MÁS MEMORIA, MÁS VERDAD, MÁS JUSTICIA
1.El cronista sabe que eso que tiene en la panza es un fuego y que eso que tiene en la piel es una emoción. Es lunes de lluvia y de marzo, Banfield y Vélez están por jugar un fútbol de Primera y, en el corazón del campo, la Subcomisión de Derechos Humanos del club local le entrega una plaqueta a Daniel Santucho Navajas, el nieto 133, alguien que recuperó su identidad el año pasado, un muchacho que hincha para Vélez pero nació ahí, en Banfield, en el centro clandestino de detención donde el amor de su mamá -de su mamá desaparecida- y de las compañeras de su mamá fue invencible y, entonces, pudieron parirlo. El cronista surca emoción y fuego y más sensaciones. Pero, cuando escribe lo que sucede esa noche, habla de goles y de tablas de posiciones. Y nada del Nieto 133. Ni del fuego ni de la emoción.
2.La cronista domina hasta el aire que gobierna los pasillos de River. Puede reiterar sin apuntes los segundos nombres de unos treinta futbolistas del club. Su inestabilísima economía se sostiene (o se deja de sostener) emitiendo informes para radios, páginas webs múltiples y lo que venga. Al lado de un salón hermoso, despliega un parlamento en el que enuncia posibles cambios, fixtures de la Libertadores y de la Copa de la Liga, evoluciones sanitarias de algunos jugadores. Concluye y localiza que, ese martes y en ese salón hermoso, River le rinde tributo a sus socios y socias a quienes desapareció el genocidio que sacudió a la Argentina desde mitad de la década del setenta del siglo pasado. Parpadea un segundo, sigue de largo y no mosquea. Ni en su próxima exposición llena de noticias ni en los días que continúen dirá nada de los estremecimientos -que ni vive ni hace vivir- que atraviesan al salón hermoso.
3.El cronista pronuncia la palabra «Boca» más veces por jornada que el nombre de sus otros amores. Suele empezar sus alocuciones radiales después de que un presentador lo etiqueta como «el tipo que sabe todo de Boca». Es jueves y -coincidencia- en un salón también hermoso aunque muy de Boca, gentes también muy de Boca oyen al periodista Gustavo Veiga, autor del clásico libro «Deporte, desaparecidos y dictadura», exponer sobre los lazos entre la edad más horrenda de la historia argentina y el fútbol. Los participantes viajan de una conmoción a otra. El cronista viaja desde el salón hermoso hasta otro espacio y le suena el celular. «¿Novedades?» lo interroga el presentador que vuelve a etiquetarlo como «el tipo que sabe de Boca». Y, de verdad, narra novedades. Otras novedades. De las novedades que laten en ese salón hermoso no transmite ni un eco.
4.El cronista de atletismo y de actividades de runners, piernas y pies ágiles también él, jamás incluye en sus agendas informativas a las múltiples versiones de La Carrera de Miguel, las pruebas que homenajean a los 30.000 desaparecidos y, en especial, al tucumano Miguel Benancio Sánchez, corredor de fondo, poeta, bancario y militante, secuestrado el 8 de enero de 1978 en su casita de Villa España, Berazategui. Ese cronista, mucho menos, alude a que sucesivos gobiernos porteños, que portan la obligación legal de organizar esa carrera en Buenos Aires, la invisibilizan al punto de casi ni difundirla.
5.El cronista del Ascenso que coordina a otros cronistas del Ascenso se preguntó hace un par de años por qué su compañero enviado a un Victoriano Arenas-Midland ni le informó ni informó que allí dirigentes y deportistas se congregaron en el centro de la cancha para aplaudir a Tota Guede, Madre de Plaza de Mayo, con un marido hincha de Racing desaparecido, con un hijo hincha de Independiente desaparecido. Y se pregunta, también, por qué su compañera atentísima a Temperley no dijo nada de que un viernes del más flamante febrero, en la sede la institución, Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, dio una conferencia encantadora. Y se pregunta, desde luego, qué misterio o qué torpeza provocó que otro compañero omitiera, de mínima, consignar la noche potente durante la que Deportivo Morón recuperó para sus padrones a sus asociados desaparecidos. Y luego se pregunta más y resuelve que, para su alegría, habrá más expresiones así que merecen ser expandidas y, para su frustración, habrá quienes difundan mucho esos hechos pero también habrá más silencios.
