¿POR QUÉ GRITAR LOS GOLES DEL ST. PAULI EN LA PATAGONIA?
La tuve para definir dos veces y las dos erré. En la primera jugada, cuando supe que tendría la chance de estar en Alemania no tuve en cuenta en qué fecha finalizaba la Temporada 2022-23 de la 2. Bundesliga y cuándo comenzaba la siguiente, aunque mucho margen no tenía. Saqué pasaje sin esas referencias y llegué en pleno receso veraniego, justo cuando el plantel volvía a la actividad. Segunda jugada: empezaron los amistosos de preparación y, entonces, me fijé cuándo St. Pauli jugaba de local, para armar una ida a Hamburgo porque yo paraba en Berlín, a casi 300 kilómetros. Desconocer el idioma me jugó una mala pasada: era martes y efectivamente el equipo recibió a un elenco danés, pero no jugó en su estadio sino en un predio de entrenamiento alejado del centro de la ciudad… No daba para abusar de mis anfitriones y, además, el mismo día teníamos previsto ir a Bad Bramstedt, pequeño pueblo de donde nació Kurt Gustav Wilckens, el vindicador de los 1.500 peones rurales que cayeron en el sur de la Patagonia.
Eso hicimos y no pude ver a St. Pauli en su cancha, pero caminé por el barrio y por la avenida del puerto, donde en la década de 1980, las y los squatters pusieron en jaque a la Policía, a las autoridades y al capitalismo. Integrantes del movimiento autónomo y antifascistas, fueron ellos y ellas las que cambiaron la historia del St. Pauli cuando empezaron a ir a la cancha con la Jolly Roger, la bandera pirata que solían enarbolar. También transité a paso cansino por la Reeperbahn, corazón del tradicional barrio rojo -en el sentido pecaminoso de la expresión- donde ahora hay un fan shop del club. Y, finalmente, merodeé por fuera del estadio como feligrés que ronda una catedral.
Tal vez llame la atención vista desde aquí, pero en Alemania hay mucha gente en situación de calle. En las pocas horas que estuve en Hamburgo, me crucé con dos grupos, inclusive con presencia de mujeres entre ellos. En ambos, varios de los muchachos y muchachas tenían buzos de St. Pauli. Me emocionó un tipo grande, mendigo, casi anciano, grueso, bien pertrechado contra el frío y también con indumentaria del Pirata. El tarrito donde recibía las monedas tenía una leyenda que convocaba a frenar el avance del fascismo con “los medios que sean necesarios”.
La tuve dos veces para definir y en las dos erré, pero el partido continúa y puedo presumir de amuleto, porque acaba de terminar la temporada cuyo amistoso de entrenamiento no pude presenciar: por primera vez desde que existe la 2. Bundesliga St. Pauli se coronó campeón y logró el ascenso después de 13 años. También es inédito que su rival de la ciudad, el poderoso HSV Hamburgo permanezca por debajo, porque al contentarse con el cuarto puesto, ni siquiera tuvo chance de disputar la promoción. Frutilla del postre: Hansa Rostock, equipo de hinchada desembozadamente nazi, descendió a la liga regional. Casi un año atrás no tuve suerte y me quedé con las ganas de ver a St. Pauli en el campo de juego. La distancia que separa a Bariloche -donde vivo- y la ciudad portuaria es enorme, pero la alegría también.
El prefijo que quieran
St. Pauli se coronó campeón el 19 de mayo último. Ese mismo día, el presidente Milei participó de un cónclave en Madrid que reunió a líderes de las ultraderechas. Hay una discusión abierta en la intelectualidad, para establecer si es pertinente considerar fascista a la experiencia política de La Libertad Avanza, a sus pares de Chile o Brasil. No hay acuerdo al respecto y de ahí que comenzaran a circular expresiones como neofascismo o post fascismo. Sin ánimo de profundizar en teorizaciones, las cosas pueden verse con otro prisma en la Patagonia, sobre todo desde las organizaciones mapuches o sus cercanías.
