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TRINCHERAS MARADONEANAS

TRINCHERAS MARADONEANAS

Un italiano del sur se para frente a 40 personas para dar un discurso en un club del barrio de La Boca. Habla en italiano pero la gente lo entiende. Almas del mismo idioma. Se emociona y es aplaudido. La situación podría explicarse a raíz de la globalización o de una borrachera grupal que desembocó en algo bizarro. Pero no. La razón de la presencia de ese Tano, es la misma que la de la creación de ese club de barrio y de porque esa gente lo aplaudió. Esa razón es: Diego Armando Maradona.

Su muerte generó vida: «Nosotros veníamos haciendo militancia social en La Boca con un grupo de jóvenes y no tan jóvenes de acá. Ya veníamos teniendo proyectos y actividades culturales y sociales en el barrio en distintos lugares y con la partida del Diego, un poco desde la tristeza, pensamos de qué manera homenajearlo y transmitir su legado. Llegamos a la conclusión de que lo mejor era hacer un club para militarlo todos los días, para que esté presente en lo que hacemos y también por la identidad que nosotros le queremos transmitir y contagiar a las generaciones futuras», cuenta Tomás Lerner, uno de los fundadores del Club Social Nápoles.

Como el destino Maradoneano indica, el principio del club se gestó desde la marginalidad y la injusticia. Es que lo que ahora es un Club Social antes era un espacio donde vivían una docena de familias en situación de hacinamiento, una casa tomada (y anteriormente fue la casa del Tata Cedrón, donde dibujaba rayuelas). El 23 de noviembre de 2018, la Policía de la Ciudad llevó adelante un desalojo de 9 familias en Rocha 915.  Si bien estaba a punto de firmarse un acuerdo para desocupar pacíficamente el lugar, los jueces decidieron abruptamente que se concretara el desalojo con uso de la fuerza pública: «Somos uno de los barrios más castigados por los desalojos porque hay una especulación y una violencia inmobiliaria acá, se venden las viviendas con la gente adentro y nunca se le da la oportunidad de créditos para que los vecinos sean propietarios y muchas veces hasta pagando alquiler los terminan desalojando, además que se vive en muchos conventillos, hay mucho hacinamiento, falta de infraestructura y de servicios. Ahora lo resignificamos y está abierto todos los días y ahora eso es una pequeña reparación de alguna manera», reflexiona Lerner.

La Boca es un barrio romántico. De artistas, marginalidad, puerto y nostalgia. No se necesita decir que falta, se cuela como gotera, la realidad se adapta a la dureza. Es que el barrio no es de los preferidos de los poderosos. El lugar del Nápoles se convierte en vital: “Acá además de Boca Juniors, que durante el Macrismo se cerró mucho al barrio y se volvió elitista, solamente hay un club de fútbol que es Bohemios, que ahora recién empezó a incorporar otras actividades pero después no había otra oferta de clubes. Hay una escuelita de fútbol que se fueron armando, todo muy a pulmón, pero faltaba un espacio que esté abierto toda la semana para los pibes”, se ilusiona Tomás, quien también valora la gestión de Riquelme, con la que realizaron actividades en conjunto o les han dado donaciones. Porque, como dijo Román, Boca siempre fue un club de fútbol: “yo era muy chico, pero acá cuando se inundaba el barrio y antes que yo naciera, cada vez que había una inundación los vecinos se iban a bañar a Boca. Las actividades en Boca eran realmente gratuitas, era más fácil ser socio, había más actividades, más disciplinas, había una relación. El club estaba abierto, vos podías entrar. Y bueno, eso, durante el mandato de Angelici y el Macrismo se fue privatizando, se fue cerrando, se sobrecargó de propuestas al turismo, que viene un rato a conocer y se fue cerrando para el barrio. Incluso, durante la última parte de la gestión de Angelici, el club se quedó con cuatro manzanas públicas, cuatro terrenos que ellos ahí tenían el proyecto de los Árabes para hacer el nuevo estadio. Perdieron las elecciones, y ahora hay un centro médico, que es para los socios, pero también hacen operativos gratuitos para los vecinos. Hay articulación con las áreas de inspección universitaria de la UBA”.

El club, cuyo escudo celeste tiene una imagen del Diego y el Puente Transbordador de fondo, se fundó el 30 de octubre de 2022, para compartir fecha con el homenajeado, claro. Las actividades realizadas, llámese taller de puntillismo, de escritura, o la participación en los juegos Evita, son importantes para el Club pero lo que sostienen esas acciones es algo más valioso e intangible: “El club de barrio genera pertenencia. Porque la escuela obviamente es el pilar principal, pero quizás no termine de generar una pertenencia que trascienda. Porque no deja de ser una obligación. En el club son un montón de horas que los pibes están en un lugar, están con otros compartiendo, aprendiendo valores de lo colectivo. Nuestro sueño es que haya pibes y pibes por el barrio con la remera de Nápoles”.

El club que se ubica a 100 metros del Caminito, la zona más turística de La Ribera, tuvo una construcción que llevó 500 días, todo a pulmón, entre un grupo de pibes que quieren al Diego. “Pasaron un montón de cosas, la verdad que sí, durante la obra parecía que no terminaba más, porque siempre hay algo más, pero hubo que acelerar, había que poner agua, poner la luz, había que aumentar el gas, todas las paredes húmedas se caían a pedazos, y bueno, se filtraba agua por todo lados y todavía nos falta un poco, pero sí, la verdad que ya tenemos prácticamente la disposición del 80% del lugar, el deseo es tener un espacio propio, que tenga un tonel más grande, como para que las actividades deportivas más importante tengan espacio. Todavía seguimos, porque tenés que arreglar una cosita acá, una cosita allá, hay una tarea de mantenimiento natural, porque tenés 100 pibes al día y pasan cosas, entras al baño, se rompen las cosas, se rompe un vidrio, etc”, explica Tomás.

Nápoles tiene un presidente, un tesorero y una comisión directiva. Se definió en una asamblea donde hubo consenso general, aunque, es lo de menos. Ellos quieren que los trascienda a ellos, que quien quiera ser socio lo sea y si el día de mañana hay distintas maneras de llevar adelante el club que se defina en la asamblea. También saben que es algo incipiente pero el deseo es ver que haya un espacio propio del club y, desde ahí, garantizar que el proyecto no tenga fecha de vencimiento.

Uno de los mantras Maradoneanos es la resistencia, algo que, con el Gobierno actual, los clubes de barrio encabezan: “La verdad es que no pensé todavía qué efectos podrían tener las SAD. Creo que los clubes de barrio se desbordarían. Si la función social de los clubes más grandes no se cubre, se van a tener que ocupar los clubes de barrio y van a desbordar de pibes, porque los grandes van contener a los pibes que después puedan darles un rédito económico y a los demás no y la verdad que nosotros no lo pensamos desde ese lugar. Nuestro deseo es que el día de mañana el club pueda competir en distintas disciplinas. Hoy tiene una función social, recreativa y a nosotros eso ya nos llena de alma. Obviamente que es una cuestión de superación, de aprender, la competencia es linda, es una experiencia, pero bueno, acá la función es social, si empiezan a privatizar los clubes yo creo que los clubes de barrio van a ser trincheras importantes”.

El club se creó hace poco pero ya es cotidianidad. “¿Hoy va haber alguna actividad?”, pregunta curioso un adolescente con la remera de Boca y carismática picardía. Y claro, el pibe ya salió campeón del Mundo en ese club y no sólo en Qatar, sino porque en algún baile del Nápoles conoció a alguna Maradoneana.

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