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HAROLDO CONTI: TODO ESTÁ GUARDADO EN LA MEMORIA

HAROLDO CONTI: TODO ESTÁ GUARDADO EN LA MEMORIA

“La vida de un hombre es un miserable borrador, un puñadito de tristezas que cabe en unas cuantas líneas. Pero a veces, así como hay años enteros de una larga y espesa oscuridad, un minuto de la vida de un hombre es una luz deslumbrante».

Haroldo Conti, sus huellas en el río, en las islas del Delta, el barro entre los botes, ese tiempo que resiste entre todos los inviernos y todos los veranos; Haroldo Conti seminarista y aviador civil; Haroldo Conti corriendo las doce leguas hasta llegar a Bragado, iluminado por las sombres de un álamo carolina; Haroldo Conti y una luz que aún acaricia las manos de los escritores; Haroldo Conti guionista de films publicitarios y largometrajes de ficción, vendedor callejero de libros; Haroldo Conti militante, vagabundo (vagamundo), profesor en escuelas secundarias, náufrago; Haroldo Conti, cien años por la vida, un siglo desde ese día donde se gestó otra revolución en mayo, esa que marcaría el andar de um escritor que dejó huella para las historias argentina y de toda latinoamérica

Tanto se extraña a Haroldo Conti que se lo suele descubrir en cada vida anónima, en los relatos de aventuras pueblerinas. Sale el sol en los suburbios de Chacabuco, ese rincón bonaerense donde Conti abrió los ojos el 25 de mayo de 1925 y ese sol recorre por un rato la vida de este hombre, narrador por sobre todos los demás oficios: de tanto río, de tanto volar, de tanto andar, en sus manos caló la escritura y fue así que escribió cuentos y novelas en los que andaba de acá para allá: Mascaró, el Cazador americano, La Balada del Álamo Carolina, En vida, Con otra Gente, Alrededor de la Jaula, Todos los veranos, Sudeste, Examinado. Su tiempo le dio la influencia narrativa norteamericana de la generación de Hemingway, Steinbeck, Caldwell, Faulkner; el cine del neorrealismo italiano y escritores como Cesare Pavese y Elio Vittorini, vinculados a la resistencia contra el fascismo; los jóvenes iracundos ingleses; el existencialismo y su impronta de compromiso político; el nouveau roman; el nuevo periodismo; la enseñanza del cubano Miguel Barnet, que demostró con Cimarrón cómo el montaje de un testimonio y la construcción de una historia de vida pueden ser muy buena literatura; la narrativa del brasileño Joao Guimaraes Rosa y el uruguayo Juan José Morosoli, así como la de otros argentinos forasteros: Antonio Di Benedetto, Daniel Moyano; la figura del Che Guevara, que cambió el rumbo de  sus días. Atravesó los mandatos de una época, también las equivocaciones de un tiempo apasionado y también violento. A veces escribía y rompía los papeles dichos; otras veces dudas y tanteaba el tiempo político. Lo dicen envuelto por los amores, la política, el periodismo y la literatura. Ese entrecruzamiento aparece hoy transferido a la obra de Haroldo Conti. En sus libros viven los andariegos, los andadores, los que están a la orilla del río, los que están a la orilla de todo; los que no se resignan a las derrotas que el mundo les destina; los que luchan siempre y son los imprescindibles; Haroldo Conti profesor en Santos Lugares, estudiante desde los doce años en el Colegio Don Bosco de Ramos Mejía, salesiano tras los pasos del padre Leonardo Castellani, empleado bancario, camionero, profesor de latín, guionista, le dijo que sí al intento de vender aletas de tiburón y le dijo que no a una beca Guggenheim. Todo cabe en Conti.

«La cosa empezó de esta manera. Yo era alumno de una escuela de pupilos. En aquel tiempo no había cine, y reemplazábamos esa diversión dominical con unas funciones de títeres. Yo me ocupaba de escribir los libretos que, como en todas las seriales, se acababan en el momento de mayor suspenso y se continuaban en el próximo domingo. Así nació en mí una parte de esa vocación por la literatura».

Sus novelas transcurren en los lugares por donde andaba: los Bajos del Río de La Plata, donde transcurre la novela Sudeste, que nació como un intento de guión de cine; por el Delta, donde se refleja Todos los veranos; por las orillas olvidadas de Buenos Aires, zona de Alrededor de la jaula; por Isla Paulino, en las cercanías de Berisso. Y Chacabuco, donde rumbeaba cada tanto a ese territorio que es el alma de Conti, donde transcurre buena parte de La balada del álamo Carolina: la pampa gringa de los inmigrantes pobres, la llanura, con sus habitantes varados en la lejanía. Conti fue secuestrado de su casa por un grupo de tareas del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional el 5 de mayo de 1976 -hace 49 años, algunos días y muchas noches- y desde entonces el sol brilla un poco menos en Chacabuco. Había adherido al Partido Revolucionario de los Trabajadores, con el narrador Humberto Costantini, los poetas Roberto Santoro y Miguel Ángel Bustos, el cineasta Raimundo Gleyzer; era frecuentador del Frente Antiimperialista por el Socialismo; escribía en la revista Crisis que dirigía Eduardo Galeano y andaba por la vida detrás de defender a los sacados del sistema. La búsqueda de Conti fue larga y colectiva; con rumbo y sin certezas. 

