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LA MEDALLA MÁS RELUCIENTE

LA MEDALLA MÁS RELUCIENTE

A veces el deporte puede demostrar que el galardón más importante es la lucha

La rutina, por definición, remite a lo frecuente. Incluso, a lo ordinario, a lo aburrido, a eso que pasa mientras los minutos transcurren. Por eso, todo parece igual. El mismo auto, la misma ruta a Lomas de Zamora, el mismo acto de ir a buscar a Leonardo y a Nicolás, el mismo ritual de escuchar música, la misma energía previa a entrenar. Pero este día, su andar habitual tiene algo distinto. Está a punto de decir la verdad y, con ella, cruzar el umbral de la sonrisa y la libertad.

Facundo Imhoff (33) supera por centímetros los dos metros, altura perfecta para hacer lo que mejor hace: jugar al vóley de Central, lo que habitualmente se llama “Zona 3” en los relatos televisivos. Tiene una amplia carrera en la liga argentina, que comenzó en el poderoso Bolívar, allá por la temporada 2008/2009. Luego pasó a Villa María Vóley, lugar en el que fue elegido mejor bloqueador de la temporada 2011/2012. Pasó por la UNTREF y Lomas Vóley antes de irse a jugar al Seté francés y al SCM Craiova rumano. Luego de un interregno en el país (Bolívar, nuevamente), pasó por Finlandia (Raision Loimu) para luego llegar al Lindaren suizo, su actual club. Su destacado desempeño lo llevó a la selección argentina, con la que ganó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Lima, en el año 2019.

Desde hace ya varios años, decidió que con la eficacia con la que remata a la carrera luego de un salto voraz y un pique corto y con la vehemencia con la que se eleva para bloquear los avatares del rival, tenía que jugar un partido fuera de la cancha, más allá de la red. “Por mi salud mental decidí blanquear mi sexualidad (…) Vivía una doble vida que no estaba buena y aparentaba ser heterosexual. En ese momento estaba con el que fue mi primer novio y lo obligaba a él a llevar esa doble vida. Era un desgaste de energía tan grande que terminaba saturado, la cabeza me explotaba”, afirmó en una entrevista en Página 12, realizada por la periodista Florencia Mó. 

Pagaba “costos físicos”. No poder contar lo que no tiene por qué ser cuestionado, sentir que puede generarle perjuicios, golpeaba el cuerpo. “Después de blanquear que era gay, sobre todo en el ámbito deportivo, dejé de lesionarme y mi rendimiento deportivo se potenció. Mi cuerpo me lo agradeció y mejoró la relación con los otros jugadores, los equipos técnicos, con todos. Se modificó completamente mi personalidad”, le confesó a María Ayuso de La Nación. “El gay, muchas veces, sea deportista o no, dice  ́no necesito contar mi vida privada´. Y yo tenía ese speech armado. Pero la realidad es que el vóley es mi trabajo. Yo paso casi todo el día con los jugadores, es más una familia. El hecho de no decir nada me condicionaba un montón porque  tenía que evitar hablar de ciertos temas y no era yo”, le mencionó a Andrés Burgo en un reportaje televisivo para TyC Sports 

Tabú. Masculinidad. Valores vinculados a la heteronorma que en el deporte y en la vida se asocian a la valentía y al coraje. Pareciera, como insinuó Imhoff en una entrevista con C5N en 2019, que la homosexualidad iría en contra de la lógica de “poner huevos” y “dejar todo en la cancha”. Pensaba Facundo que una confesión de esas características podía perjudicarlo. Generar miradas de reojo, cuestionar contratos. La experiencia le demostró que no. “Desde el primer momento decidí contarlo como algo bueno. Porque para mí fue algo bueno. Cuando me acepto, mi vida cambió para bien y yo estaba feliz. Entonces ¿Por qué lo iba a contar como algo malo?”

Lo acompañaron. No solamente lo recibieron bien sino que los lazos se afianzaron a partir de la consolidación de la confianza, de la sinceridad. Cuenta que en Rumania, en una “sociedad cerrada”, en los primeros días sintió una distancia. A las dos semanas eso se diluyó. Imhoff no niega en absoluto que haya discriminación, pero entiende que en muchos casos el problema es la ignorancia.

Para eso tiene una convicción consistente. “Hablar, hablar y hablar”. Comprende, lógicamente, que la sexualidad no debería vivirse o discutirse como un tema extraordinario.  No debería ser necesario problematizar sobre este asunto. Pero también considera que, para llegar a ese lugar, es necesario atravesar un sendero. “Me encantaría que ese momento llegue, pero entiendo que para eso es necesario estar acá, hablando”, afirmó en la ya citada entrevista de TyC Sports

“Así parece”, respondió con certeza frente a la pregunta de una periodista televisiva que sostuvo frente a él que Facundo se había convertido en un militante. Alzar la voz como acto de lucha lo llevó a otras peleas. Participó como activista frente a la falta de recursos de la Federación Argentina antes de los Juegos de Lima. Salió a defender, en plena pandemia, la falta de cobertura médica y recursos de los jugadores. 

En ese viaje en auto en el que decidió empezar a contarle a sus compañeros que era y es gay, su vida cambió. Ahora la rutina es la lucha. Punto, set y partido.  

Ahora es 4 de agosto del 2019 en Lima. A Facundo y a sus compañeros se les empieza a erizar la piel. La bandera argentina está más alta que el resto. El himno suena. El campeón Panamericano luce su presea al país y al continente. 

En ese mismo torneo, Imhoff mostró, también sonriente y quizás un poco emocionado, una insignia que le regalaron activistas de la comunidad LGBT de Perú, quienes le pidieron que los ayude en la pelea por sus derechos. 

Parece que la medalla que más se destaca en la vitrina de Facundo no es el hermoso redondel dorado, sino la convicción incalculable de la lucha. 

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