Ensayos
RESISTIR CON DIEGO COMO BANDERA

RESISTIR CON DIEGO COMO BANDERA

El planeta gira indómito como una gigantesca pelota de fútbol que rueda veloz y desaforada, ante los ojos de una muchedumbre que observa impávida una grotesca puesta en escena que las mentes bien pensantes del mundo han denominado progreso.

 Releo una perlita literaria de Roberto Arlt en los albores de los años 30: “Cuánto papanata encuentro por ahí, en cuanto comienzo a rezongar de que la vida es imposible en esta ciudad me contesta:

– Es que usted no se da cuenta de que progresamos.

Y acto seguido me endilga un discurso sobre el Progreso y la Civilización, que hubiera estado muy bien en tiempos de Juan Jacobo Rousseau, pero hoy no convence a nadie. La gente se deja embaucar con una serie de términos que en realidad no tienen valor alguno. Estos términos hacen carrera, se convierten en monedas de uso popular y cualquier otario, ante un caso serio, se considera con derecho a aplicarlos a situaciones que no se resuelven con el uso de un vocablo.

Y es que llega un momento en que las palabras asumen el carácter de moda; no interpretan un sentir sino un estado colectivo, quiero decir, un estado de estupidez colectiva”.

      Esta anticipatoria reflexión de Roberto Arlt encaja casi a la perfección en este tiempo en el que prolifera una profunda y muy angustiante deshumanización del hombre, una etapa pletórica de descubrimientos tecnológicos, de cuestionables y autoritarios avances científicos que arrasan con todo y que en su voraz y alocada carrera despellejan la escasa sensibilidad que sobrevive en lo más íntimo de la sociedad.      

    Un “estado de estupidez colectiva” se ha apoderado del presente y en consecuencia de un futuro que se nos presenta innovador, moderno, mecánico, pero poco fiable. Esta vorágine cibernética nos arrebató algunos sueños y nos cargó de un insano pesimismo. Dentro de un campo de juego, estos mercaderes del progreso, como los describió años atrás en su libro el maestro Ángel Cappa, también nos roban el fútbol.

     Para ellos, para los adulones del capitalismo salvaje y de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) el negocio es más importante que el juego, la rentabilidad económica es más determinante que el amor al club, la guita es más significativa que el afecto incondicional de un hincha por su camiseta. Para estos fulanos el show siempre debe continuar, prescindiendo en ciertas ocasiones del calor popular, de las masas obreras que inventaron este hermoso deporte, despojándose, si hiciese falta también, de la majestuosidad y la belleza interpretativa de los jugadores, auténticos y principales protagonistas del fútbol. 

     Por tanto, aquí y ahora, en este presente, que según magnánima interpretación del actor y director Pompeyo Audivert, solo “proyecta como naturaleza humana un descerebrado individualismo antinatural”, les propongo defender la belleza artística, la solidaridad y la sensibilidad como innegociables razones argumentativas. Les pido aferrarnos con uñas y dientes a la pelota que rueda en este patético planeta que gira tan indómito como cruel. En algún momento habrá que repensar la táctica y ponerla en el piso para que jueguen todos, para que todos disfruten el partido y no solo un puñado de miserables con dinero manchado con la sangre que escupen los expulsados del sistema.

     Entonces los invito a treparse al botín zurdo de mi superhéroe de la infancia, los incito a abrazarse con tesón a la revolucionaria capellada de ese morocho que todavía desparrama adversarios de cordón a cordón. Súbanse al vuelo inmortal del ángel futbolero que sobrevuela cada noche las barriadas más humildes, un fantasista con camiseta celeste y blanca que aun cabalga invencible sobre el costillar de Rocinante.    

     Hace tiempo, en una noche maradoniana, sobre un escenario maradoniano, el músico marplatense Daniel Robles, en pleno agasajo a Diego, parafraseando a la poeta canadiense Anne Carson, dibujó una finta digna del mismísimo Diez y puso en palabras un sentimiento que nos desbordaba:

    “La novela, la prosa, es un hombre caminando sobre un territorio en llamas y la poesía, por su parte, es un hombre en llamas atravesando un territorio. Es otra cosa la poesía. Se tiene mirada poética pero también se la puede perder y la suelen tener muy pocos seres humanos. Sabemos que existen grandes novelistas, como sabemos que existen enormes jugadores de fútbol. Lio Messi es un hombre caminando el territorio en llamas, un novelista, sin lugar a dudas, el mejor novelista de todos. Diego en cambio es un hombre en llamas atravesando el territorio. Diego es único, Diego es un poeta”.

    Pues entonces estimados lectores habrá que resistir, resistiremos acariciando el corazón poeta del Pelusa de Fiorito, resistiremos bajo la divina protección de un mítico número 10 que oficia como capa protectora para un quijote con rulos, un ilusionista que, envuelto en llamas, intrépido y valiente, atraviesa el territorio. Resistiremos, como Diego en campo inglés, alzando la bandera, amando la patria, incomodando y enojando al rival de turno, encendiendo pasiones, ardiendo la vida, enamorando a nuestro paso a millones de hombres y mujeres que todavía resisten, resisten como vos y yo…

Autor

  • Mario Giannotti. Periodista. Escritor. Profesor de Educación Física. Conductor del programa Doble 5 en Radio Universidad MdP, comentarista en transmisiones de fútbol en Radio Vinilo 89.1

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