaciones en la ceremonia de inauguración: la británica, la italiana, la estadounidense, la francesa, la austríaca y obviamente, la alemana, entre otras. No se advierte comitiva española alguna.

No sólo deportistas locales hicieron el saludo que identifica al nazismo al pasar frente al palco donde se alojaban las autoridades. Sorprenderá advertir la cantidad de brazos en alto en la delegación francesa. Desde las alturas de la tribuna, Adolf Hitler respondió complacido y sonriente la gratitud de los representantes de su país y la de ciertos foráneos. Todavía hoy estremece ver las decenas de miles de espectadores con sus brazos hacia adelante, en gesto de adhesión al líder y a la ideología que exactamente tres años después, se lanzarían a destruir a los mismos que convocaban. Los Juegos de la IX Olimpíada -tal su denominación oficial- se concretaron bajo el lema “¡Llamo a la juventud del mundo!” Desde 1939 en adelante, fueron millones de jóvenes los que dejaron su vida entre las ruinas de Stalingrado, en los campos de concentración y exterminio o en los bombardeos a grandes ciudades.

En 1936 tal vez nadie pudiera augurar la magnitud del baño de sangre que se aproximaba, pero experiencias de reclusión ya se registraban en el país anfitrión desde 1933. Dachau comenzó a funcionar ese año para “prisioneros políticos”, sobre todo comunistas y partidarios de otras expresiones de izquierda. Para no ser cómplice de la propaganda nazi, el gobierno de la Segunda República se abstuvo de participar de la cita berlinesa y organizó sus propios juegos, que debían comenzar el 19 de julio de 1936. No pudieron concretarse porque el día anterior se perpetró el golpe de Estado que daría comienzo a tres años de guerra civil en España. Aquellos y aquellas que padezcan cinefilia podrán dar fácilmente con la película de la talentosa Riefenstahl.

Olimpíada del Pueblo

En febrero del año olímpico, el Frente Popular había triunfado en las elecciones españolas. Así se llamó al acuerdo electoral que sellaron Izquierda Republicana, Unión Republicana, el Partido Socialista, el Comunista, el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) y otras agrupaciones. Contaba con el apoyo de la Unión General de Trabajadores (UGT), en un contexto en el que la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) eran capaces de movilizar a decenas de miles de obreros y obreras, como quedaría de manifiesto a partir del 19 de julio, cuando al alzamiento golpista se respondió con el inicio de una revolución.

En Cataluña, el entendimiento de izquierdas se llamaba de otra manera y tenía como fuerza significativa a Esquerra Republicana. El propósito de boicotear a la IX Olimpíada surgió de la Sportintern, es decir, la Asociación Roja Internacional de Deportes y Gimnasia, que se había originado en 1921 en la Unión Soviética. Asumió el reto de organizar los juegos alternativos a los nazis el Comitè català pro esport popular y con espíritu diferente al estándar, se convocó a participar a través de delegaciones nacionales, regionales y locales. Cada país podía enviar hasta tres representaciones por deporte, de manera que pudieran competir pueblos sin organización estatal. Finalmente, se inscribieron alrededor de 6.000 deportistas. Las delegaciones más numerosas fueron las de Estados Unidos, Francia, Países Bajos, Bélgica y Argelia, entre otros orígenes nacionales. También quisieron estar presentes elencos de judíos exiliados o deportistas de regiones como Alsacia, Cataluña, Galicia y el País Vasco. Inclusive hubo representaciones de Alemania e Italia, que se conformaron con atletas que, por sus ideas políticas o a raíz del racismo vigente, estaban marginados por el nazismo y el fascismo.

Pero la Olimpíada Popular no llegó a celebrarse. En Barcelona, el 18 de julio “la CNT tomó por asalto varios depósitos de armas, incluido el viejo buque prisión Uruguay, fondeado en el puerto, convocó una huelga general para el día siguiente, y se preparó para la lucha”, escribió el historiador británico Hugh Thomas en su obra de dos volúmenes “La Guerra Civil Española” (Grijalbo – 1976). Transcurría una apacible tarde del verano mediterráneo, pero “de repente, las multitudes dejaron de parecer compuestas por personas despreocupadas que disfrutaban del fin de semana, para convertirse en grandes grupos de obreros armados y, en los aparatos de radio, la música de baile dio paso a una serie de urgentes incitaciones a la acción”. A las 4 de la mañana del día siguiente, trascendió que tropas del Ejército se dirigían en dos columnas hacia la Plaza de Cataluña, centro neurálgico barcelonés.