«Con el respeto que ustedes merecen por el sólo hecho de haber obrado con lo que se supone es un gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina. No es sólo ni principalmente la cuestión de la beca Guggenheim en sí misma, sino de la política de colonización cultural de la que forma parte, en la que el imperialismo norteamericano no escatima en esfuerzos de organizaciones estatales, paraestatales y privadas». (fragmento de la carta a Stephen L. Schlesinger, en 1972, rechazando la postulación de la Beca Guggenheim)

Haroldo Conti, tantas vidas en una vida, comprometido a su tiempo, cargado de emociones, generoso en el reparto de esas pasiones que dan cuenta de la condición humana; acaso más respetado que leído, acaso desafiante de la eternidad y del tiempo; Haroldo Conti, el de la mirada anticipatoria, el del recorrido sin disimulos en Alrededor de la jaula; no habrá mejor homenaje a Conti que ir a todo lo escrito. Al mundo le falta Conti desde la madrugada del 5 de mayo de 1976. Desde ese día se encuentra desaparecido. «Este es mi lugar de combate y de aquí no me moverán”, decía en un papel que estaba en su escritorio, donde escribía y escribía. Vivió un poco más de medio siglo y hace casi medio siglo que su ausencia duele todos los veranos. Y todas las otras estaciones. «Yo soy escritor nada más que cuando escribo, el resto del tiempo me pierdo entre la gente», dijo Conti. Su vida y su escritura sigue marcando con trazo grueso una línea que divide aguas: conviven sus obsesiones, las querencias por el pago y los fantasmas que andan en la arena del presente. Y por eso a sus huellas hay que buscarlas en sus páginas, en sus preguntas sin respuestas; en sus respuestas sin preguntas. Porque están grabadas en la memoria.

Conti, chacabuquense

«Conti es chacabuquense», dice con orgullo Mercedes Cuatrini, presidenta de la Asociación de Amigos Haroldo Conti, una agrupación formada en 2012 por vecinos de Chacabuco. «Se cuenta que, en una ocasión de ser recibido él y otros escritores por un presidente, cada uno se presentó con su nombre y su país. Conti estrechó su mano diciendo «Haroldo Conti de Chacabuco».  Hay entrevistas en las que él habla de Chacabuco como ese territorio de infancia, de referencia, entrañable, supongo yo. Refiere que su oficio de escritor lo heredó de su padre que era tendero ambulante a quien acompañaba y de ahí contaba historias de las personas con las que hablaba», detalla Cuatrini a Meta. Y agrega que «la presencia de Chacabuco en la literatura de Conti es parte de la identidad del «pueblo niño» y del que va creciendo -mencionado en «Perfumada Noche»-. En su literatura viven personas y ambientes/lugares de Chacabuco. Algunos ya tapados por el paso del tiempo, pero que, en algunos casos, dejan ver algunas marcas de aquella ciudad. Quienes vivimos en Chacabuco descubrimos en su prosa cierta forma de habitar que puede corresponderse con la de ciudades similares del interior de la provincia, pero que a la vez tiene su singularidad».

Desde la ciudad bonaerense, Mercedes relata que «la Asociación Amigos de Haroldo Conti de Chacabuco se conformó en 2012, con el fin de difundir la obra literaria y también la acción militante de Conti. Se realizan distintas actividades algunas desde aquella época y otras que se propongan. En los últimos años estuvimos trabajando en Los caminos de Haroldo (un recorrido que marca lugares de la vida y la obra de Conti en Chacabuco) que este año serán relanzados y también hemos llevado adelante concursos literarios, festivales artísticos y vamos pensando y también propuestas. Estas actividades se despliegan principalmente en mayo que es El mes de Haroldo y este año se extenderán a lo largo del año del Centenario». «Soy una lectora más de literatura y conocí la obra de Haroldo Conti en mi adolescencia, en la escuela secundaria, a través de alguno de los cuentos. Participo en la Asociación hace varios años gracias a la invitación de una amiga y por los objetivos de la Asociación que tienen que ver con la difusión de la obra literaria y también con la militancia política de Conti, como modo de seguir nombrando a «los que faltan», de hacerlos presentes. En alguna ocasión Haroldo Conti dijo en entrevistas y también en su obra algo así como que cada vida es una causa y también que toda vida es célebre: su obra está poblada de seres sencillos, de vagabundos, de personas que quieren volar (volar de verdad y se ponen alas) y de otros que andan sobre la tierra haciendo oficios que no todos celebran (y Conti pone en el centro de la escena) y que tienen mucha importancia, seriedad y celebridad», redondeó Cuatrini.

Los actos celebratorios al centenario de Conti en Chacabuco, pueden ser consultados acá.

Autores

  • Gustavo Grosso es periodista. Nació en la ciudad de Bragado (provincia de Buenos Aires) y vive en Villa Sarmiento, Morón. Está casado con María José y tiene una hija, Lara. Es Técnico superior en periodismo, recibido en TEA (Taller Escuela Agencia). Trabajó hasta febrero en la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia y antes, entre 2002 y 2014, en el diario Edición Nacional. Ha colaborado con diversos medios gráficos y radiales y es editor de la web www.quintoelementoweb.com.ar. Es hincha de Boca y realiza talleres de redacción y narración.

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  • Un poco diseñador gráfico un poco ilustrador. Criado en el mundo de los cómics.

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