Ensayos
SUSPENDIDO

SUSPENDIDO

Tengo 9. Desde que salí de la panza de mi mamá, mi papá me puso una camiseta de Ñuls.

Mis abuelos son todos de Ñuls, salvo el papá de mi mamá que es de Central. Mi papá y mis abuelos de Ñuls me llevaron a la cancha cuando era bebé. Al principio me asustaban los ruidos, sobre todo las bombas. Pero después me empezó a gustar. Y ahora voy a la cancha con ellos. Siempre llevamos una bandera que dice: “Tablada presente”.

Obvio que me encanta jugar al fútbol. Y juego en la escuelita de Ñuls que es la mejor de Rosario. Se llama Malvinas Argentinas. Mi abuelo de Central siempre me lleva a las prácticas y se queda a verme jugar. Después me dice que somos un equipo de pingüinos. Y yo le digo que él es un parlante. Y nos reímos los dos.

Hace poquito, con mis amigos, jugamos contra un club de Funes. Los chicos del equipo jugaban re bien. Se notaba que eran re pro. A uno de los nenes me parecía que lo conocía de algún lado. En un momento, metí un gol y él me chocó los cinco y me dijo que yo jugaba re bien. Nos hicimos amigos y cuando terminó el partido, se acercó a charlar conmigo y con algunos de los chicos de mi equipo y nos invitó a conocer a su papá. ¿Y saben quién era su papá? ¡Ignacio Malcorra!

Nosotros a Central no lo bancamos ni un poco. Es la contra, obvio. Además, son un equipo de la B.  Pero Ignacio Malcorra nos parecía un genio. No podíamos creer que estuviera ahí, tan cerca. ¡Y que fuera el papá de un amigo! Queríamos sacarnos una foto, contarle que nosotros también vamos a jugar en Primera cuando seamos grandes. Como él. Y que les vamos a meter 50 goles a los canallas.

Aparte, otra cosa: siempre habíamos querido ser virales. ¿Y qué puede ser más viral que seis pibes con la camiseta de Ñuls posando con un crack de Central? Era el combo perfecto. Nuestro gran sueño cumplido.

¡Cómo íbamos a presumir el lunes en la escuela!

Así que fuimos, re contentos. Malcorra nos abrazó, charló con nosotros. ¡Y la foto quedó buenísima! Fue muy divertido.

Cuando la subimos a Instagram pasó algo raro. Empezaron a sonar los teléfonos. Nuestras mamás y nuestros papás se pusieron nerviosos. Nos llamaron del club y nos dijeron que no podíamos sacarnos una foto con un jugador de Central. Y no nos dejaron entrar más a las canchitas de Malvinas ni al estadio. Ni a mí ni a ninguno de mis amigos de la foto.

Mi mamá me dijo que nos habían “suspendido”. Y yo le pregunté qué era eso porque, hasta ahora, lo único que yo sabía de “estar suspendido” era cuando te colgás de alguna cosa para ponerte más alto y mirar desde arriba. Como cuando te hamacás tan fuerte que sentís que vas a volar. O cuando trepás un árbol y el piso queda chiquito, allá abajo.

Una vuelta, en un superclásico, me colgué del alambrado y quedé tan alto, que empecé a ver otro partido.

Primero pensé que estaba soñando, porque la cancha parecía un paisaje gigante.

Los jugadores estaban todos mezclados. Cada vez me costaba más distinguir quién era de Ñuls y quién era de Central.

Pero después lo vi bien: Central y Ñuls eran un mismo equipo.

Y la camiseta tenía los cuatro colores: rojo, negro, amarillo y azul.

¡Y la combinación quedaba buenísima!

Cuando se lo conté al profe, me dijo que seguro estaba soñando. Pero yo me acuerdo de haberlo visto bien porque, cuando dudé, me refregué los ojos. Y los tenía re abiertos. Así que le pregunté a mi papá. Y él me dijo que era imposible, que solo podía pasar en mi imaginación.

Pero, cuando se lo dije a mi abuelo, el canalla, él me miró un rato largo, pensativo.

Yo le insistí.

Entonces, me acarició la cabeza y me explicó que, desde arriba, todas las cosas del mundo se pueden mirar distinto.

“Es por la distancia. a veces se pierde, como el horizonte. Esa línea finita que siempre está lejos, adelante… pero también cerca, atrás, y a los costados, si sabés mirar.”

Y después, me cebó un mate.
Y me dijo que para mirar así, hay que tomarse el tiempo de subir.
Y quedarse un ratito suspendido, aunque dé vértigo”.

Igual, sigo sin entender qué diferencia hay entre ese “estar suspendido” y este otro que me pasa ahora.

Por eso, me decidí a escribir este pedido, a ver si alguien me lo puede explicar.

Porque yo, lo único que quiero, es que me dejen entrar a las canchitas otra vez.

Y volver a hacer lo que más me gusta: jugar a la pelota con mis amigos.

Eso sí, les dejo un aviso: cuando yo sea famoso y tenga mi equipo, a esos, no los voy a dejar entrar a verme jugar.

Ya van a ver.

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