El actual mandatario todavía estaba lejos del poder político en 2017, cuando fueron asesinados Santiago Maldonado y Rafael Nahuel en operativos de represión a cargo de fuerzas de seguridad federales, pero no por nada su ministra de seguridad, Patricia Bullrich, es la responsable política de esos crímenes estatales. A su paso por la Cámara de Diputados, la actual vicepresidenta, Victoria Villarruel, presentó un solo proyecto: derogar la Ley 26.160, que en 2006 había declarado la emergencia en materia de posesión de tierras para comunidades indígenas y puso en el freezer centenares de desalojos anhelados por intereses de toda calaña. Semanas atrás, el nuevo titular de la Administración de Parques Nacionales aseguró que en su jurisdicción sólo flameará la bandera argentina, en clara alusión a las decenas de comunidades mapuches que en sus espacios territoriales hacen ondear la Wenu Foye, emblema que identifica a su pueblo. Y sin ir más lejos, en 2022, en otro acto de Vox al que concurrió, el actual presidente identificó a los “pueblos originarios” como factores que “destruyen los valores de la sociedad”, junto con “la ideología de género, la agenda ecologista y el lenguaje inclusivo”. Pónganle el prefijo que quieran, pero más allá de su relación con el sector público y respecto a otras “minorías”, así pensaban los fascistas “históricos” de Alemania, Italia y, precisamente, España. St. Pauli ya quedó en la historia por declarase en sus estatutos antifascista, antirracista y anti homofobia. ¿Cómo no gritar sus goles a 13 mil kilómetros de distancia?
Del Elba a la cordillera de los Andes
Aunque en este caso hubo final feliz, al plantel que dirige el jovencísimo Fabian Hürzeler le pasó algo parecido a la Argentina de Marcelo Bielsa: alcanzó el pico de su rendimiento antes de los momentos decisivos, aunque el DT que logró la hazaña es un defensor a ultranza de los procesos. En la recta final del campeonato hubo hasta dos derrotas consecutivas, perder el clásico de la ciudad con el HSV Hamburgo avivó fantasmas y nadie se sorprendió demasiado cuando, en el partido que finalmente sería el consagratorio, abrió la cuenta el Wisbaden, que buscaba esquivar el descenso directo. St. Pauli dio vuelta el marcador con goles del danés Andreas Albers y el luxemburgués Danel Sinani, dos que prácticamente no jugaron durante el campeonato. Es que el plantel es más bien corto y el presupuesto bastante menor en comparación con los del Schalke 04, el Hertha Berlín y otros históricos de la Bundesliga que ahora están en la B.
Hay una situación próxima que me divierte. En las tribunas del Millerntor -el estadio de St. Pauli- suelen ondear banderas con el rostro del Che Guevara, la A que identifica a la militancia anarquista y el logo antifascista. Durante buena parte del torneo que recién finalizó, una en particular homenajeó a Karl Liebknecht, camarada de Rosa Luxemburgo que también encontró la muerte a manos de paramilitares. En las últimas fechas, se vieron enseñas con insultos para Alternativa para Alemania (AfD), el partido neonazi que, desde enero último, lidera la intención de voto en el país. ¿Cómo harán relatores y comentaristas que acostumbran a transmitir la Bundesliga para esquivar tamaña carga ideológica?
Adivino objeciones: salvo la participación de Jackson Irvine, el capitán del equipo, en eventos solidarios con el pueblo palestino y unos tímidos carteles que pedían “Cese el fuego”, no se vieron en las gradas respaldos sustantivos a Palestina. Esa omisión se explica por la postura mayoritaria que tienen las izquierdas alemanas, al hacerse cargo de los crímenes que se cometieron en su país contra el pueblo judío. Incluso para militantes que no dudan en jugarse la vida en peleas callejeras contra hordas fascistas, Israel es un lugar donde los sobrevivientes del Holocausto y sus descendientes pueden vivir con relativa seguridad. Irvine es australiano, jugó contra la Argentina en Qatar 2022, y no tiene por qué cargar con esa pesada herencia. Nosotros tampoco.
La temporada 2024-25 de la Bundesliga comenzará en agosto. En condiciones de desventaja económica, St. Pauli se verá las caras con el Bayern Leverkusen, el Bayern Munich, el Red Bull Leipzig, el Borussia Dortmund y otras instituciones enormes, en algunas de las cuales ya aterrizaron los grandes capitales que quiere Milei para el fútbol argentino. El club se enfrentará a contradicciones: ¿cómo continuar con el Do it yourself (Hazlo tú mismo) que, por ejemplo, define a su marca de indumentaria y aspirar a la permanencia? La vieja consigna punk forma parte del ADN de la institución y entre sus hinchas, hay quienes preferirán descender antes que renunciar a uno solo de sus principios.
Nick Davidson, el autor del primer libro en inglés sobre el club hamburgués, se declara tributario de “Nie wieder Faschismus, Nie wieder Krieg, Nie wieder 3. Liga! A social history of FC St. Pauli. 1986-1991” (¡Nunca más fascismo, nunca más guerra, nunca más 3ª liga! Una historia social del FC St. Pauli. 1986-1991”), conferencia de Chris Sanderson que está online. Toda una declaración de principios. Y como decía a través de su taza para recibir limosnas aquel mendigo veterano, se impone frenar al fascismo “con todos los medios que sean necesarios”. A orillas del río Elba y en la cordillera del noroeste patagónico también. Forza St. Pauli!