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COLECTIVO TRANSFEMIGRANTE

COLECTIVO TRANSFEMIGRANTE

La Avenida Boedo se abre para dar paso al viento otoñal. Es sábado a la mañana y todavía el sol no alcanza para dar calor. Debajo de la autopista, sobre la calle Quintino Bocayuva, hay canchas que solo tienen sombra. En la última, atravesando todo el complejo, un equipo de “trans, lesbianas, no binaries, mujeres cis y niñxs”, empieza a mover el cuerpo para extirparse el frío. Es el Recreativo Transfemigrante.

El fútbol, se sabe, da lugar a que Sebastián Villa juegue y juegue con una denuncia por violencia de género y otra por abuso sexual e intento de homicidio, pero no para las disidencias. Mara Gómez, sin ir más lejos, sufrió desde sus inicios en las canchitas del barrio, la discriminación o, directamente, el “ella no puede jugar”. El fútbol que plantea el Recreativo Transfemigrante, es con todxs. Pero su filosofía no solo pasa por la inclusión, sino también por otra forma de ver la práctica deportiva.

El Recreativo Transfemigrante nació en 2018, en ese momento histórico en el que fútbol y feminismo se dieron la mano para no soltarse. Pelota y política, dos caras del mismo esférico. Una manera de mirar la vida y el juego.

“Al principio jugábamos en AVEFA, otro club acá en boedo”, recuerdan lxs integrantxs. La idea desde un principio fue darle espacio a todxs aquellxs que quisieran jugar. En el club les iban cambiando de horario semana tras semana. “Era una manera de corrernos”, cuentan. Llegaron a usar el salón de fiestas. Una manera de moverse y seguir juntxs. Hasta que un día AVEFA les cerró las puertas.

“Intentamos ir a hablar con la gente del club, pero no tuvimos respuestas”. Quedarse sin cancha les abrió otras posibilidades. Salir al sol. A las plaza. Mostrarse. “Conocer plazas que son barrios que forman parte de las comunas. Conocer y entender los espacios públicos. Habitarlos y dejar la huella de un lindo pase”, explican en una publicación de Facebook. Una manera de adueñarse del espacio. Visibilizar que existe otra manera de jugar al fútbol. Una que no piensa en la competitividad y el resultadismo, sino en disfrutar del juego. De estar con otrxs. De relacionarse a partir de una pelota.

Gracias al Recreativo Transfemigrante, se acercaron a jugar personas que nunca lo habían hecho. Incluso que no les gusta mirar fútbol. Todxs aprenden y progresan. Siempre a partir de la idea grupal. De forjar vínculos que permitan hacer fuerte al equipo. Por eso no solo entrenan con pelota: en la cancha el equipo está unido a través de una soga. Desde la tribuna alguien levanta un papel con un dibujo. Tienen que representar aquello que este en el papel. Una forma de escuchar e intercambiar ideas y estrategias. Eso, después, lo llevan a la cancha con una pelota en los pies.

Una nueva casa

En 2019 llegaron a un acuerdo con las canchas que utilizan hasta ahora. Ellxs colaboran con el comedor del predio y, a cambio, utilizan las instalaciones los sábados a la mañana. Una manera de seguir tejiendo redes entre lo social y el deporte. Deporte popular en toda su expresión.

Cuando la pandemia nos guardó durante largos meses, adaptaron las actividades a la virtualidad. Además siguieron colaborando con el comedor cada vez que pudieron. Esperando ese momento para volver a juntarse a ser de manera colectiva.

Primero volvieron a las plazas. El distanciamiento social y las prácticas recreativas al aire libre, les permitieron volver a apropiarse del espacio público. A su vez, siempre que hacía falta poner el cuerpo por alguna causa popular, ahí estaba el Recreativo poniendo el fulbito.

El Recreativo Transfemigrante tiene una visión del fútbol diferente. No solo porque pueden jugarlo quienes suelen quedar relegadxs o discriminadxs. Sino también porque ponen en discusión una de los pilares del mundo del fútbol: ganar. Ganar como sea. Que si no se gana no sirve. Una de las síntesis del fútbol machista en el cual el sometimiento del otro, siempre con O en estos casos, es parte fundamental. La idea no es jugar, sino ganar. Porque ganando se demuestra la hombría.

Ellxs no lo ven así. Partiendo de Moyi, su DT, la mirada se posa en el jugar y aprender a desenvolverse en equipo. Así, lxs niñxs que se han acercado al Recreativo Transfemigrante, pudieron ver que existe otra manera de jugar a la pelota. Así también, otrxs integrantes que traían una mirada más cercana al fútbol tradicional, supieron que el fútbol puede ser mucho más que una pelota entrando en un arco.

La inclusión y poner en discusión la idea de que ganar es todo, son dos aspectos que van de la mano. Dos miradas que le tiran un caño al fútbol patriarcal, donde son los hombres los que dicen quienes juegan y para qué se juega. El Recreativo Transfemigrante, se planta y dice que el fútbol es para todxs o no será. Y que jugar por jugar, es la mejor forma de crear y fortalecer vínculos. El entrenamiento termina. Lxs jugadorxs salen de donde están las canchas tratando de buscar un poco de sol. Es mediodía en el barrio de Boedo. Estiran practicando posiciones de Chi Kung. Hacen formas de animales. Se juntan en una ronda. Se divierten como un rato antes con la pelota. Están pensando en armar una bandera. Una que levante de que otro fútbol es posible, siempre con las disidencias y el feminismo como estandarte.

Autor

  • Juan Stanisci

    Nació y vive en La Boca. De profesión librero. Periodista de oficio. Fundador y director de Lástima a nadie, maestro, donde escribió y editó tres libros: Crónicas Maradonianas (2021), Fuegos de Junio (2022) e Ilusión Eterna (2023). También editó y escribió en Semilleros (2023). Dicta talleres sobre diferentes temáticas como: periodismo, literatura o deporte. Considera que escribir es fundamental para seguir vivo.

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