
OSVALDO BAYER, SIEMPRE VOLVIENDO
El Historiador que tanto nos quiso, con una honestidad brutal y una humildad en la vida cotidiana que ruborizaba, fue quizás el hombre más echado de la Argentina, como alguna vez me dijo Walter Goobar. Se fue a Alemania en 1952, en un autoexilio donde mezcló el amor a Marlies, su sabia compañera, y algunas palizas que recibió en un momento algo complicado en el país para sus ideas de izquierda. Escribió infinidad de artículos desde Berlín sobre la Europa de posguerra, donde se peleo con nazis reconvertidos en demócratas (allí están todas sus sarcásticas críticas in situ) y con los comunistas que en nombre de la igualdad se retorcían en represiones insensatas. Volvió en 1956 como un socialdemócrata que renegaba de ese mote y se fue a vivir a Esquel con toda su familia, “el lejano oeste” según Marlies, donde solo había hambre, polvo y latifundios. Llegó en 1958 y en pocos meses no soportó la línea editorial del diario que lo había contratado. Lo echaron, por supuesto; sin trabajo y amenazado, se armó de un mimeógrafo y fundó junto al valiente joven Juan Carlos Chayep el periódico “La Chispa”, cuyo slogan era “Contra el Latifundio, Contra el Hambre, Contra la Injusticia” …. Duró dos meses y lo metieron preso, acusado de intento de homicidio contra su antiguo empleador. Osvaldo no sabía manipular ni un cuchillo de cocina. Sobrevivió a la celda pues el comisario sabía jugar al ajedrez, entonces lo sacaba de la jaula y lo desafiaba a partidas interminables, en las que Osvaldo se dejaba ganar para seguir afuera de las rejas y tomar mate cocido caliente. La Gendarmería Nacional lo echó de Esquel, pues había denunciado el robo de tierras del Cushamen por parte de latifundistas y políticos, el mismo territorio en disputa en el que 70 años después desaparecieron y asesinaron a Santiago Maldonado por la misma denuncia.
De regreso a Buenos Aires, y con ese escándalo a cuestas, fue elegido Secretario General del Sindicado de Prensa. Tuvo el apoyo del Partido Comunista, que pronto también lo echó de sus filas por no obedecer las órdenes del buró político y por sus ideas libertarias. Antes de finalizar su mandato fue preso luego de un allanamiento al sindicato, en el cual se negó a entregar la lista de compañeros y a firmar una declaración infame contra su gremio. Lo amenazaron con la cárcel de Ushuaia, pero terminó en la de Riobamba. Marlies, su amada esposa, alquiló parte de la casa donde vivía con sus cuatro hijos para sobrevivir. Salió de prisión y en la última asamblea sindical se salvó de una balacera que lo tenía como blanco por parte de la lista opositora.
Encontró trabajo en varios periódicos de la época y comenzó sus investigaciones como historiador, solventadas por él mismo, sin beca ni ayuda económica, sobre anarquistas, libertarios, y obreros fusilados. Publicó en Todo es Historia las primeras crónicas de sus investigaciones; luego vino el best seller sobre Severino Di Giovanni y finalmente su obra maestra: La Patagonia Rebelde. El libro se hizo película y ganó el Oso de Plata de Berlín. A su regreso y con el premio en mano, la película fue prohibida. En 1975 la Triple A (organización terrorista de derecha) lo amenazó y lo intimó a dejar el país. Rogelio García Lupo salvó a su familia, pues llamó a la casa de los Bayer para avisarles que ese día los iban a buscar. La familia se fue con lo puesto a Alemania mientras Osvaldo se refugiaba en una quinta del conurbano con unos entrañables viejos anarquistas. Finalmente lo echaron del país y la embajada alemana lo ayudo a salir sano y salvo.
En Alemania buscó trabajo como periodista en la DW de noticias y como docente. En 1979, prohibido en Argentina y con sus libros quemados por la dictadura, fue invitado a dar una conferencia en un congreso de exiliados en el país que lo tenía de acogida. Cabe aclarar que nunca aceptó una ayuda económica como refugiado, le parecía injusto. Aquí rompió su propio récord: envía el texto que daría en conferencia, titulado “Residencia en la amada tierra enemiga” y lo echaron antes de llegar. Los organizadores alemanes lo des-invitaron por considerar su texto una crítica severa al gobierno germano. Cabe decir que el texto mencionaba que, mientras la Alemania federal recibía exiliados también le vendía armas a las dictaduras salvajes que provocan esos exilios. Con este récord, quedó prohibido en Argentina, cancelado en Alemania y sin trabajo. Se las rebuscaba como podía y salió adelante con traducciones de libros y noticias, con la asistencia incansable de Marlies.
Regresó a Argentina en democracia, pero no consiguió trabajo por exiliado, anarquista y otros tantos motes. Trabajaba seis meses al año en Alemania y vivía la otra mitad acá, escribiendo casi gratis para distintos medios. Con el tiempo se estabilizó en Página 12 y pudo tener continuidad laboral. Pero falta aún. En 1995 propuso un mercado común económico entre las Patagonias de Chile y Argentina para potenciar la producción de ambas regiones creando un mercado bioceánico. Esto provoca la ira de políticos oportunistas (¿cuál no lo será?) y el Senado de la Nación Argentina lo declara traidor a la patria y persona non grata en esa pobre institución. Pasará más de una década para que esa cámara lo desagravie y lo reivindique. Su última expulsión fue para el bicentenario, cuando fue invitado por el gobierno a ser uno de los oradores de los festejos por los 200 años de la Revolución de Mayo, pero media hora antes de pasar a buscarlo le informaron que por cuestiones de agenda no podría dar su discurso. Claro que no sabían lo que iba a decir, o tal vez sí…
Osvaldo Bayer fue incansable en su tarea como cronista: sus investigaciones son un aporte fundamental a la historiografía local y su experiencia periodística una enseñanza fundamental para el oficio. Echado, encarcelado, vuelto a echar, prohibido, quemados sus libros y censuradas sus películas, siempre se las arregló para volver. Siempre. Y para ser recibido por miles de jóvenes que lo acompañaban en sus conferencias y charlas por todo el país. Ahora, en un acto de brutalidad (no por la violencia, sino por la ignorancia que concibe la imagen) una topadora desmontó su monumento en la Patagonia. Mi querido maestro, amigo y compañero de muchas aventuras aquí y en Alemania, se reiría tanto de esa triste imagen. Seguro diría “no culpes a esos trabajadores con sus maquinas, los mandan los brutos que gobiernan”. Aunque también agregaría lo que siempre me repetía entre risas y brindis: “¡¡Brunito, este país está lleno de alcahuetes!!”. Y se tomaría un whiskito ya planeando el regreso, como lo hizo tantas veces. Salud Osvaldo, por tu enésima vuelta, que por estas horas ya se está conspirando (¡cómo te gustaba esa palabra!) entre los miles que te aman. ¡Salud!