A Nicolás Álvarez nadie le enseñó a ser varón, simplemente lo fue.

El fútbol siempre fue ese instinto que se impuso a la norma, un puente, un salvavidas que mantuvo a flote su deseo.

Dentro de la cancha siempre estuvo más cerca de su existencia y pudo apartarse – por un instante – de las miradas, los comentarios y la violencia que vomitaban los haters.

Con la pelota en los pies y una intuición, a los cinco años empezó a jugar al fútbol en una escuelita de varones del club de barrio Defensores del Chaco, en Moreno.

Con el paso del tiempo, Nico – quien afirma que vivió su transición desde siempre – llegó a jugar en Vélez Sarsfield donde dijo por primera vez y en voz alta: “soy un varón trans”. Lo escucharon, lo respetaron, le abrieron la puerta e hicieron del club su familia.

Actualmente, ser varón trans en el fútbol argentino es igual a no poder jugar un partido oficial por tener una M en el DNI, es quedarse afuera, no poder firmar contrato y no contar, concretamente, con la posibilidad real de otros espacios.

Entonces  ¿dónde juegan los varones trans?

La lucha de Nico tuvo y tiene varios frentes: el derecho a jugar, trabajar, habitar y ser. Y una historia que merece ser contada por él mismo.

¿Qué te enseñó —o le enseñaste vos— al fútbol sobre el cuerpo, el juego y la identidad?

Mi historia con el fútbol empezó antes de poder nombrarme, incluso previo a entender lo que era el género. Siendo tan peque, fui criado y educado como una nena pero jugaba con varones. 

Desde chico quise ser un varón. Me sentía parte del equipo de varones. Después de los 12, me pasaron al fútbol femenino y mis compañeras ya eran adultas. Me costaba relacionarme y también entender qué estaba pasando con mi cuerpo; la pasaba mal.

En la cancha me permitía ser ese nene que yo deseaba y expresaba, y hasta podía vestirme como quería, pero fuera del partido se me nombraba en femenino. Me decían cómo debía comportarme y que no tenía que jugar bruto ni putear.

Siento que al fútbol le enseñé que no hay género para el deporte, que es de todes, y él me enseñó que es lo más maravilloso que existe.

¿Cómo viviste la transición en el fútbol y qué cosas buenas te dejó en lo personal?

Al principio, mi transición fue bastante confusa. No podía disfrutar del deporte ni de la rutina, tampoco del club ni de mis compañeras; tenía muchos síntomas de depresión.

Siento que el fútbol me dio las herramientas para poder poner en palabras lo que me pasaba y así pude decir en voz alta: “soy un varón trans” con mucha seguridad de quién fui y de quién soy.  Lo pude compartir en mi trabajo, a mi familia y a mis amigues.

En ese momento me sentí muy acompañado y cuidado por Vélez, también por mis compañeras y los dirigentes. Siento que hoy puedo ser Nicolás en todos los espacios que me permita habitar.

¿Qué sentís que falta a nivel social y en las instituciones deportivas para poder seguir jugando?

A la comunidad travesti-trans nadie la contrata. Se recorta mucho más la posibilidad de tener un trabajo digno y hoy, por el cambio de DNI, me encuentro imposibilitado de seguir haciendo lo que amo. No puedo todavía firmar contrato y eso es lo que más deseo.

Siento que a nivel institucional falta mayor compromiso para visibilizar, acompañar y escuchar nuestras exigencias y realidades. En ese sentido, Vélez me ha acompañado siempre y me banca desde el Departamento de Género.

Pero falta que quienes toman decisiones y ocupan lugares de poder realmente se pongan la camiseta y empiecen a visibilizar y a darnos los espacios que tenemos que ocupar. Necesitamos su compromiso para escuchar nuestras existencias, nuestras historias contadas por nosotres.

El fútbol tiene llegada a todas las clases sociales, desde ahí se pueden lograr grandes cosas: una vida digna, un trabajo digno y una existencia sin exclusión donde no tengamos que sobrevivir.

Y… el deporte tiene un enorme valor en la construcción de las personas. Me encantaría que las instituciones hagan cumplir realmente ese rol y den un paso hacia ese cambio que tanto necesitamos.

Si mañana armás tu equipo ideal, ¿a quiénes convocás y por qué?

Si tuviera que armar un equipo ideal, lo haría con personas que marcaron mi vida. Pienso en mis hermanos, en mi pareja —que conocí gracias al fútbol— y en mi cuñada, que es una referente del fútbol femenino.

También incluiría a deportistas que fueron y siguen siendo un ejemplo para mí, aquellas personas que me construyeron como jugador pero también como ser humano.

Y en medio de la odisea que resulta para las personas trans entrenar y competir con su género autopercibido, la presencia de Nicolás en la cancha no es sólo deportiva sino también política, poética y necesaria. 

Entre o no la pelota al arco, la batalla ya está en curso.