“Los soldados habían sido despertados muy temprano en los cuarteles y habían recibido una generosa ración de coñac. A unos se les dijo que tenían que ir a aplastar un levantamiento anarquista, y a otros que iban a desfilar por la ciudad en honor de la Olimpíada del Pueblo, un festival organizado por las izquierdas para oponerse a los Juegos Olímpicos oficiales que estaban a punto de iniciarse en Berlín”, añade el texto de Thomas. Pero “en vista de los acontecimientos, la Olimpíada del Pueblo había sido cancelada la noche anterior, aunque ya habían llegado unos miles de visitantes extranjeros”. La mayoría optó por retornar rápidamente a sus lugares, pero alrededor de 200 eligieron permanecer y ser partícipes de la historia. Entre ellos, una nadadora suiza de 28 años: Clara Thalmann.

En la Columna Durruti

Ante la conmoción que provocó el alzamiento militar, la deportista tuvo que dejar las piscinas de lado y se sumó a las barricadas. La que sigue fue la atmósfera a la que tuvo que acostumbrarse: “hacia las nueve de la mañana se inició un imparable contagio revolucionario, mimético y masivo, curioso y audaz, que al mediodía se habían convertido en un fenómeno de masas, que arrojó a la calle una inmensa muchedumbre que quería participar a toda costa en la batalla de Barcelona contra el fascismo, enfebrecida por el temor a perderse la ocasión de intervenir de la forma que fuese en la ya segura victoria popular”, escribió Agustín Guillamón en su libro “Barricadas en Barcelona” (Lazo Ediciones – 2013). Más allá de cierto ánimo festivo que días después se generalizó, no se trataba de un divertimento: “contabilizados ambos bandos el saldo fue de unos cuatrocientos cincuenta muertos -en su mayoría cenetistas- y miles de heridos. En treinta y dos horas el pueblo de Barcelona había vencido al ejército”.

Clara (su apellido paterno era Ensner) no quiso quedarse en la retaguardia y se incorporó a la Columna Durruti, la formación miliciana anarquista que pocos días después del triunfo marchó hacia Zaragoza, donde los sublevados habían tenido éxito. La fuerza inicialmente se compuso con 2.500 milicianos, entre los cuales se conformó el Grupo Internacional. Las mujeres extranjeras eran una minoría, pero allí estuvieron cara a cara frente al enemigo. Cuando muchos años después escribió sobre sus experiencias, la nadadora se despojó de toda aureola heroica y señaló que “apenas se consideraba una pionera o incluso una feminista”.

Al igual que George Orwell, no pudo sustraerse a las diferencias que se agudizaron entre las distintas corrientes que participaban de la lucha antifascista. Para 1937 se había acercado a los Amigos de Durruti, núcleo que surgió en oposición al decreto del gobierno que militarizó las milicias sindicales y ante las vacilaciones de la CNT. Cuando la revolución perdía impulso, la organización llenó las paredes de la ciudad con su programa, en el que se destacaban dos puntos: “Todo el poder a la clase obrera” y “Órganos democráticos de obreros, campesinos y combatientes, como expresión de ese poder obrero, al que llaman Junta Revolucionaria”, consignó Guillamón.

Clara participó de las tristes Jornadas de Mayo (1937) y al acentuarse la represión al interior del bando republicano, junto con su marido Pavel intentaron huir, pero fueron apresados e interrogados. Harta de que le pidieran nombres, la deportista suministró los de varios que ya habían caído, para irritación de sus captores. Después de varias tratativas, la pareja fue liberada y probó suerte en Francia, no podían regresar a Suiza porque enrolarse en las milicias fue penado por la ley. Llegaron a París con la ropa y los zapatos que habían usado en las trincheras, pero encontraron apoyo por parte de los anarquistas de la capital francesa.

Cuando finalizó la hecatombe que habían anticipado los Juegos Olímpicos de Berlín, Clara y Pavel se instalaron en Niza. Allí dieron vida a una suerte de comuna que fue lugar de peregrinación para jóvenes libertarios (en el sentido auténtico del término), que querían conocerlos, cautivados por su vida de leyenda. Su corazón dejó de latir en enero de 1987, casi 50 años después del principio del fin en España. Hasta donde pude observar, no hay película alguna que documente su interminable lucha. Nunca dejó de bracear en dirección a la libertad.

Autores

  • Nació en Buenos Aires, pero vive en Bariloche desde 1991. Es periodista, licenciado en Ciencias Políticas y escritor. Hizo sus primeras armas en la revista Siete Días, trabajó para radios y hace más de 25 años escribe Cultura y Espectáculos para un medio escrito, además de colaborar con otros. Es autor de seis libros de historia mapuche, milita en una organización de ese pueblo originario y en un espacio anti extractivista. Su hijo lo define como “un poco anarquista y medio mapuche”. Acostumbra a caminar por la montaña, pero hace tiempo que no corre ni el colectivo.

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  • Martín Di Nápoli

    Plástico, Murguero y Docente. Artistas somos tod@s.

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