Ensayos
LOS CUERPOS, ¡A CALLAR!

LOS CUERPOS, ¡A CALLAR!

“Atleta de salto con garrocha se accidenta durante la competencia y debe recibir oxígeno por el dolor causado por la lesión”.

“Nadadora se desmaya y cae al fondo de la pileta y es rescatada por su entrenadora”.

“Fondista colapsa unos metros antes de llegar a la línea de meta y es trasladada en silla de ruedas al hospital”.

“Corredora se derrumba a ochocientos metros de la llegada”.

“Jugador de fútbol se descompensa y convulsiona en pleno partido”.

Accidentes, desmayos, colapsos, descompensaciones, convulsiones. Es cada vez más común ver a deportistas enfrentando situaciones traumáticas que los llevan a alejarse de la competencia. Las causas pueden analizarse desde muchas perspectivas, sin embargo, resulta innegable que se trata de desenlaces que tienen un largo proceso detrás. No se llega allí de la nada.

En lo que respecta a los primeros tiempos del aprendizaje de un deporte, podrían ensayarse algunas pistas e ideas preliminares, rastreando las lógicas que operan desde muy temprana edad, y que imponen una manera de actuar frente a los estímulos y sensaciones que emergen del propio cuerpo de quien está entrenándose. Lógicas y discursos que “hacen cuerpo”.

“El dolor para, vos no.” La publicidad del analgésico Ibuprofeno lo grafica con claridad. Cualquier incomodidad o sensación que surja y entorpezca el progreso hacia los objetivos planteados deberá ser eliminada. Para ello, una serie de mecanismos de entrenamiento corporal se imparten precozmente.  

Entrenamiento intensivo y especialización precoz

En la actualidad, la actividad competitiva se inicia cada vez más tempranamente. Esto implica un entrenamiento intensivo y específico desde los primeros tiempos del contacto con el deporte. Niñes comienzan a especializarse, ya sea en un puesto, en una técnica para la que demuestren habilidad o condiciones, etc. 

En lo que respecta a las actividades, siguiendo esta lógica segmentaria e intensiva, se entrenan algunas partes del cuerpo por sobre otras, se priorizan algunas acciones por sobre otras, se automatizan gestos fragmentarios por sobre el uso global e integrado del cuerpo en movimiento. Se busca la maximización del rendimiento en el puesto o la disciplina elegida. Por ejemplo, si pensamos en un jugador/a de fútbol, es habitual que se definan ciertas posiciones desde muy chicxs. Lo mismo ocurre con nadadores que presentan condiciones para un determinado estilo o para alguna prueba en particular. O  atletas que se destaquen en una disciplina. 

Por otra parte, se encuentra instalado que el dolor y las molestias surgidas como consecuencia de las altas cargas de entrenamiento, son una consecuencia obvia y no deben atenderse. Quienes más insensibles se muestren frente a estas manifestaciones y continúen con la actividad, aun cuando perciban otras señales, serán valorados positivamente. Son mejores porque “se la bancan”. 

Esta situación, repetida diariamente, en entrenamientos de muchas horas, todas las semanas, durante la infancia y la adolescencia, va creando, lentamente, una serie de patrones de conexión con el propio cuerpo en el que, lo que impera, es aquello que se impone  desde afuera. Se exige que el/la deportista rinda, que compita, que siga corriendo aunque esté lesionado, o que se reintegre al partido o a la competencia aunque todavía no se haya recuperado totalmente.

Una consecuencia que se desprende de esta situación son los elevados niveles de tensión a los se acostumbra. “Mal pero acostumbrada”. Las y los deportistas viven en un estado constante de tensión. Sin alternancias ni interrupciones, crean una barrera muscular hacia ese entorno avasallante que no les permite expresarse, que no da lugar al cansancio, que los aleja, poco a poco, de su genuino sentir. 

Los cuerpos se acostumbran a callar. 

Con dolores y lesiones mal curadas. Con molestias residuales que arrastran desde la infancia, todas esas marcas  van quedando, relegadas, en el fondo de la percepción, como sombras, que reviven con un tropiezo, unos pasos mal contados, una garrocha que se sale de lugar, un cuerpo que se cae y se lesiona dramáticamente. 

Les deportistas se entrenan desde muy chicxs para negar cualquier sensación que los detenga y los aleje de la maximización del rendimiento y de la orientación hacia los resultados. Lo que importa es ganar. No importa cómo. Crean un mecanismo, una lógica interna, que les permite continuar, instalados, sobre esa cadena de montaje que no descansa nunca: las pérdidas serían millonarias. 

Sin embargo, ¿una medalla vale más que la salud?

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