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ALEXIS Y LOS GOLES POR UN PAQUETE DE FIGURITAS

ALEXIS Y LOS GOLES POR UN PAQUETE DE FIGURITAS

Desde su seriedad lo siguen todos sus compañeritos de fútbol. Alexis Mac Allister está en el buffet del Club Social y Deportivo Parque y, junto con sus hermanos mayores Kevin y Francis, le pide por favor al mesero que le fie. En el pasado ya lo ha hecho. Hace tres años, cuando cruzó por primera vez la puerta ubicada en Marcos Sastre 3268, sus padres le dijeron que podía comprar lo que quisiera y que ellos, al buscarlo, pagarían siempre su cuenta. Cae la tarde y Alexis mira cómo los mismos de siempre circulan por los pasillos ubicados en el barrio porteño de Villa del Parque. Los años dentro del club y los campeonatos que ganó a su corta edad con la categoría 98 ya le dieron a entender que Parque es una familia. Durante la semana, él y sus hermanos se instalan toda la tarde –entrenamiento de por medio– y se la pasan jugando con sus amigos, que serán para toda la vida, aunque eso todavía ellos no lo saben. 

Mientras Alexis espera la Coca, Fernando “Bocha” Batista lo saluda a lo lejos. Desde el 2005 es el coordinador de la disciplina en el club. Los padres lo respetan, los chicos lo adoran. Y con él, Alexis y sus hermanos mayores aprenderán que el fútbol es un juego y que la vida social dentro de Parque “es lo más lindo que hay”.

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Los Mac Allister se sienten pampeanos, aunque el único que nació ahí fue Alexis… y por casualidad. Cuando nadie lo esperaba, cuando habían ido de vacaciones para pasar las fiestas de fin de año, Alexis nació allí un 24 de diciembre. En La Pampa lo llaman “Rusito” por su aspecto físico: tez blanca, pelo colorado. Allí vive buena parte de la familia Mac Allister. En Buenos Aires, únicamente sus padres Carlos y Silvina, su hermana Abril y sus dos hermanos continúan con el apodo. En Parque, es Ale. 

Alexis, el menor de los hermanos varones, es el más mimado, el más vago y –lo que muchas veces es lo mismo– el más pícaro en los quehaceres del hogar. “Ni siquiera levantaba su plato de la mesa, al borde de lo irrespetuoso”, lo definiría años después su hermano Francis. Durante aquellos años, Alexis aprende de sus hermanos mayores. Mira, observa, analiza sus movimientos e incorpora qué posición tomar dentro de la casa y dentro de la cancha también. 

Esa rebeldía que aprende dentro del hogar la traslada a la pelota. Irreverente, es un inconsciente con la pelota bajo la suela. Y lo será también de grande. “Es un poco por eso que siempre le fue bien”, explica su hermano mayor. Cualquier escenario o cualquier camiseta le resultarán siempre lo mismo. 

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La parquedad y la seriedad que transmite se explican en su timidez. Alexis muestra su idiosincrasia cuando entra en confianza. Sus amigos del club saben que su versión más desenvuelta la encuentran con la pelota pegada a sus pies.  

En la canchita de Parque, Alexis se forma futbolísticamente. En esa superficie, la pelota pica mejor que en una cancha de pasto o en un campito de tierra. El cambio de velocidad –como virtud– es una de las primeras características que le llaman la atención a su primer entrenador, Gustavo Petrochelli. Su buena definición bajo los tres palos, otra. 

Petro, como lo llaman los chicos, se topa con un Alexis competitivo, calentón y fastidioso. Le enseña no solo jugar sino también los valores, la amistad y el día a día. Sus compañeros lo respetan porque él respeta a sus compañeros, es mutuo. “Uno es competitivo por naturaleza, pero creo que, en etapas tempranas, en etapas de aprendizaje y crecimiento, la palabra enseñar va de la mano de los valores, del compañerismo, de la amistad y de la educación. Después va a tener tiempo para decir ‘tengo que ganar’” es el mensaje que se baja en el baby fútbol de Parque. Alexis crece bajo ese lema. Y Petro, entre otros, es quien se lo transmite.

