Especial 8 de marzo
EVA Y EL DEPORTE SOCIAL

EVA Y EL DEPORTE SOCIAL

Apuntes para la militancia

El primer peronismo entendió que el deporte social era un campo de disputa que excedía las estrictas reglas que cada disciplina imponía para su realización. Constituía un escenario privilegiado para construir un imaginario social que ayudara a explicar socialmente la narrativa comunitaria.  Frente a un racionalismo liberal y segregativo, civilización o barbarie -como pares antitéticos- ordenaron los conflictos culturales y políticos de gran parte del siglo xx.

También es cierto que para decirlo en términos de Castoriadis: un imaginario social tiene un doble modo de existir: lo instituido y lo instituyente. El primero se refiere a que las significaciones sociales descansan sobre instituciones cristalizadas. Lo instituyente en cambio, da cuenta de ese colectivo anónimo que dinamiza ciertas transformaciones colectivas. En todo caso, lo novedoso del peronismo era que ambos modos no solamente convivían en su lógica movimientista, sino que estaban llamados a prevalecer según las claves principales del momento histórico del que se tratara. Donde lo político predominaba sobre el resto de las otras dimensiones sociales.

Eva, podía ser al mismo tiempo, por un lado, la abanderada de los humildes y por el otro, encarnar a través del deporte social, la naturalización de los anhelos y los derechos clausurados -por las damas de beneficencia- de los únicos privilegiados…

Entre el avance del deporte social y las primeras construcciones simbólicas del hecho maldito se jugaban una serie de continuidades y rupturas que iban conformando la mirada nacional. El otro gran catalizador fue la escuela. Sin embargo, las eficacias de estos desplazamientos estaban dadas en que no solamente se expresaban en el campo popular propiamente dicho, sino que participaban de la construcción de los mitos y de los héroes nacionales. La división cartesiana -cuerpo y alma- entraba en crisis y uno de los significantes más preciados para concluir exitosamente esa operación era –sin duda- el deporte social.  Alejado de la mercantilización de la cotidianeidad y de los grandes medios masivos de comunicación. Fundamentalmente la radio.

Estábamos en presencia de un mundo donde las imágenes tenían su importancia, pero no imponían su impronta toma todo del siglo XXI.

Quizás esta columna nos sirva como disparador para reflexionar ¿Qué papel tiene –si lo tuviera- el deporte social en estas nuevas coordenadas inscriptas en este hipercapitalismo tecnificado que construye cada día nuestro sentido común?

Donde conviven desde esa cultura tranquilizadora poblada de algoritmos que nos propone Netflix hasta las distintas redes sociales.

Porque no es que el neoliberalismo en su forma de comunicar usa más la imagen que el discurso, sino más bien que el discurso es la imagen. Entender esos cambios supone trabajar –y más después de los dos años de pandemia- en construir un dispositivo que retome a la Evita de la multiplicidad de sentidos más como espacio a habitar, que cómo función predeterminada. Ese es el desafío. En el mientras tanto, el deporte social seguirá oscilando entre ser parte de la comunidad organizada o del hecho maldito… O, de ambos a la vez.

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