Especial 22 de junio
UNA GAMBETA DE SOL

UNA GAMBETA DE SOL

     Garabateo las primeras ideas y aventuro el enojo de ciertos pacatos hombres de prensa que creen que esta antojadiza revancha no es más que una estúpida bravuconada diseñada por este mediocre periodista marplatense. Temo que al finalizar estas líneas perciba aquella sensación de angustia del relator que no sabía que había dicho ni lo que había hecho, vergüenza profesional de quien cree que se ha desvestido irracionalmente en el medio de una calle.

     Allí va mi héroe redentor, soportando sobre sus espaldas el sol rabioso que a otros les faltaba. Valiente desafía los patadones del enemigo y atravesando las fronteras de la genialidad se desembaraza de las palmadas miserables de los hijos de puta que habían prometido derramar en el campo de batalla hasta la última gota de sangre. Cagones que no estuvieron allí ni de visita. Pero Diego no está solo, otros pibes como él le protegen la retaguardia y apuntalan desde el coraje la patriada de quien quiere, en principio, convencernos que el fútbol no tenía nada que ver con la guerra, aunque todos, incluido él, sabíamos íntimamente que aquello era mucho más que ganar un partido.

     Todos o casi todos jurábamos públicamente que las cosas no se mezclaban, pero era mentira. Distante a la hipocresía, despojado de cualquier postura políticamente correcta y refutando cuestionables y poco sustentables argumentos filosóficos me sincero una y otra vez.  Aquello fue una deliciosa revancha, una hermosa venganza, un cachetazo a la historia de los inventores del juego, una maravillosa locura de un genio que alcanzó, al menos durante el tiempo que duró la magia de sus gambetas, a redimir las penas de otros héroes.  Dijo tiempo después el mejor de todos los tiempos:” Sí, yo sé que es una locura, pero así lo sentíamos y era más fuerte que nosotros”.

    Imagino ahora a los falsos patriotas, civiles y militares, cómplices incondicionales de los genocidas, horrorizados también por la mano de Dios. Cipayos que no toleran la trampa de un negrito de mierda, pobre y tercermundista. Aún los indigna la burla de un salvaje sobre los rubios bien educados defensores de la corona inglesa.

     Recuerdo una sabia proclama de  Osvaldo Bayer en una contratapa de Pagina 12. “Por supuesto, nunca más, nada de intervenciones militares. Todo en debate y acuerdos. Pero nunca renunciar a la ética ni dar por válidas las invasiones de los poderosos sobre los pueblos naturales. Las Malvinas son argentinas. Las Malvinas son latinoamericanas. Y no del imperio británico”.

   Ojalá logremos en paz lo que nos exige una vida racional: un mundo sin fronteras y la igualdad en libertad para todos. En tanto, los invito una vez más a treparnos a la corrida de todos los tiempos y aunque no sepamos nunca de que planeta vino, nos subimos a su finta salvadora para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina. Barrilete cósmico tu vuelo hacia la inmortalidad, fue también un guiño cómplice, un abrazo fraternal, una caricia, un beso maternal en las mejillas, un te quiero incondicional para cada uno de los soldados argentinos que vivieron Malvinas, para todos los soldados argentinos que murieron en Malvinas. 

     Aunque nunca nadie, incluido el Dios en el que muchos creen, podrá explicar el porqué de las estúpidas guerras, gracias Dios o a quien sea por esas lágrimas, gracias por aquella amada revancha futbolera.  A tus plantas rendido un león Diego, a tus plantas rendido un imperio pirata, sicario del mal, imperio criminal que todavía acusa a sus víctimas de pistoleros. Diego, bajo tu suela la pelota que humedece suelo argentino, allí en el sur, bien al sur, tierra mía, donde siempre regreso al amor.

      Vuela el 10 y el planeta fútbol vestido de celeste y blanco siente por fin que la vida es bella. Uno de nosotros burló al fin a los poderosos que oprimen a los pobres del mundo. Como escribió alguna vez el talentoso colega marplatense Walter Saavedra: ¡Que carajos se van a morir las ideologías, si tu zurda Diego, sigue siendo la más revolucionaria del Planeta! El pelusa de Fiorito da la última pincelada a su obra culmine y corre para abrazarse a través de la pantalla de la tele con un pueblo embelesado ante tanta genialidad. Se quejan, protestan, putean, maldicen, los flemáticos jugadores vestidos de blanco. Nosotros, en tanto, dejamos caer las primeras lágrimas y brazos en alto gritamos que hemos ganado, como el adorable Josué en el majestuoso final de la película italiana  “La vida es bella”. El pequeño se encuentra con Dora su mamá al finalizar la guerra y gracias al amor de Guido su padre, sobrevive al horror de un campo de concentración Nazi. ¡Aviamo vinto Josue! ¡Aviamo vinto!…Esta imagen me emociona y me estruja el corazón una y mil millones de veces.

  ¡Aviamo vinto!, “Hemos ganado”, es para llorar pero también para morirse de risa. Volvemos a casa creyéndonos gracias a nuestro 10 redentor los tipos más felices del mundo.

    Diego mi héroe terrenal es puño apretado en suelo azteca, Diego es un abrazo fraternal para los héroes de Malvinas, Diego es un barrilete cósmico en el cielo de los inmortales. Aquel épico 22 de junio de 1986 el fútbol, mi selección y mi amado Diego Armando Maradona, me revelaron que la vida, al menos por un ratito, puede ser inmensamente bella y esa imagen me estruja el corazón una y mil millones de veces…

Autor

  • Mario Giannotti

    Mario Giannotti. Periodista. Escritor. Profesor de Educación Física. Conductor del programa Doble 5 en Radio Universidad MdP, comentarista en transmisiones de fútbol en Radio Vinilo 89.1

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