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El menor, pero el más habilidoso. Eso piensan Kevin y Francis cuando lo ven a Alexis entrenar. Los tres van los mismos días al club y pasan toda la tarde ahí. Como juegan en tres categorías diferentes, se acompañan desde temprano hasta que sus padres los buscan a la noche. En Parque juegan a la pelota, a la mancha, a las escondidas. Comparten momentos, partidos y amigos, los mismos que estarán presentes años después en el Estadio Lusail, en Qatar, para saltar al césped y abrazarlo a Alexis. Los Mac Allister tienen a los tres hermanos Batista como referentes, a Checho, Bocha y Chino. Sus historias tienen puntos de encuentro: surgen en Parque, crecen con los mismos valores, provienen de familias de exfutbolistas.

“En un partido difícil, le hice una seña a mi viejo con la mano, como si le dijera: ‘Dejame de joder’. Entonces, él, que era el técnico, me sacó de los pelos de la cancha. Tito Patiño, un íntimo amigo de mi papá, le pedía que me pusiera porque teníamos que ganar. ‘Ponelo vos, yo no’, le respondió mi viejo. Él imponía respeto sin cara de traste y, si alguien hacía algo fuera de lugar, lo sacaba de Parque”, confiesa Checho. 

Los Batista les transfieren a Kevin, Francis y Alexis sus conocimientos futbolísticos y también su amor hacia el club. Los Mac Allister, a su corta edad, saben que si van a Parque siempre van a encontrarse con alguien. No hace falta levantar el teléfono de línea, siempre hay alguien en la canchita, en los pasillos, en el buffet con la tele prendida mirando las carreras de caballo o la Quiniela.  

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Los años en los que Alexis juega a la pelota y compite en la liga de baby fútbol FEFI, la canchita de la histórica sede, establecida desde el 25 de mayo de 1949, aún no fue remodelada por segunda vez. Es la misma, aunque con algunas pasadas menos de pintura, donde años atrás Diego Armando Maradona jugó un partido por los puntos. Eso Alexis ya lo sabe. Su padre, Carlos, quien compartió con Diego sus años en Boca, se lo contó en alguna cena familiar. Era 1991 y Maradona había sido suspendido recientemente por doping. Con la pelota y el deseo de competencia aún intactos, se juntó con su excompañero de la selección argentina y también campeón del mundo Sergio “Checho” Batista. 

“Estábamos comiendo en casa y yo jugaba al fútbol salón. Él se enteró de que teníamos una final y me dijo que quería jugar. Aproveché para ver si lo dejaban jugar porque estaba suspendido, y jugó. Se llenó el estadio de Parque, el partido duró cinco horas porque la gente no paraba de entrar al campo. Fue contra Sarmiento de Olivos que jugaba muy bien”, cuenta hoy el Checho. 

Cuando José Batista –padre de Checho, Bocha y Chino– tocó la puerta del club a fines de los 60, no existía el baby fútbol. Las canchitas estaban, además, sin pintar, y los arcos descuidados. “Parque era un club de básquet, no tenía baby ni escuelita. Entonces mi papá le preguntó a la gente del club y, cuando le dieron el ok, lo armó. Mi viejo fue el que se ocupó de comprar todo, fue un día a Devoto y volvió con pelotas, pecheras, y mandó a hacer los arcos para hacernos jugar”, recuerda su hijo Bocha. 

A los hermanos Batista, el club los atraviesa. Como así también les ocurrirá a los Mac Allister años después. Durante más de treinta años, Checho será el único campeón del mundo surgido en Parque. “A los dos días de haber sido campeón del mundo, estaba jugando al tute con la gente grande, con mis amigos, en el buffet. Acá nos enseñaron a mantener los pies sobre la tierra, a ser humildes. Bueno, yo soy así. Uno debe seguir su vida normal. En ese momento, la mía era venir todos los mediodías a Parque”. 

Una tarde de verano, treinta y seis años después del Mundial de México 1986, Alexis también regresará a Marcos Sastre 3268 como campeón del mundo. Será el segundo jugador de la historia y, al igual que Checho, se parará en el centro de la canchita del club, recordará esos primeros años en el baby y se sacará una foto junto a sus hermanos. 