6.Ese cronista del Ascenso se desconsuela mucho más de lo que se consuela mientras comparte un rato con colegas que le refieren que, en las ya decenas de actos que clubes de Primera efectuaron para restituir como socios y como socias a sus desaparecidos y desaparecidas, hubo cronistas eruditos en esos clubes que ni mu ni nada.
7.La cronista que pone el rostro en un programa de televisión al que las rutinas inducen a llamar «deportivo» asegura que ni conoce ni comprende por qué ni una sola voz de su programa monosilabeó que las redes sociales digitales de los clubes argentinos andan pobladas, en el último mes, por una de las tantas campañas timoneadas por las Abuelas de Plaza de Mayo para que más personas sepan, de verdad, quiénes son porque su ser real les fue arrebatado por los ladrones de pibes y de pibas que manejaron, hace casi medio siglo, la tierra desde el que sale ese programa.
8.Los comportamientos de esos cronistas y de esas cronistas no acontecen por carambola. Se trata de comportamientos ligados con el deporte y con el espanto en un país cuya resonancia mayor en el planeta está ligada con sus enormes deportistas y con aquel enorme espanto. Son comportamientos que, según develan esos y esas cronistas, ocurren por una gama no menor de argumentos:
a) En la corporación/empresa/medio donde esos cronistas trabajan, no está explicitado pero sí inducido que mejor no hablar de ciertas cosas.
b) En la corporación/empresa/medio donde esos cronistas (TRABAJAN), un día alguien dijo algo y lo llamaron al orden para advertirle que «política no» (o sea, cierta política, no).
c) En la corporación/empresa/medio o solamente medio donde se desempeña ese cronista no existe una restricción para incluir esos asuntos pero sí hay jefes/editores que proclaman o sugieren no mezclar la política con el deporte.
d) En el medio que sea -más corporativo o menos, más tradicional o menos-, hay jefes/editores que esbozan o hasta transparentan posiciones políticas adversas a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia en torno de las cuales se construyó mucha Argentina desde el fin de la dictadura en 1983.
e) En tal o cual medio, hay un consenso no teorizado pero sí práctico de que «a la gente esas cosas no le interesan» bajo el supuesto de que los intereses de las personas son cromosomáticos o naturales y no una construcción social y cultural que se labra en lo cotidiano y que arrima o distancia a los individuos y a las sociedades de cualquier tópico.
f) En tal o cual medio, no surge ningún límite pero es el propio cronista quien se siente lejos de «esos temas» porque llegó a ser periodista sin percibirlos próximos o porque en la casa jamás se charló sobre eso o porque conforman escenarios que pertenecen al pasado y no al presente (como si hubiera posibilidades de edificar algún presente sin considerar al pasado, a la historia).
g) En tal o cual medio suena fuerte la voz de X gerente o de X compañero/a que enarbola sintonías con los discursos negacionistas que crecieron en la Argentina más o menos reciente y, en consecuencia, hablar de derechos humanos y deporte implicaría entrar en confrontación con ese gerente o esos/as compañeros/as.
h) En tal o cual medio o entre tales o cuales cronistas, suele mencionarse, más seguido o más salteado, que los clubes no deben meterse en cuestiones políticas (de nuevo: o sea, en ciertas cuestiones políticas).
i) En las conductas periodísticas, mediáticas o comunicacionales, aparecen otras causas tan arraigadas y tan profundas que ni los propios cronistas, a veces, logran detectarlas. Entre ellas, interpretaciones hondas y superficiales (y más que discutibles) sobre qué es noticia, qué es deporte, qué es importante, qué es interesante, qué es el periodismo -o algo que aún recibe esa denominación-, qué es informar, qué es desinformar, qué es lo político, qué es el poder. Y más.
«La memoria, al elegir lo que conserva y lo que desecha, no sabe de casualidades», escribió, invariablemente brillante, Osvaldo Soriano, un cronista argentino que ni dudaba de que contar al deporte representa contar mucho más que al deporte. En esa tensión, hecha de maravillas y de miserias, de conciencias y de inconciencias, de compromisos y de comodidades, de valentías y de temores, de lo que se transmite y de lo que se calla, dependen muchas cosas. Entre ellas, el futuro.