SIN SEMILLEROS NO HAY CAMPEONES DEL MUNDO
En nuestro país no hay barrios sin clubes. Todos los campeones del mundo en Qatar 2022 comenzaron pateando una pelota en un club de barrio, esos espacios sociales, culturales y políticos, tan argentinos como el mate y la sobremesa dominguera.
En esas canchas de baby, o en alguna que otra de tierra, disfrutaron de los primeros tiros al arco, gritaron los primeros goles, se pusieron su primera camiseta y algún día pudieron estrenar un par de zapatillas que duró sólo minutos en perder el brillo. En esos clubes, cerca de sus casas, pasaron tardes completas, fueron parte de un equipo, se amargaron con una derrota, hicieron las primeras amistades, compartieron una gaseosa en el buffet, viajaron en micro para conocer otros clubes y otros barrios. Jugaron.
La historia que se suele contar de los futbolistas es aquella que comienza en los clubes donde debutan. En Semilleros fuimos a buscar la prehistoria de los campeones del mundo y nos encontramos con Dibu Martínez pateando tiros libres, Armani escuchando heavy metal, Enzo Fernández encendiendo las luces de La Recova para arrancar el partido, Leandro Paredes pateando contra una cortina metálica o Rodrigo De Paul atajando con el buzo de Lechuga Roa.
Fuimos a cada uno de esos clubes a reconstruir la historia de veintiocho pibes de barrio, que hoy son ídolos y protagonistas de una de las más grandes alegrías del deporte argentino.
Dice Ariel Scher en el prólogo:
“Semilleros constituye, sin vueltas, al pecho y a los ángulos, una celebración de las raíces. O, con más detalle, un libro que certifica que ser campeones del mundo, que conseguirlo con el fútbol y con la camiseta argentina, que disfrutarlo en la distante Qatar y en el medio de una cultura desfutbolizada o a la vuelta de casa con el barrio transformado en júbilo, representa una posibilidad que se dio pero que podría no haber sido. Lo que es, lo que siempre es, lo que explica tener el sueño de ser campeones del mundo, amasar ese sueño, amasarlo y tornarlo individual y colectivo, imposible pero posible, increíble pero creíble, reside en un espacio hasta más fuerte y más decisivo que ser campeones del mundo: el origen”
Nos pusimos como objetivo que a los jugadores de las provincias debían contarlos gente del lugar. Cada quien debía ir a conocer las canchas, las tribunas, las parrillas, los vestuarios. Empaparse hasta quedar ahogados por el génesis de los campeones del mundo.
Y nos abrieron las puertas: hablamos con sus compañeros de equipo que aún recuerdan anécdotas y partidos memorables, con sus directores técnicos, aquellos que lo vieron patear por primera vez una pelota o ir descifrando de a poco en que lugar de la cancha le gustaba jugar. Nos juntamos a tomar un café con sus familiares, con vecinos y vecinas. Con sus amigos del barrio. Escribimos no solo la historia de los campeones del mundo sino también la historia del club y del barrio.
Casi treinta escritores y escritoras compartimos este proyecto que no hubiera sido posible sin una idea colectiva. Lo pensamos de manera colectiva y así lo hicimos. Anduvimos por el conurbano bonaerense, por Bahía Blanca, Mar del Plata, La Plata, Rosario, Casilda, Pujato, Córdoba, Neuquén, y Capital federal, rastreando lo desconocido, ese dato de color que aún no leímos ni escuchamos en ningún medio.
Semilleros es un libro donde los campeones del mundo son el punto de partida para hablar sobre aquellas instituciones que los formaron deportiva y humanamente. Clubes que se sostienen por el aporte de los vecinos, las vecinas, los dirigentes, las dirigentas y las familias, sobreviviendo a los embates de las crisis económicas y la indiferencia general.
Los clubes de barrio, como organizaciones libres del pueblo, siguen nutriéndose de estas vivencias, de una corporalidad festiva con algunas heridas sin curar, pero, por sobre todo, se regeneran y retroalimentan de la proximidad y el encuentro con el otro, como gesto de contención e integración, como opción real para la inclusión de las diversidades, como posibilidad concreta de futuro, como ejercicio de derechos conquistados, como construcción de lazos comunitarios, como expresión popular de nuestra cultura, como praxis y representación de un cuerpo colectivo que los conforma en su condición de actor político y social del territorio.
De todo ese entramado, histórico, complejo y visceral, de ese camino hecho al andar, surgieron los nuevos campeones del mundo. Reflexionar sobre los clubes es repensarnos como comunidad. Detenernos en quienes ayudaron a nuestros ídolos a dar sus primeros pasos es un pequeño acto de justicia. Lo sabemos: sin semilleros no hay campeones del mundo, sin clubes no hay barrio.
Al fin y al cabo, el libro es sólo una buena excusa para volver a emocionarnos.