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El abuelo materno, Carlos Riela, fue el primer jugador de fútbol en la familia. En La Pampa lo conocían como don Pocho. Durante la semana, laburaba en el Banco Nación mientras se hacía el hueco para desarrollarse también como artista plástico y bandoneonista. Los fines de semana, en cambio, se convertía en el delantero del Club Cochicó de Victorica y (más tarde) de Racing de Eduardo Castex, ambos clubes pampeanos.

Carlos Mac Allister, el padre de Alexis, fue jugador de fútbol. Con pasado en Boca y en la selección argentina, nunca presionó a sus hijos para que siguieran su camino. Pero durante la niñez de sus hijos, y de más grandes también, el vínculo que los une tiene una pelota como punto de partida. 

Todas las noches, tras regresar del club, sus tres hijos siguen con ganas de jugar a lo que sea. El Colo, como le dicen, es el encargado de hacerlos dormir. Para lograrlo, los acuesta con la excusa de contarles historias de fútbol. Sus hijos, bajo las sábanas, lo escuchan atentos. “Cuando nos íbamos a dormir, como rompíamos las pelotas, mi papá nos contaba la historia de tres chanchitos que jugaban en el Real Madrid. Nosotros nos metíamos en esa historia y la disfrutábamos”, confesaría años después Alexis. 

Alexis aprende de su padre lo que es el rigor. De chico, le enseña a ganarse los paquetes de figuritas que tanto añora. Le da consejos sobre cómo ser respetuoso y buen compañero, y se encarga de que su hijo los acate. De grande, lo obligará a tomar colectivos. Y su padre cumplirá el rol de un entrenador extra fuera de la cancha. “Mi padre siempre fue más severo. Muchas veces, cuando no quería volverme en colectivo porque estaba cansado, llamaba a mi madre para que me viniera a buscar. Silvina Riela, su madre, recibirá a fines del 2022 un mensaje similar. “Ma, ¿podés venís a buscarme?”, le escribirá Alexis tras salir campeón del mundo y festejar junto con sus compañeros. Y en lugar de poner Marcos Sastre 3268 en el GPS, marcará “Predio de AFA”. 

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La etapa de Alexis en el baby fútbol va de la mano de su etapa como coleccionista de figuritas, un hobbie que comparte con sus dos hermanos mayores. En el club, en la escuela, en su casa, todo gira alrededor de las figuritas. Silvina y Javier crearon un sistema para que la cosa no se les fuera de las manos: el paquete costaba un gol. Y, aunque en un futuro retrocederá unos metros dentro del campo de juego, en aquellos primeros años Alexis es el único delantero de la familia y el que más goles hace. Por eso, sus hermanos lo alientan cada fin de semana. Completar el álbum depende del menor de los tres. 

Alexis no querrá saber nada con dejar Parque, con cambiar el cemento por el césped. Su camada se irá al club de los hermanos Batista, al JJ Urquiza. Allí, en un partido frente a Independiente en Wilde, la categoría 97 de Kevin no completará los once jugadores. “Chirola, cuñado y colaborador de Checho Batista en varios cuerpos técnicos, le dijo a Alexis, que era más chico, que jugara. Y él no quería. Para convencerlo, le ofreció un paquete de figuritas, pero él no aceptó. Chirola le subió la oferta a cinco y Alexis se volvió a negar. Finalmente arregló por diez paquetes y jugó con nosotros”.

En ese partido Alexis será la figura. Y ese día, sin saberlo, cerrará su etapa en el baby fútbol, en Parque.

“El jugador de fútbol es muy agradecido, puede tener muchos defectos pero es muy agradecido, nunca se olvida de las raíces, de donde salió”, explica el Bocha. Y tiene razón. Alexis volverá a Parque como el segundo jugador de la historia campeón del mundo surgido de aquel club y, parado en el círculo central de la canchita, se convencerá una vez más de que “lo que siempre va a extrañar con nostalgia es el baby fútbol en el Club Parque”.

Texto publicado en el libro Semilleros, conseguilo acá.

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